jueves, 26 de febrero de 2009

Armas malditas

El ministro de Gobernación, Salvador Gándara, dijo el domingo, al salir de la Megafráter: “Estamos pidiéndole a Dios porque podamos pasar cuanto antes la ley de armas, ya que debemos erradicar la violencia con leyes concretas”.

Al parecer, el ministro comparte la idea que tienen muchas personas de que con solo que se prohíba la portación de armas, automáticamente, como por obra y gracia del Espíritu Santo, la violencia y la criminalidad desaparecerán.

Según esta creencia, el problema real no son las personas, sino las herramientas que tienen a su disposición, por lo que, si se les quita el acceso a las armas, automáticamente los criminales se convertirán en almas de Dios. ¿Le hace a usted sentido esa lógica? A mí no.

No me hace sentido la lógica de ese argumento, porque las armas que se registran bajo un sistema como el que tenemos actualmente, que es similar al que existe en muchos países del mundo, son las que utilizan las personas que, en su mayoría, no son criminales.

Y no lo generalizo porque no puedo descartar las excepciones. Pero aún con ellas, la gran mayoría de quienes registran sus armas lo hacen porque son personas respetuosas de la ley, que generalmente van a utilizar las armas de manera responsable, más específicamente, en defensa propia.

Estas personas consideran que tienen necesidad de armarse para poder defenderse adecuadamente de los criminales, generalmente porque están en alguna situación de alto riesgo, aunque actualmente en Guatemala ese razonamiento ya no es válido porque todas las personas vivimos en situación de alto riesgo, debido a la ineficiencia del sistema para proveer seguridad y justicia.

Por definición y, además, por conveniencia, los criminales no van a registrar sus armas.

Si van a utilizar una, aún si es de los calibres aceptados, no les va a interesar para nada registrarla, ya que de esa manera, en teoría, les sería más fácil a las autoridades atraparlos.

Es por eso que, aun cuando hoy existe una ley que les permite a las personas registrar y portar armas legales, los criminales andan con armas de calibres prohibidos, no registradas, cometiendo fechorías. Por supuesto, son criminales y, por definición, no respetan la ley.

Entonces la pregunta es: ¿si se prohíben completamente las armas, se eliminará la criminalidad? La respuesta es un no categórico.

Lo que hay que entender es que a quienes se les va a prohibir utilizar armas es a las personas responsables y respetuosas de la ley, no a los criminales.

A éstos no les puede interesar menos si las armas que utilizan para cometer sus fechorías están “autorizadas” o prohibidas.

Créame que eso los tiene sin el más mínimo cuidado.

Y no solo creo que es tonto considerar que prohibiendo las armas se eliminará la criminalidad, sino que, además, es una ingrata irresponsabilidad de parte de las autoridades el querer dejar todavía más indefensos a los ciudadanos que, debido a la ineficiencia de los mismos gobernantes, día a día tienen que jugarse la vida por el solo hecho de vivir en un país carente de seguridad y justicia.

Mientras los gobernantes no cumplan sus funciones primordiales, que son las de proveer seguridad y velar por la justicia, es inmoral que quieran quitarles a los ciudadanos las pocas posibilidades que tienen de defender su vida y la de los suyos de los delincuentes.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 26 de febrero de 2,009.

jueves, 19 de febrero de 2009

¿Ejemplo?

A juzgar por los sucesos de los días recientes en la isla tropical, la familia presidencial, con su derroche de admiración y pleitesía, parece tomar el sistema socialista cubano como un muy buen ejemplo para Guatemala. ¿Será que ese es el ejemplo que nos conviene seguir? ¿Será que incluso es el mejor ejemplo de la “social democracia”?

Indistintamente de la controversia que puede haberse creado alrededor de la entrega de la Orden del Quetzal a Fidel Castro o la pedida de disculpas (¿no debió haber sido un ofrecimiento, en lugar de solicitud?), temas que, la verdad, me parecen que simplemente azuzan el hormiguero y caldean los ánimos ideológicos innecesariamente, y que lo más que demuestran es la “calidad” de quien los entrega más que de quien los recibe, creo que el verdadero quid del asunto es qué ejemplo queremos seguir.

En el caso de la pareja presidencial, es claro que sus corazones se derriten por el sistema socialista que representan actualmente Cuba y Venezuela. No nos debe extrañar entonces que lo que quieran implementar en nuestro país sea algo similar.

