jueves, 12 de febrero de 2009

¿Qué candados?

La discusión sobre los supuestos “candados” en el presupuesto deja entrever improvisación de parte del Ministerio de Finanzas o desprecio por la separación de poderes de parte de los gobernantes, o un interés desmedido por hacer chinchilete los recursos de los tributarios, o una mezcla de las tres anteriores. Usted decida.

El presupuesto de malgasto de los funcionarios públicos (con nombre técnico de “Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado”) es elaborado por el Ministerio de Finanzas, con información de todos las demás carteras e instituciones públicas. Este presupuesto es presentado al Congreso, cuyos miembros tienen la responsabilidad de analizarlo y aprobarlo.

El argumento que usan siempre los gobernantes para querer cambiar el presupuesto aprobado en el Congreso (pasa todos los años, no siendo éste la excepción) es que los diputados le hacen cambios sin consultarles, y que así no funciona. La realidad es que la mayoría de modificaciones que efectúan los legisladores tienen que ver con las “obras” por realizar, y la discusión y “negociación” del Presupuesto se centra, principalmente, en qué obras le tocan a qué congresista para que dé su voto de aprobación. No nos perdamos, el resto del presupuesto, con excepción de alguno que otro diputado o diputada que sí se preocupa por cómo se gastan los recursos de los tributarios, a los legisladores les viene del norte, y en su mayoría ni siquiera lo leen, mucho menos lo entienden.

Así que, repito, con excepción de las “obras” negociadas entre los diputados, la mayoría del Presupuesto pasa como lo envían de Finanzas, unos millones más unos millones menos (cuando uno se pone a hablar de cifras de 50 mil millones de quetzales, pierde totalmente la proporción de las cosas). Entonces que no nos vengan a decir que necesitan hacer unos “pequeños” cambios de 20 mil millones de quetzales porque de otra manera no pueden hacer nada. ¡Si fueron ellos mismos quienes plantearon el Presupuesto! ¿O será que la práctica es enviar cualquier cosa al Congreso, que lo único importante es el monto total, y los “detalles” de cómo gastárselo se resuelven después, en el camino?

Otra opción es que sea un craso irrespeto al sistema de separación de poderes del Gobierno, en donde los funcionarios del Ejecutivo ven al Congreso como un simple trámite burocrático, un sello más que debe llevar el papel, y que son ellos quienes deben y pueden decidir cómo gastarse el dinero de los tributarios, porque al final creen que no es de los tributarios, sino que, una vez entra a las arcas públicas, es de su propiedad.

Y la otra opción es que simplemente quieren saltarse las trancas y tener toda la libertad del mundo para manejar los fondos de los tributarios a su sabor y antojo, con el fin principal de evadir los “controles” (que tampoco son muchos ni mucho menos funcionales), y que para ello lo mejor es mover las partidas de un lado para el otro, y así desorientar a los pocos que se atreven a intentar fiscalizar el “gasto público”.

A mi manera de ver las cosas, esas son las opciones posibles. Y si me preguntan mi opinión, creo que la verdad yace en algún punto en la intersección de las tres opciones arriba mencionadas. Eso de que tienen las manos atadas y no pueden hacer nada si no se quitan los pocos candados que tiene el Presupuesto no me lo creo. Y usted, ¿qué cree?


Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 12 de febrero de 2,009.

No hay comentarios.: