viernes, 16 de abril de 2010

Segunda oportunidad





La noche del jueves pasado nos trajo la noticia del balazo que le acertaron a Felipe Valenzuela. A estas alturas todavía no está claro el incidente y tendremos que esperar la versión de Felipe, para saber realmente qué pasó; sin embargo, indistintamente de las razones, creo que Felipe tuvo una gran suerte, y Dios le concedió una segunda oportunidad ante la vida.

Hace apenas dos semanas escribía sobre las vidas que quedan inconclusas, al relatar sobre el asesinato de un vecino de oficinas. No sabía qué tan pronto iba a tener otro acercamiento con la muerte. En este caso, todavía más cercano, porque a Felipe lo conozco y aprecio desde hace mucho tiempo.

Sin embargo, en este caso, el desenlace fue diferente. Según las declaraciones que uno de los médicos a cargo del caso dio en el programa que habitualmente conduce Felipe, milagrosamente la bala pasó a milímetros de donde podría haberle ocasionado graves daños, incluida la muerte. ¿Azar, milagro, buen trabajo de su ángel de la guarda? Quién sabe. Lo importante es que a pesar de estar a milímetros de la muerte, una semana después todo apunta a que se recuperará satisfactoriamente y podrá continuar con su vida.

Esto me lleva a reflexionar nuevamente sobre nuestra actitud ante la vida. Felipe tiene ahora algo que no muchas personas tienen: una segunda oportunidad ante la vida. Podría no estarlo contando, pero tendrá esa opción. La diferencia entre la vida y la muerte, en este caso, fue de milímetros o, puesto en otros términos, de milisegundos.

Pero la verdad es que, nos guste o no, en todo momento nosotros estamos ante la misma alternativa. En Guatemala esto es todavía más palpable, siendo uno de los lugares más violentos del mundo y donde no tenemos ninguna certeza de regresar a nuestro hogar por la noche. Todos corremos el riesgo, cada día que salimos, de no volver, de que este pueda ser el último.

Y yo creo que eso debe ser algo de lo que debemos ser conscientes, no para paralizarnos y tratar de vivir en una burbuja de cristal, sino para vivir al máximo nuestra vida. No para amedrentarnos ni dejar que nuestra vida sea manipulada ni dirigida por los antisociales, sino para darnos cuenta de que aún en las circunstancias más extremas todo depende de nosotros y de la actitud con que vamos a enfrentar las cartas que el destino nos dé para jugar.

Quienes pasan por experiencias como la de Felipe pueden llegar a tener una reflexión más profunda sobre el derrotero de sus vidas, pero todos realmente tenemos también esa oportunidad. Pruebe usted hacerlo.

En otro plano, el balazo contra Felipe es uno más de los muchos que los antisociales, sean criminales de poca monta, robacarros, criminales “organizados” o sicarios disparan diariamente contra guatemaltecos honrados, trabajadores, que se dedican día a día a llevar el pan diario a sus hogares. No es posible que siga esta situación; sin embargo, las autoridades han mostrado hasta la saciedad que la seguridad del resto de los ciudadanos (porque la de ellos es muy diferente) les tiene sin el más mínimo cuidado y no es una de sus prioridades. El vicepresidente salió nuevamente con la cantaleta de que la violencia es por culpa de la pobreza, calificando a los pobres de criminales potenciales, en lugar de reconocer que han sido completamente incapaces de ocuparse de esa obligación primigenia de los gobernantes: velar por la seguridad y por que se imparta justicia.

Felipe: ¡Ánimo, y que pronto te recuperes para disfrutar de esa segunda oportunidad!

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 15 de abril de 2,010.

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