jueves, 24 de abril de 2008

Defecto de fábrica

Esta semana se empezó a conocer la nueva propuesta fiscal del Gobierno, y lo que ya se conoció denota que, no importa cuántos años y gobiernos pasen, los funcionarios de turno y sus asesores de siempre nunca logran entender el tema fiscal. Lo único que saben es que quieren más dinero para “invertir” y, como no entienden de economía, lo único que se les ocurre es ver cómo exprimen más y más a los que ya les están pagando impuestos. Y todavía cometen la idiotez de decir que quieren “ampliar la base tributaria”.

Para que después nos salgan con la excusa (mentirosa, por cierto) de que uno solamente critica y no propone soluciones, aquí les va lo que yo creo que deberían hacer.

Primero que nada, el contexto: estamos ante una temporada que se presagia complicada para todo el mundo, y este no es el mejor momento para complicarles todavía más la situación a los que, a pesar de todos los obstáculos, continúan creando riqueza y proveyendo empleos en nuestro país. Hace apenas un par de semanas se publicó un estudio sobre la economía informal que indica que ésta sigue creciendo y que ya llega al 80 por ciento de toda la población económicamente activa.

Lo que se necesita ahorita, urgentemente, es eliminar impuestos y demás obstáculos para producir. La propuesta concreta es eliminar el Impuesto sobre la Renta (ISR), cuya única justificación son los prejuicios ideológicos de algunos cuantos y que representa un costo inmenso para los guatemaltecos, para el Gobierno y para el país. No existe ningún argumento válido para justificar en un país pobre el costo que tiene el impuesto al rendimiento del capital. Lo que se gasta en las empresas y en el Gobierno para recaudar el ISR es muchísimo más alto de lo que “rinde”; y eso, sin tomar en cuenta los problemas éticos y de principios que ocasiona y fomenta.

El Gobierno podría recaudar mucho más dinero si se limitara a cobrar un impuesto, como es el caso del IVA, y se olvidara de todos los dolores de cabeza que representa el ISR. Porque no solo hay que contar lo que ahorita está, ese 20 por ciento de formalidad, sino lo que se podría, aquí si, ampliar la base tributaria, al reducirles el costo de la formalidad a muchas personas y empresas.

Hace poco, un amigo me contó el caso de su hijo, que puso una empresa de venta de computadoras en el interior, y que quería formalizarse, pero no le salían las cuentas por ningún lado. El problema siempre es el ISR. Si se iba al régimen del 5 por ciento (que ahora quieren subir al 7), resulta que quebraba porque en ese negocio tan competido los márgenes son muy pequeños. Y si se iba al régimen optativo, no solo tenía que pagar el impuesto sobre una “utilidad” obligatoria del 3 por ciento, sino además debía contratar los servicios de un auditor. En ambos casos, salía tan mal que, aunque quería formalizarse, no podía, por cuestiones básicas de supervivencia.

Si esta propuesta parece una herejía a los ideológicos oídos de los funcionarios, les propongo entonces una solución no tan extrema y que les permite mantener su “honor socialdemócrata”: reducir la tasa del régimen fijo del ISR del 5 al 2 por ciento. Les aseguro no solo que la mayoría de las empresas formales se pasaría a ese régimen, sino que muchas que están en la informalidad pensarían seriamente en formalizarse. Pero no olviden: lo importante es concentrarse en el IVA, que es el mejor, o si lo quieren ver así, el menos peor de los impuestos.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 24 de abril de 2,008.

jueves, 17 de abril de 2008

¿Precios sin control?

La semana pasada no podía salir de mi asombro al enterarme de las “propuestas” del Gobierno para, supuestamente, paliar la crisis de la inflación. Lamentablemente, aunque digan que es “parte del plan de gobierno”, estas propuestas no solucionarán ninguna crisis y más bien suscitarán muchas otras. ¿Tan difícil será aprender de la historia?

Durante más de cuatro años de historia registrada, muchas veces se ha probado utilizar el mecanismo de control de precios para “resolver crisis”, y en todos los casos el resultado ha sido el mismo: desabastecimiento y mercados negros. No puede ser distinto, porque a) nadie va a consumir su capital (que siempre es escaso) al producir cosas que después el Gobierno lo va a obligar a vender a un precio menor de lo que le costó, y b) cuando la gente tiene necesidad de un bien, va a pagar lo que sea (incluso más de lo que el Gobierno dice que tiene que pagar) con tal de obtenerlo. En esas condiciones siempre habrá alguien que se arriesgará a contravenir las disposiciones de los gobernantes, para satisfacer esa demanda, a un mayor riesgo, por supuesto —lo que naturalmente se ve reflejado en el precio—. Un ejemplo actual de esto último es la droga.