Ahora bien, yo me pregunto: ¿será que lo que queremos los guatemaltecos es vivir bajo una eterna dictadura? Cuba, por ejemplo, acaba de celebrar con bombos y platillos 50 años de los mismos en el poder. Llegaron a tal grado de “monarquizar” la revolución, que Fidel le heredó la isla a su hermano cuando ya no pudo sostenerse en el trono. Venezuela va por el mismo camino. Aunque el inicio tenga un poco más apariencia “democrática”, el final pinta a que, si nada más sucede, Chávez “monarquizará” también ese país, y dentro de algunas décadas seguirá en el trono. Ya Álvaro Colom manifestó su inquietud por probar eso de la reelección. ¿Será casualidad?

Luego está cómo realmente funciona el sistema en la Isla. Un matutino local está publicando los domingos una serie de reportajes sobre cómo realmente es la vida de los cubanos de a pie. Si no le tiene miedo a la verdad, le recomiendo leerlos. Muy distinto a lo que pregona la propaganda políticamente correcta, dentro y fuera de la Isla, la vida en Cuba es muy difícil. El sistema obliga a la gente a vivir doble vida para sobrevivir. Una cara ante al sistema, otra muy distinta la necesaria para salir adelante. Si en algo han logrado “igualar” a las personas es en la miseria y en la hipocresía de un sistema corrupto. Por supuesto, siempre hay unos más “iguales” que otros, es decir, tal vez eliminaron a los “ricos” entre la población, pero quienes forman parte de la “dirigencia” se dan la vida de ricos, aunque sean camaradas. Le echan la culpa de la miseria al “embargo”, pero eso no es más que una excusa conveniente para justificar el fracaso del socialismo.

Para que se sostenga un sistema así se debe restringir la libertad de todos, pero especialmente de quienes se oponen al sistema. A esos se les trata como parias, enemigos, delincuentes, criminales. Aunque su único crimen sea desear vivir en paz y libertad. Por eso es que no a cualquiera dejan salir de la Isla. Solo a aquellos que han “demostrado” su lealtad al sistema.

Y aún a éstos se les retiene a sus familiares en la Isla, para “inmunizarlos” contra la traición de no querer regresar. Y Venezuela también va por ese camino.

¿Y eso es lo que nuestros gobernantes quieren copiar? ¿Un sistema que, de no ser porque la frontera (el mar) es muy difícil de salvar, ya se hubiera quedado casi deshabitado? Yo, paso. ¿Y usted?

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 19 de febrero de 2,009.

jueves, 12 de febrero de 2009

¿Qué candados?

La discusión sobre los supuestos “candados” en el presupuesto deja entrever improvisación de parte del Ministerio de Finanzas o desprecio por la separación de poderes de parte de los gobernantes, o un interés desmedido por hacer chinchilete los recursos de los tributarios, o una mezcla de las tres anteriores. Usted decida.

El presupuesto de malgasto de los funcionarios públicos (con nombre técnico de “Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado”) es elaborado por el Ministerio de Finanzas, con información de todos las demás carteras e instituciones públicas. Este presupuesto es presentado al Congreso, cuyos miembros tienen la responsabilidad de analizarlo y aprobarlo.

El argumento que usan siempre los gobernantes para querer cambiar el presupuesto aprobado en el Congreso (pasa todos los años, no siendo éste la excepción) es que los diputados le hacen cambios sin consultarles, y que así no funciona. La realidad es que la mayoría de modificaciones que efectúan los legisladores tienen que ver con las “obras” por realizar, y la discusión y “negociación” del Presupuesto se centra, principalmente, en qué obras le tocan a qué congresista para que dé su voto de aprobación. No nos perdamos, el resto del presupuesto, con excepción de alguno que otro diputado o diputada que sí se preocupa por cómo se gastan los recursos de los tributarios, a los legisladores les viene del norte, y en su mayoría ni siquiera lo leen, mucho menos lo entienden.

Así que, repito, con excepción de las “obras” negociadas entre los diputados, la mayoría del Presupuesto pasa como lo envían de Finanzas, unos millones más unos millones menos (cuando uno se pone a hablar de cifras de 50 mil millones de quetzales, pierde totalmente la proporción de las cosas). Entonces que no nos vengan a decir que necesitan hacer unos “pequeños” cambios de 20 mil millones de quetzales porque de otra manera no pueden hacer nada. ¡Si fueron ellos mismos quienes plantearon el Presupuesto! ¿O será que la práctica es enviar cualquier cosa al Congreso, que lo único importante es el monto total, y los “detalles” de cómo gastárselo se resuelven después, en el camino?

