jueves, 29 de abril de 2010

Civilmente aprovechados

Esa ficción por medio de la cual todos buscan vivir a expensas de todos los demás...

Mientras más se entera uno de todo lo que ocurre en Guatemala, más le doy la razón a Frederic Bastiat, cuando dijo que “el Estado es esa ficción por medio de la cual todos quieren vivir a expensas de todos los demás”. Los más de 150 años que han pasado desde que acuñó la frase no han hecho más que confirmarla cientos de miles de veces. Guatemala no es la excepción y por todos lados nos encontramos a personas y grupos de personas siempre a la búsqueda de cómo echar mano ilegítimamente de los recursos de los demás para vivir a expensas del trabajo de otros.

No hay que ir muy lejos para encontrarlos, pero cito varios ejemplos planteados por colegas columnistas recientemente. Estuardo Zapeta publicó hace dos días un artículo sobre la “sociedad civil”, ese grupo etéreo de personas que dicen representar a la “sociedad”, pero que en realidad, a lo sumo, se representan a sí mismos y que andan viendo en todas partes cómo “moldear” el estado para que sea más afín a su forma de ver el mundo y que, de paso, les sea más fácil apropiarse de los recursos de los tributarios, tanto de los chapines como de los de otros países, quienes ni se llegan a enterar que sus tributos son utilizados para mantener muy bien a “activistas” en estas latitudes.

Otro ejemplo es el planteado esta semana por Marta Yolanda Díaz-Durán en un artículo llamado AEI, en el cual se refiere a un grupo de artistas que se han aprovechado de la legislación vigente para extorsionar a otros artistas, productores y establecimientos. Nuevamente, aprovechándose del sistema para vivir a expensas del trabajo de otros.

Y un último ejemplo reciente lo encontramos en un artículo de Dina Fernández sobre su experiencia en una competencia estudiantil de taekuondo. En él, Dina cuenta sobre el protagonismo de los “dirigentes” deportivos versus el de los deportistas, en ese caso particular, el de Heidy Juárez, pero Dina también ha escrito sobre Teodoro Palacios. El “deporte federado” en Guatemala es otro ejemplo muy claro de un grupo de personas que han hecho su modus vivendi alrededor del “aporte constitucional” que obligadamente sale de los tributos que pagamos los guatemaltecos. El resultado es notorio: muchos millones de quetzales en las manos de los “dirigentes deportivos” que nunca llegan a los verdaderos deportistas.

Y así como esos abundan tantos ejemplos. Los primeros son los políticos, que siempre andan en búsqueda de “llegar al poder”. Pero esa aparente “sed de poder” y en muchos casos hasta una supuesta “entrega hacia los demás” no son más que su herramienta de ventas, como bien lo explicó el Pollo Ronco, para lograr llegar a donde van a poder disfrutar del dinero de los demás. Y esto es igual a todo nivel dentro de la administración pública. Desde los que quieren ser presidentes, hasta los que se conforman con un puesto de concejal en alguna municipalidad, pasando por diputados, alcaldes, ministros, secretarios y una larga serie de etcéteras.

Pero también están los que no se manchan las manos en la política, pero merodean alrededor de los políticos para hacer sus “negocios” con el Gobierno. Estos también caen en la definición de Bastiat, ya que no se les puede llamar empresarios sino que viven a expensas de los demás, no compitiendo sino dependiendo de los “favores” de los políticos.

Es importante que empecemos a reconocer los verdaderos motivos de muchas personas que dicen preocuparse de los demás, pero a la hora de la hora, lo que les interesa es vivir a expensas de ellos.

Artículo publicado en Prensa Libre del jueves 29 de abril de 2,010.

Fiscalizados




Los cambios al sistema son urgentes...




El proceso de elección del fiscal general en el que hemos estado inmersos las semanas recientes y que ahora está a la espera de que el presidente decida quién de los seis candidatos seleccionados por la comisión de postulación será el ungido, nos deja muchas lecciones, siendo la principal, desde mi punto de vista, la importancia y urgencia de cambiar el sistema. Si no se hacen cambios, seguiremos siempre viendo con impotencia cómo nuestro país se va al despeñadero.

