miércoles, 29 de diciembre de 2010

Un buen año


Agradezcamos nuestras bendiciones.

Cuando termina un año, casi siempre tendemos a hacer un recuento de cómo nos fue en él. Este probablemente no será la excepción, pero yo lo invito a que, más que los problemas o desgracias que le pudieran acaecer, vea todo lo bueno que le pasó y que eso le sirva para enfrentar los retos que el nuevo año le presente con mucho entusiasmo y determinación.

No podemos obviar que el 2,010 fue un año difícil en el mundo debido a la crisis financiera, pero, aunque no nos haya ido tan bien como otros años, tampoco es que haya sido catastrófico. De hecho, para muchas personas con que he hablado, si bien es cierto no fue uno de los mejores años, tampoco les fue tan mal. En cualquier caso, sea que le haya ido mal o bien en su economía, el año ya pasó y ahora debemos prepararnos para enfrentar el próximo reto.

En los demás aspectos de su vida, muy probablemente tuvo buenas y malas experiencias, éxitos y fracasos, amigos o familiares que se fueron, nuevas vidas y amigos que llegan; por todo lo cual debemos sentirnos agradecidos. Cuando al fin logramos entender que es precisamente de las malas experiencias de las que podemos obtener la mayor sabiduría, aprendemos a estar agradecidos por todo lo que nos pasa, sea bueno o aparentemente malo.

No puedo saber lo que le pasó a usted en este año. Le cuento algunas de las cosas que me pasaron a mí. Este año perdí a mi mentor y amigo, Manuel Ayau, quien fue un gran ejemplo hasta en su partida, ya que batalló largamente y hasta el final con la enfermedad que le tocó enfrentar. Me dejó un vacío que simplemente, no será llenado. Pero me dejó también la satisfacción de haber compartido por casi dos décadas con un gran hombre que siempre defendió sus principios y nuca bajó la guardia. Que durante más de 50 años batalló en el debate de las ideas y gracias a cuya labor, aunque pocos se lo reconozcan, es que Guatemala está mucho mejor de lo que podría estar. Siempre le recordaré.

Este año también tuve un par de sustos con la salud de mis papás, pero gracias a Dios, todo está bien y pudimos concluir el año toda la familia junta, por lo cual también estoy agradecido. Este año mi familia y amigos han sido una gran bendición en mi vida. Por eso también estoy agradecido.

Cumplí varios de los objetivos que me propuse en el año, de otros varios quedé corto, pero logré algunos que no me había propuesto. Uno de los que más satisfacción me ha dado es haber aprendido a cocinar. Si alguien me hubiera dicho hace un año que en el 2,010 cocinaría la cena de Navidad para la familia, no me lo hubiera creído. Sin embargo, gracias a la buenas enseñanzas del Chef Juan Manuel Rossi de Cook & Relax, ahora no sólo yo sino también mi hija, pasamos de no saber absolutamente nada a animarnos a cocinar el pavo para 15 personas. Y por eso también estoy agradecido.

Que vivimos en un país violento en el que cada día es casi una aventura suicida, sí. Que debemos esforzarnos mucho para prosperar a pesar de los gobernantes, también. Pero que eso no nos desanime. Todo lo contrario, que nos impulse a seguir proponiendo cambios al sistema para que podamos, finalmente, encaminarnos a un verdadero Estado de Derecho.

No sé usted, pero yo despediré el año 2,010 como un buen año, en el que, a pesar de los reveses, los obstáculos, las angustias, las tristezas, tuvimos éxitos, vencimos retos, nos sobrepusimos a la adversidad y sobre todo, fuimos felices. Y por todo eso, estoy agradecido. Le deseo que el 2,011 le traiga muchos retos, éxitos y bendiciones.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 30 de diciembre de 2,010.

viernes, 24 de diciembre de 2010

La senda olvidada


No olvidemos el sentido de la celebración.

Estamos a unas horas de que se celebre una de las fiestas más tradicionales de la cristiandad: la Navidad. La forma de celebrarlo varía entre países, regiones y pueblos, pero el centro de la celebración es el mismo: el nacimiento de Jesús en Belén, hace un par de milenios. Sin embargo, en medio de las tradiciones y celebraciones, los abrazos y la comida, generalmente quedan pocas oportunidades de conmemorar la Navidad por lo que realmente representa.

Y esto no es solo por las carreras de la época; de hecho, en muchos casos y desde hace varios siglos las mismas tradiciones que se le han ido añadiendo a la celebración han nublado el camino, haciendo cada vez más difícil el transitarlo. Yo veo esto desde dos perspectivas: el lado fraternal y el lado espiritual.

La Navidad se ha convertido en muchos países en la celebración familiar por excelencia, y Guatemala no es la excepción. Es el momento ideal para reunirse con toda la familia, disfrutar juntos de los alimentos, compartir buenos deseos y bendiciones, intercambiar regalos y, en general, pasar un buen rato con los familiares, con quienes quizá difícilmente nos reunimos en otras ocasiones. Y eso está bien. Creo que todos necesitamos de momentos como estos, en donde los lazos familiares se refuercen.

Como muchos han comentado, se llega a incluso sentir un “espíritu navideño” que básicamente se refiere a un cambio de actitud en muchas personas, quienes durante el mes de diciembre se vuelven más afables y amables que de costumbre. Y eso también está bien. Claro que sería mejor que el “espíritu navideño” les durara más tiempo, pero por lo menos algo es. En Guatemala, especialmente, donde hasta tocar la bocina en el tránsito puede ser ofensa suficiente para que alguien lo balee a uno, ese cambio de actitud es más que bienvenido.

Pero el inicio de todo esto es el significado espiritual de la Navidad. Para quienes nos confesamos cristianos, esta representa el parteaguas de la historia, precisamente porque celebra el inicio de la vida en la Tierra del Cristo y, por ende, del clímax del plan de redención. Parece poco pero, al final, todo el cristianismo se basa precisamente en la vida, muerte y resurrección de Jesús. Como muy bien lo dijo Pablo: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”. Pero esto, dos milenios después, parece para muchos tan lejano, que hasta pena les da reflexionar y comentar al respecto.

La Navidad ha pasado por varias etapas en mi vida. De pequeño, era una etapa fenomenal, por el árbol, los adornos, los regalos, el viaje a la capital a visitar familiares y amigos; en fin, una época esperada. Luego pasé por mi etapa de extremista, en la que dicha celebración era casi anatema, por pagana, al grado de que creo que era el día en el año en que más temprano me acostaba, para no estar “presente” durante la misma. Etapa esta de la que, afortunadamente, salí hace ya bastante.

Con el tiempo uno va aprendiendo la mesura. Ahora la Navidad para mí tiene mucho de ambos temas, lo fraternal y lo espiritual. Es una reunión familiar —y este año hasta vamos a cocinar el pavo en nuestra casa—, pero también tengo muy presente lo que conmemora. Y lo que represente para cada quien, está bien. Usted aprenda a disfrutarla y, si tiene a bien aceptar mi consejo, por lo menos dedique un minuto de su tiempo a reflexionar sobre el origen de la misma. ¡Que pase una muy feliz Navidad!

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 23 de Diciembre de 2,010.