jueves, 17 de marzo de 2011

Su pasado los alcanzó


Uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras.

“Ellos cuentan con la complicidad del Ejecutivo, y con los atropellos vividos la semana pasada, un fraude es evidente”, fueron las palabras del candidato Álvaro Colom el 31 de julio del 2003, cuando se oponía a la inscripción de Efraín Ríos Montt como candidato presidencial, argumentando que era una “flagrante violación de la Constitución” y que por lo tanto harían todo lo posible para impedirla.

Pero no fue solo el candidato Colom quien se opuso fervientemente a dicha candidatura; también lo hizo su esposa, Sandra Torres de Colom. Ella participó en la Alianza contra la Impunidad (ACI), haciendo campaña en contra de la inscripción del susodicho general.

Las declaraciones de los integrantes de esta organización fueron categóricas: “Lamentamos profundamente la existencia de magistrados, sin mayúscula y sin honorabilidad, que han acertado un duro golpe al estado de Derecho y se han convertido en la vergüenza del pueblo, haciendo de su profesión un sucio negocio político y transformando a una institución como la Corte de Constitucionalidad en un circo”.

Continúa la nota: “La ACI dice que fomentar la impunidad debe ser penalizado, máxime cuando se trata de ‘profesionales’ que fueron comprados para emitir un voto inconstitucional y quienes debieran ser ejemplo de defensa del orden constitucional”.

De seguro a los Colom nunca les pasó por la mente que, ocho años después, iban a estar del otro lado de la cerca, siendo ahora ellos los acusados de “violar la Constitución”.

Eso le suele suceder a la gente que es categórica e implacable para criticar a otros sin siquiera percatarse de su propio techo de vidrio ni mucho menos reflexionar que las acusaciones emitidas pueden regresar a perseguirles con el andar del tiempo.

Por eso la sabiduría popular dice que uno es dueño de su silencio, pero esclavo de sus palabras. Especialmente si las palabras que uno emite quedan registradas, como suele ser en el caso de los personajes públicos (y de quienes escribimos).

Y eso es exactamente lo que le sucede ahora a la pareja presidencial. Sus palabras han vuelto para perseguirles. Y aunque el artículo que se les aplica a ellos es uno distinto al del general, la controversia es la misma, lo más probable es que se deba dirimir de la misma manera y, por si eso no fuera suficiente coincidencia, deberá también ser solucionado por magistrados de la Corte de Constitucionalidad sobre los cuales podrían recaer exactamente las mismas acusaciones que ellos hicieran en su momento, es decir que su nombramiento se debió a su disposición para violar la Constitución con tal de agradar a sus “jefes”. Irónica la vida, ¿no?

Pero no cante usted victoria, porque la sabiduría popular tiene sus excepciones, entre las que destacan los politiqueros (algunos dirán que también los abogados). Para este grupo no importa lo que hayan dicho sus anteriores palabras, estas siempre se pueden cambiar, ampliar, explicar, justificar y, en última instancia, negar y atribuirlo todo a una conspiración de mala fe en su contra.

Dentro de poco veremos un ejemplo de esta incongruencia y desfachatez en vivo y a todo color.

El candidato Colom decía en aquel entonces: “Pareciera que ahora los zanates les disparan a las escopetas”. En efecto, presidente Colom, “pareciera que ahora los zanates les disparan a las escopetas”.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 17 de marzo de 2,011.
Foto: La Hora.

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