Otra opción es que sea un craso irrespeto al sistema de separación de poderes del Gobierno, en donde los funcionarios del Ejecutivo ven al Congreso como un simple trámite burocrático, un sello más que debe llevar el papel, y que son ellos quienes deben y pueden decidir cómo gastarse el dinero de los tributarios, porque al final creen que no es de los tributarios, sino que, una vez entra a las arcas públicas, es de su propiedad.

Y la otra opción es que simplemente quieren saltarse las trancas y tener toda la libertad del mundo para manejar los fondos de los tributarios a su sabor y antojo, con el fin principal de evadir los “controles” (que tampoco son muchos ni mucho menos funcionales), y que para ello lo mejor es mover las partidas de un lado para el otro, y así desorientar a los pocos que se atreven a intentar fiscalizar el “gasto público”.

A mi manera de ver las cosas, esas son las opciones posibles. Y si me preguntan mi opinión, creo que la verdad yace en algún punto en la intersección de las tres opciones arriba mencionadas. Eso de que tienen las manos atadas y no pueden hacer nada si no se quitan los pocos candados que tiene el Presupuesto no me lo creo. Y usted, ¿qué cree?


Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 12 de febrero de 2,009.

domingo, 8 de febrero de 2009

La revolución

Como suele suceder en casi todas las circunstancias de la vida, mientras algunos están pasando penas, otros están viendo cómo se benefician de las crisis de los demás. En esta crisis global que aqueja a buena parte del mundo y que probablemente va a tener serias repercusiones sobre muchas personas, resulta que quienes están muy felices son los miembros del Foro Social Mundial.

A pesar de que reconocen que “los masivos despidos de trabajadores en todo el mundo, generados por la crisis financiera, redundarán en agitación y violencia social…”, están muy felices, porque consideran que éste podría ser el anuncio de la muerte del capitalismo, y porque “tamaño descontento será un paso doloroso pero necesario hacia un nuevo orden mundial”.

Uno de los ponentes en el Foro Social acusó a los países desarrollados, en general, y a Estados Unidos, en particular, de querer salvar al “neoliberalismo” de la quiebra. Él argumenta que “los modelos que hay que seguir ahora son Cuba, Venezuela y Bolivia, todos los cuales han rediseñado sus constituciones hacia enfoques socialistas, para que la riqueza también llegue a los pobres”. Llegan incluso a expresar que “… los sindicatos se aferran a la esperanza de que este infierno acabe con tres décadas de consumismo y acumulación de riquezas”.

Según las notas periodísticas, “la esperanza en una revolución de los trabajadores ha flotado en el aire durante el foro…”. En pocas palabras, los miembros del grupo, que incluye a cuatro presidentes del “bloque izquierdista”, son conscientes de que muchas personas en todo el mundo van a sufrir las consecuencias de esta crisis, pero eso les tiene sin cuidado, ya que ese es un mal necesario para lograr lo que no han podido lograr de otras maneras (algunas más violentas): implantar en el mundo el socialismo, luego de la derrota del capitalismo.

No voy a extenderme aquí en la explicación de la actual crisis, que tiene sus raíces mucho más profundas en esa mezcla del Estado Benefactor-Mercantilista que ha privado alrededor del mundo durante ya bastantes décadas, sino más bien quiero reflexionar sobre esa nueva demostración de que el fin justifica los medios y que si es necesario que la gente sufra con tal de implantar un “nuevo orden”, pues ¡qué viva la fiesta!

Durante casi todo el siglo XX, la misma actitud prevaleció entre quienes trataron de implantar el socialismo y/o comunismo a lo largo y ancho del mundo: “el fin justifica los medios”. Para todos ellos, llevar al éxito la “revolución de los trabajadores” era más importante que cualquier otro factor, lo que los llevó, en nombre de ese supuesto ideal, a asesinar a más de cien millones de personas y a mantener una buena parte del mundo en guerras civiles, donde muchos otros millones de personas sufrieron las consecuencias.

Durante el mismo tiempo, a pesar de todas las contrariedades, se fue acumulando evidencia de que las sociedades en las que la mayoría de las personas estaban mejor eran aquellas en donde, en mayor o menor grado, se dejaba en libertad a los individuos para buscar su propio bienestar. Hasta la fecha, esto no ha cambiado. ¿Por qué ahora, de repente, mágicamente, la situación sería distinta?

Yo estoy confiado en que, a pesar de que los gobernantes de todo el mundo están reaccionando ante la crisis con más del Estado Benefactor-Mercantilista, la creatividad y el empuje de los individuos, ocupados en salir cada uno de la crisis, hará que ésta no sea tan profunda y complicada como la mayoría cree.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 5 de febrero de 2009.