Creo que algo se ha avanzado con la ley de comisiones postuladoras, especialmente en que los procesos de selección sean más conocidos y más escrutados por un grupo cada vez más grande de la población; y esa mayor exposición y participación resultaron, por ejemplo, en que no se nominó a alguien que ya demostró su falta de independencia, como el actual fiscal general. Sin embargo, como lo demuestran los resultados, estos cambios no son suficientes para salir del atolladero en que está la seguridad y la justicia en Guatemala. Se necesitan todavía más cambios, y para ello es imprescindible cambiar el sistema.

El puesto de fiscal general es de importancia capital para lograr que se imparta justicia y, como consecuencia, que gocemos de más seguridad, ya que según nuestra legislación, el Ministerio Público (MP) es que tiene bajo su cargo la acusación en los casos penales. Es cierto que las víctimas o sus cercanos pueden constituirse en querellantes adhesivos; sin embargo, el peso principal de la acusación recae sobre los hombros de los fiscales del MP. Si ellos realizan deficientemente su trabajo, lo más probable es que los criminales se queden sin castigo y puedan continuar tranquilamente sus labores delictivas. Como hemos visto en muchos casos, hasta los jueces se han quejado de que no pueden condenar a alguien a todas luces culpable, porque el MP no ha presentado pruebas para demostrar esa culpabilidad.

El MP adicionalmente tiene la responsabilidad de la acusación en los casos de corrupción; sin embargo, en esta función tiene conflictos de interés, ya que quien lo designa y adicionalmente lo puede destituir sin mayores problemas es el presidente del Organismo Ejecutivo —como ya lo hemos visto en repetidas ocasiones, incluida la administración actual—. Los incentivos están puestos para sino garantizar, por lo menos promover la impunidad.

Si queremos que esto cambie, no es solo cuestión de cambiar a las personas, como el actual proceso lo demuestra, sino que hay que cambiar también las instituciones y los incentivos bajo los cuales operan. En este sentido, la única propuesta de cambio del sistema que se ha presentado es la de ProReforma.

En el caso particular del fiscal general, ProReforma propone que la elección sea realizada por los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, mediante un sorteo entre los candidatos seleccionados por la Comisión de Postulación. Adicionalmente, propone que el fiscal general electo de esta manera tenga un cargo vitalicio. ¿Por qué esos cambios?

El propósito principal es darle independencia: que no le “deba” su elección a nadie en particular, que la continuidad en el puesto no dependa de que quede bien con el presidente del Ejecutivo ni con nadie más, y que no tenga que preocuparse de su futuro después de dos o tres años frente al MP.

¿Es esto perfecto? Probablemente no. Pero lo que sí puedo prever es que será mejor que lo que tenemos actualmente. ¿Tiene alguien una idea mejor? Pues que la presente, como nosotros lo hemos hecho con ProReforma.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 22 de abril de 2,010.

viernes, 16 de abril de 2010

Segunda oportunidad





La noche del jueves pasado nos trajo la noticia del balazo que le acertaron a Felipe Valenzuela. A estas alturas todavía no está claro el incidente y tendremos que esperar la versión de Felipe, para saber realmente qué pasó; sin embargo, indistintamente de las razones, creo que Felipe tuvo una gran suerte, y Dios le concedió una segunda oportunidad ante la vida.

Hace apenas dos semanas escribía sobre las vidas que quedan inconclusas, al relatar sobre el asesinato de un vecino de oficinas. No sabía qué tan pronto iba a tener otro acercamiento con la muerte. En este caso, todavía más cercano, porque a Felipe lo conozco y aprecio desde hace mucho tiempo.

Sin embargo, en este caso, el desenlace fue diferente. Según las declaraciones que uno de los médicos a cargo del caso dio en el programa que habitualmente conduce Felipe, milagrosamente la bala pasó a milímetros de donde podría haberle ocasionado graves daños, incluida la muerte. ¿Azar, milagro, buen trabajo de su ángel de la guarda? Quién sabe. Lo importante es que a pesar de estar a milímetros de la muerte, una semana después todo apunta a que se recuperará satisfactoriamente y podrá continuar con su vida.

Esto me lleva a reflexionar nuevamente sobre nuestra actitud ante la vida. Felipe tiene ahora algo que no muchas personas tienen: una segunda oportunidad ante la vida. Podría no estarlo contando, pero tendrá esa opción. La diferencia entre la vida y la muerte, en este caso, fue de milímetros o, puesto en otros términos, de milisegundos.

