Todavía falta mucho por recorrer para entender las causas de la corrupción y por consiguiente para combatirla.
Mi
artículo de la semana pasada generó bastantes comentarios que me llevan a considerar
que si bien es cierto ya hay mejor entendimiento del “mecanismo”, todavía falta
mucho por recorrer para entender las causas de la corrupción y por consiguiente
para combatirla. Entender esas causas es de trascendental importancia
-especialmente en el actual contexto guatemalteco- si queremos romper el
mecanismo y encaminarnos en la senda correcta.
Lo que estamos
presenciando actualmente en Guatemala es una persecución en contra de algunos
corruptos, lo cual es necesario hacer y, si se hace correctamente y no
simplemente como pantalla para una lucha de poder, contribuirá a elevar el
nivel de “riesgo” para todos aquellos que quieran aprovecharse del poder para
enriquecerse ilegítimamente. Pero esto, por definición, solo es una medida
paliativa que combate los efectos, pero que no va orientada a la eliminación de
las causas que la originan.
Hay que entender
que la corrupción y muchas otras injusticias se originan en el abuso del poder.
Esto se ha entendido desde hace milenios y la historia humana gira alrededor
del intento de algunos –pocos, lamentablemente- por limitar los abusos de
quienes detentan el poder. Debo aclarar que aunque la mayoría resienten el
abuso de poder, en muchos casos, lo que realmente resienten es que sean “otros”
los que detentan el poder y gustosamente abusarían del mismo en caso de ser
ellos quienes lo detentaran. Como bien lo planteara Frederic Bastiat hace casi
dos siglos, “el estado es esa ficción por medio de la cual todos quieren vivir
a expensas de los demás”.
Pero la lucha de
esos pocos a lo largo de los siglos ha permitido que se vayan encontrando
formas para limitar el poder. Ninguna es perfecta y siempre habrá gente
interesada en aprovecharse, por ello es importante, para verdaderamente luchar
contra la corrupción reducir el poder arbitrario de los funcionarios, cambiar
el sistema, cambiar los procedimientos, en general, reducir la injerencia del
gobierno en la vida de los ciudadanos. No hay otra salida.
Se deben reducir las atribuciones del gobierno a sólo aquellas esenciales para garantizar la vida, la libertad y la propiedad de las personas.
Se deben reducir
las atribuciones del gobierno a sólo aquellas esenciales para garantizar la
vida, la libertad y la propiedad de las personas. Todo lo demás que se le pida
al gobierno que haga, no solo no lo hará bien sino que además se convertirá en
nuevas oportunidades para que los pícaros se aprovechen de los ciudadanos. Es
irónico que muchos dicen estar en contra de la corrupción, pero al mismo tiempo
buscan que “el gobierno” les resuelva todos sus problemas. Si no se entiende la
contradicción inherente que hay en esta forma de pensar, nunca se podrá
combatir “el mecanismo”.
Este creo que es uno
de los principales obstáculos para combatir la corrupción: que mucha gente no
entiende que mientras más funciones le den al gobierno, más posibilidades habrá
de que se incremente la corrupción. Por tanto, considero que esta es la batalla
más importante a pelear si queremos realmente combatir la corrupción. Lograr
que la gente entienda la relación de causalidad que existe entre la cantidad de
cosas que el gobierno hace y la cantidad de corrupción que hay.
Y digo que es uno
de los principales obstáculos porque mientras la gente no entienda esto, será
imposible hacer los cambios necesarios para empezar a resolver el problema.
Como lo puse en el artículo de la semana pasada, esos cambios deben ir
encaminados a limitar el poder discrecional de los funcionarios, pero no se va
a poder hacer mientras la gente lo que pide es que se les dé más poder. ¿Por
qué será tan difícil entender esto?