Pero no hay que remontarse a lejanas épocas ya que hay varios ejemplos actuales, y son Zimbabue y Venezuela los más destacados. Para aprovechar que el presidente va a viajar a uno de ellos, sería bueno que se informe un poquito de qué ha pasado con los productos de la canasta básica con precio tope.

En pocas palabras, pasaron de ser productos que no todos podían pagar a productos que nadie puede encontrar. Y eso a pesar de las bravuconadas y amenazas de Chávez. Y si ni él, con todo el ingreso que tiene por las ventas de petróleo a los altos precios actuales, ha logrado paliar la crisis con su “socialismo del siglo XXI”, no veo cómo las mismas tonteras van a dar un mejor resultado en un país sin el ingreso petrolero.

Zimbabue, un poco más lejos pero igualmente llevada al despeñadero por las medidas populistas, es quizá el caso actual más emblemático de los ridículos resultados a que pueden llevar los controles de precios.

Para resolver un problema, lo mejor es buscar y eliminar sus causas y no simplemente tratar de contrarrestar sus efectos. En el caso de la inflación, hay que tener claro que la causa siempre es monetaria. De hecho, toda la crisis en Estados Unidos tiene una raíz monetaria. Para evitar la inflación local, lo que hay que controlar no son los precios de los productos, sino las acciones de la Junta Monetaria y el Banguat (de entrada, ¿qué sentido tiene tratar que el quetzal se devalúe a la par del dólar?).

¿Y el precio del petróleo y los productos de la “canasta básica”? No podemos contrarrestar tendencias mundiales, pero sí podemos eliminar los problemas locales, como por ejemplo, es imperativo eliminar el inconstitucional Impuesto a la Distribución del Petróleo. Se deben eliminar también todas las restricciones, tanto de aranceles como de contingentes, a los productos de la dichosa canasta. Si quieren que acá se produzcan muchos más granos, que el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales no impida la producción con transgénicos.

P.S.: lo invito a seguir escuchando el programa radial +Negocios, que conduzco junto con María Dolores Arias, hoy jueves de 19 a 20 horas. por la 100.9 FM y www.radiopolis.info. Hoy nos acompañará José Raúl González Merlo, columnista de Prensa Libre, para hablar sobre el manejo del flujo de caja.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 17 de abril de 2,008.

jueves, 10 de abril de 2008

Sin esperanza

La escena no es nueva para los guatemaltecos. Un cuerpo en una bolsa negra, bomberos, policías, fiscales del MP, los curiosos que nunca faltan y, por supuesto, el brillo por ausencia de los delincuentes. Ahora fue en la zona 15, pero también se puede dar en cualquier zona de la capital, en la provincia, en aldeas, caseríos y ni siquiera talanqueras o seguridad perimetral la puede detener.

Son la violencia y la inseguridad que azotan a nuestro país desde hace muchos años, durante varios gobiernos; y aunque ministros y funcionarios nacionales y extranjeros vienen y van, estos males persisten. Y al paso que vamos, todo apunta a que seguiremos igual o peor en tanto el Gobierno persista en seguir dilapidando recursos y tiempo en funciones que no le corresponden.

Se ha repetido hasta la saciedad y el hartazgo que las funciones básicas del Gobierno son brindar seguridad e impartir justicia. Las excusas usuales de las que se agarran los funcionarios pueden ser cubiertas por los propios ciudadanos, sin necesidad de que los impuestos sean desviados a actividades que nada tienen que ver con estas funciones primarias. El mísero 14 por ciento del presupuesto que el gobierno asigna a la seguridad y la justicia es una burla a los guatemaltecos, quienes cada día, con la misma escena repetida en diferentes lugares, ven cómo la violencia pasa rozando sus vidas tan cerca.

La escena de las fuerzas de seguridad se queda en eso, en un montaje, y quisiera creer que no es solo por mala fe o falta de competencia, sino también porque los recursos que se asignan después del despilfarro no alcanzan para mantener fuerzas policiales capacitadas y bien entrenadas, sabedoras y cumplidoras de su deber, ni mucho menos un sistema judicial eficiente.

La escena era la del asesinato del venezolano Víctor Rivera, experto en seguridad que colaboró en el esclarecimiento de secuestros y casos de alto impacto en gobiernos anteriores. Y aunque repitan la misma cantaleta y nieguen lo obvio, el Gobierno tiene doble responsabilidad en este hecho sangriento.

En primer lugar, porque es responsabilidad de las autoridades brindar seguridad a todos los que habitan el país, sin importar si es guatemalteco, blanco, morenito, delgado, si vende chicles en la esquina o si es experto en seguridad. En segundo lugar, el asesinato de Víctor Rivera pone en serios aprietos al Gobierno por la forma intempestiva en que lo sacaron del Ministerio de Gobernación y lo dejaron en descampado, especialmente tomando en cuenta que a quienes persiguió no eran caritativos y virtuosos ciudadanos.

Pero indistintamente de quién o quiénes asesinaron a este ser humano, nuevamente, es responsabilidad del Gobierno no dilapidar los recursos que obtiene de los contribuyentes, sino canalizarlos a brindar seguridad y justicia, que tanta falta nos hacen. Puede haber muchas especulaciones acerca de dónde provino el asesinato, pero todas ellas solo refuerzan los temores de la población, en el sentido de que si ni siquiera un experto en seguridad como Rivera está seguro. ¿Qué esperanza podemos tener los demás?

P.S.: no pude continuar hoy con el tema del empresario, pero lo invito a usted a seguir escuchando el programa radial + negocios, que conduzco junto con María Dolores Arias, hoy jueves, de 19 a 20 horas, por la 100.9 FM y www.radiopolis.info.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 10 de abril de 2,008.

jueves, 3 de abril de 2008

El empresario

Hace algunas semanas, con unos compañeros y amigos, estábamos pensando nombres para un nuevo programa radial sobre el arte de la empresarialidad, así que me puse a investigar un poco en el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española (DRAE), y lo que encontré me dejó perplejo: los prejuicios ideológicos han permeado hasta esta obra académica. El bajo concepto que presenta acerca del empresario deja mucho que desear, aunque probablemente refleja un prejuicio extendido en la región.

La primera definición del DRAE acerca del empresario dice: “Persona que por concesión o por contrata ejecuta una obra o explota un servicio público”. Las siguientes definiciones no mejoran mucho el concepto: “Persona que abre al público y explota un espectáculo o diversión”, “patrono (persona que emplea obreros)”, y “titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa”.

Las primeras dos definiciones no solo expresan un concepto erróneo y limitado del empresario, sino que además le ponen el mote de “explotador”. Si va uno luego a buscar “explotar”, en el mismo DRAE, se encuentra estas dos definiciones: “Sacar utilidad de un negocio o industria en provecho propio” y “utilizar en provecho propio, por lo general de un modo abusivo, las cualidades o sentimientos de una persona, de un suceso o de una circunstancia cualquiera”. Si bien es cierto, se podría decir que la que se aplica al empresario es la primera, le garantizo que en la mente de la mayoría visualizan más la segunda.

No me extraña que esas definiciones y los prejuicios que conllevan, aunados al sistema mercantilista que ha predominado en nuestra región desde la Conquista (éste sí se refleja perfectamente en la primera definición) sean parcialmente responsables del subdesarrollo predominante. Una de las principales razones del bajo concepto del empresario en la región es que muchos de quienes han pasado por “empresarios” no son más que rentistas y mercantilistas que se han aprovechado de sus “conexiones” para mamar de la teta del “Estado”, o aprovecharse de los consumidores amparados en algún privilegio concedido por los gobernantes. Pero esos no son los verdaderos empresarios.

Si queremos alejarnos de la pobreza, necesariamente tenemos que pasar por reivindicar el concepto de empresario. No nos engañemos, la única forma de salir de la pobreza es a través de la inversión de capital, y para que exista capital para invertir y proyectos en qué invertirlo se necesitan empresarios. Indistintamente de los prejuicios antiempresariales que muchos puedan tener, lo cierto es que el motor de la economía es el empresario. Sin empresarios, no habría productos que consumir ni fuentes de trabajo para los empleados. Sin empresarios no habría progreso.

¿Quién es el empresario? Es aquel que está dispuesto a tomar riesgos con tal de lograr sus fines, a emprender, a crear algo de la nada, a perseguir sus sueños. Y no depende de la cantidad de dinero que tiene. Igual de empresario puede ser quien tiene su puesto en el mercado que quien ha creado empresas que se han expandido a nivel global. Para salir de la pobreza, necesitamos crear riqueza, y esa es la especialidad del empresario.

P.S.: si quiere afinar sus conocimientos en el arte de la empresarialidad, le invito a escuchar el nuevo programa radial +Negocios, que conduzco junto con María Dolores Arias, hoy jueves, de 19 a 20 horas, por la 100.9 FM, y www.radiopolis.info.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 3 de abril de 2,008.