Pero la verdad es que, nos guste o no, en todo momento nosotros estamos ante la misma alternativa. En Guatemala esto es todavía más palpable, siendo uno de los lugares más violentos del mundo y donde no tenemos ninguna certeza de regresar a nuestro hogar por la noche. Todos corremos el riesgo, cada día que salimos, de no volver, de que este pueda ser el último.

Y yo creo que eso debe ser algo de lo que debemos ser conscientes, no para paralizarnos y tratar de vivir en una burbuja de cristal, sino para vivir al máximo nuestra vida. No para amedrentarnos ni dejar que nuestra vida sea manipulada ni dirigida por los antisociales, sino para darnos cuenta de que aún en las circunstancias más extremas todo depende de nosotros y de la actitud con que vamos a enfrentar las cartas que el destino nos dé para jugar.

Quienes pasan por experiencias como la de Felipe pueden llegar a tener una reflexión más profunda sobre el derrotero de sus vidas, pero todos realmente tenemos también esa oportunidad. Pruebe usted hacerlo.

En otro plano, el balazo contra Felipe es uno más de los muchos que los antisociales, sean criminales de poca monta, robacarros, criminales “organizados” o sicarios disparan diariamente contra guatemaltecos honrados, trabajadores, que se dedican día a día a llevar el pan diario a sus hogares. No es posible que siga esta situación; sin embargo, las autoridades han mostrado hasta la saciedad que la seguridad del resto de los ciudadanos (porque la de ellos es muy diferente) les tiene sin el más mínimo cuidado y no es una de sus prioridades. El vicepresidente salió nuevamente con la cantaleta de que la violencia es por culpa de la pobreza, calificando a los pobres de criminales potenciales, en lugar de reconocer que han sido completamente incapaces de ocuparse de esa obligación primigenia de los gobernantes: velar por la seguridad y por que se imparta justicia.

Felipe: ¡Ánimo, y que pronto te recuperes para disfrutar de esa segunda oportunidad!

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 15 de abril de 2,010.

Amnesia selectiva






El tema candente de estos días es el paquetazo fiscal y la aprobación de los bonos. Creo que hay que recordar muy bien los sucesos de hace apenas unos meses para poner en contexto los alegatos de los funcionarios. Porque hay que recordarles sus acciones y declaraciones previas para poner en evidencia su doble discurso.

El año pasado, el presidente y el ministro de Finanzas presentaron para este año un presupuesto menor que el del año anterior. Si mal no recuerdo, el presupuesto propuesto era menor a los 48 mil millones de quetzales. Se rasgaron las vestiduras diciendo que lo hacían para estar en sintonía con los problemas económicos mundiales a raíz de la crisis financiera y que eran conscientes de los efectos de esta sobre los guatemaltecos. Incluso recordamos las promesas vacías del ministro de Finanzas, que amenazó con que si no se aprobaba ese presupuesto más pequeño, él renunciaría porque sería irresponsable trabajar con un presupuesto mayor. Por supuesto que al final ese presupuesto no se aprobó y los funcionarios entonces dijeron que se verían “obligados” a trabajar con el presupuesto mayor. La promesa del ministro tampoco se concretó.

Recuerdo también declaraciones de los funcionarios en el sentido de que debían trabajar con austeridad y restringirse a los ingresos fiscales que esperaban para este año, así que estaban viendo cómo implementar un plan de austeridad para funcionar este año con un presupuesto de alrededor de 43 mil millones de quetzales.

Pasaron unos meses, y ahora los mismos funcionarios se rasgan las vestiduras diciendo que si no se consiguen 50 mil millones de quetzales, el país colapsará. Argumentan que si no se aprueban los cuatro mil 500 millones de quetzales de bonos y el paquetazo fiscal, Guatemala se hundirá, por falta de recursos.

Y yo me pregunto: ¿en dónde quedan entonces todas las declaraciones de austeridad y crisis que dieron el año pasado? ¿Eran, como en efecto creíamos, nada más hacer el amague, para quedar como funcionarios “responsables”, a sabiendas de que lo que querían es lo que realmente sucedió: que no se aprobara el presupuesto menor y que pudieran gastar los recursos de los tributarios a sus anchas?

Esa es la única explicación viable. Porque la otra sería que los funcionarios sufren de una extraña enfermedad de Alzhaimer selectiva, por cuya culpa no recuerdan algunas de sus declaraciones pasadas. Casualmente, a todos se les olvidaron las mismas declaraciones. No sé usted, pero a mí me resulta en extremo improbable esa posibilidad.

Pues por aquello de las dudas, es bueno recordarles a los funcionarios sus actuaciones y declaraciones pasadas, por lo menos para que no finjan demencia y todavía se las quieran dar de muy correctos y consecuentes. Pero lo más importante, creo yo, es recordarles que la situación no ha cambiado para nada. De la crisis todavía no hemos salido. Ya hay algunos indicadores que empiezan a mostrar la luz al final del túnel en algunos de los países desarrollados, pero todavía no hemos dejado atrás la crisis. Ahora es cuando más necesitamos estar en modo de austeridad, y no en el de despilfarradores.

Y si los funcionarios del Ejecutivo no lo quieren entender y les importa un comino lo que hayan dicho antes, ojalá que por lo menos en algunos diputados entre la cordura y entiendan que la situación económica a nivel mundial todavía está, a lo sumo, en plano de recuperación, y que no nos podemos dar el lujo de derrochar los pocos recursos que tenemos. ¿Lo entenderán?

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 8 de abril de 2,010.

sábado, 3 de abril de 2010

Inconcluso

¿Estamos preparados para no dejar demasiadas cosas inconclusas?


El martes, mientras comentábamos con Marta Yolanda Díaz-Durán alguna noticia en el programa radial Todo a Pulmón, se escucharon varios balazos cerca de los estudios. Durante el programa nos enteramos que habían matado a una persona en la calle. Varias ambulancias llegaron casi simultáneamente llenando de sirenas la cuadra. Pronto volvieron por donde vinieron. No había nada que hacer. Otra persona que se suma a la interminable fila de asesinados en nuestra triste Guatemala.

Luego del programa tuvimos oportunidad de bajar a la “escena del crimen”. Los investigadores del MP recopilando evidencia. El Juez de Paz levantando el acta. Los policías cargando el cadáver en la palangana de una patrulla. Los deudos llorando desconsolados. Los curiosos (como si nosotros no) contando cada quien su versión de los hechos. Unos dijeron que los asesinos iban en moto. Otros que iban caminando, le dispararon a la víctima por la espalda y solo corrieron hasta la esquina, después siguieron caminando tranquilamente.

La escena del crimen es un lugar por el que hemos pasado cientos de veces durante años, caminando al igual que lo hacía la víctima. Algunos dicen que iba a comer, otros que ya regresaba. Por las mismas razones hemos deambulado por esa acera tantas veces. Creyendo quizá que un ángel de la guardia nos protege, porque todos nos dicen que no hay que caminar ya por la ciudad. Que es muy peligroso.

No conocíamos a la víctima, a pesar de que probablemente vivimos muchos años a pocos metros de distancia. Su oficina estaba en un edificio a la par del nuestro. Aún así, o quizá por eso mismo, esas muertes las siente uno más cercanas que las otras 16 que pudieron haber sucedido ese mismo día. No es lo mismo conocer las estadísticas y sentirlas como eso, una estadística más que nos convierte en uno de los países más violentos del planeta, que ver al muerto tendido en la acera por la que uno acaba de pasar. Pensando que quizá nos vimos muchas veces sin vernos en alguno de los lugares de comida alrededor de la zona, o quizá en un ascensor cruzamos un buenos días o buenas tardes, sin siquiera percatarnos que quizá sería el último.

Pero ahora está muerto, y uno no puede dejar de pensar en todas las cosas que quizá dejó inconclusas. Cuando uno no sabe qué tan cerca está la muerte, no se prepara. ¿O deberíamos hacerlo? Creería, porque no lo sé a ciencia cierta —y espero no saberlo durante muchísimo tiempo— que si a uno le diagnostican alguna enfermedad y le dicen que tiene un año de vida, pues uno trataría no solo de alargarlo al máximo, sino aprovecharlo y tratar de no dejar cabos sueltos.

Pero y si, en efecto, ya solo tenemos ese año —por otras razones que desconocemos—, pero no lo sabemos, ¿viviríamos despreocupados, creyendo que siempre habrá un año entrante en el que podremos arreglar las cosas, en el que podremos amar, reír gozar, llorar? No lo sé. Los seres humanos somos tan extraños. A pesar de que sabemos que algunas cosas nos hacen daño, las seguimos haciendo o degustando. La mayoría nos vamos por la solución fácil, la gratificación de corto plazo, aunque algo allá en el fondo nos diga que, en el largo plazo, pagaremos caro las consecuencias.

Más que a usted, me lo digo a mí mismo: no dejemos nuestra vida inconclusa. Aprovéchela al máximo. Ría, goce, sufra, ame. Puede ser hoy, el año entrante o dentro de 40 años, pero tarde o temprano llegará el momento que dejemos este mundo. ¿Estaremos preparados?

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 1 de abril de 2,010.

Empresaurios vividores

El "negocio" del transporte urbano es perfecto: sin costos ni riesgos, cortesía de los tributarios.










Los bloqueos de este lunes y los subsiguientes reclamos, denuncias y contradenuncias en el Congreso alrededor del transporte público no hacen más que desenmascarar un poco uno de los negocios más corrompidos por la intervención gubernamental. La solución al problema no es más intervención y subsidios que siempre terminan pagando los tributarios, sino más libertad para todos, tanto para los usuarios como para los empresarios.

El punto culminante en esta lucha por conseguir privilegios es la petición de los transportistas de las rutas “cortas”, cuyo argumento es que si se les da subsidios y exoneraciones fiscales a los transportistas de las rutas urbanas, ¿por qué a ellos no? Si bien es cierto lo que están pidiendo es trato similar para ellos, lo que realmente deberían pedir es que ninguno tenga privilegios ni prebendas. Es decir, la petición debería ser que a los otros se les quiten los privilegios y las exenciones y no que a ellos también les den. Pero por supuesto, lo más fácil es lograr que, a través de presiones y extorsiones, los gobernantes aprueben el que uno pueda tener su negocio subvencionado con los impuestos de los tributarios.

La guinda del pastel la puso la diputada Rosa María de Frade al informarnos que los empresaurios del Transurbano no solo quieren que se les exonere del pago de impuestos, sino que adicionalmente ¡los tributarios les regalamos los buses! Así quien no quiere ser empresaurio del transporte urbano, si es el negocio perfecto: los tributarios les regalamos los buses, las computadoras y todo el equipo que necesitan para trabajar, luego los mismos tributarios les damos un subsidio para que su negocio funcione bien y adicionalmente, no tienen que preocuparse porque alguien les ponga competencia, porque tienen el monopolio de su servicio asegurado por las autoridades, tanto las nacionales como las municipales.

Ante un sistema de incentivos como estos, no nos debe extrañar que tengamos el servicio de transporte urbano que tenemos. ¿Tan difícil será entender esto? ¿O es simplemente que a los gobernantes no les interesa entenderlo porque así como está“todos” ganan? Que conste que ese “todos” se refiere a todos los involucrados en el negocio, es decir, a los del Ejecutivo, a los de la municipalidad, a los diputados y a los empresaurios del transporte, porque los que no ganan por ningún lado son los tributarios que tienen que correr con los costos de este sistema emblemáticamente mercantilista ni tampoco los usuarios del transporte urbano, que se tienen que conformar con un pésimo e inseguro servicio, sin muchas esperanzas de que mejore ya que los incentivos son otros.

No nos engañemos, los del transporte urbano no son empresarios, son empresaurios mercantilistas que viven y florecen a expensas de los tributarios. Lo que están discutiendo ahorita en el Congreso es ampliar los privilegios para estos empresaurios, no mejorar sus servicios. La forma de mejorar los servicios pasa porque exista competencia y para ello hay que eliminar las trabas monopolistas que impone la Municipalidad al asignar rutas y darlas en "concesión".

Mientras no se cambie este sistema, seguiremos encontrándonos con sorpresas como la de que a los del Transurbano los tributarios les regalamos US$35 millones de dólares para que compren sus buses y equipos. Lo que se necesita es menos intervención gubernamental y más libertad, no más subsidios y exoneraciones.


Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 25 de marzo de 2,010.