En las últimas dos semanas he analizado la propuesta del Centro de Estudios-Económico Sociales (CEES) para salir de la crisis en la que hemos vivido por tantos años, y que ahora se agrava aún más, con la crisis global, de la cual ya se empiezan a sentir las primeras oleadas.
Dos puntos restan a esta propuesta, uno de ellos es mantener la apertura comercial y simplificar los trámites relacionados con el comercio exterior, para beneficiar al consumidor guatemalteco. Debemos comprender que una de las razones que complicaron la crisis de los años 30 del siglo pasado (la Gran Depresión) fue que la mayoría de países se cerró al comercio. No debemos cometer el mismo error ahora; lo que se debe hacer es abrirnos más al comercio, y no cerrarnos. Los políticos reconocen el beneficio que tiene la eliminación de los aranceles. Un buen ejemplo de esto es que el mismo presidente Álvaro Colom ordenó el año pasado la eliminación de los aranceles a productos de primera necesidad, aduciendo que era para hacerlos más accesibles a los ciudadanos (o sea, que bajaran de precio) y para paliar la crisis que en ese momento arreciaba, por una escalada de los precios internacionales.
Si quitar los aranceles al pollo, arroz o maíz es bueno, ¿por qué no lo sería para la ropa, zapatos, electrodomésticos y carros? Es obvio que los políticos lo entienden e incluso lo aplican, pero como en todo el mundo existen aranceles y aduanas, y temen que sus ingresos fiscales para continuar haciendo fiesta con fondos públicos terminen, siguen manteniendo estas barreras al progreso y condenándonos a seguir pagando productos caros a costa de nuestros ahorros y consumo. El “proteccionismo” de esta medida es solo para aquellos que quieren continuar viviendo a costillas del pueblo.
Y el último punto, y no por eso menos importante, propone el regreso progresivo al patrón oro, y desregular el sector financiero. Hay que entender que la causa primaria y el verdadero origen de la crisis global actual es la manipulación monetaria por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (la “Fed”). Como muy bien lo explica la teoría de ciclos económicos de la Escuela Austríaca de Economía, esa manipulación de la “masa monetaria” que hacen los funcionarios de los bancos centrales hace que constantemente estemos oscilando entre el crecimiento y la recesión (el famoso boom and bust). La única forma de evitar ese péndulo constante es quitarles a los banqueros centrales la decisión discrecional sobre la dichosa “masa monetaria”, y para ello, lo mejor es llegar a una moneda respaldada por oro.
Se ha dicho mucho sobre la supuesta “falta de regulación” como responsable de la crisis actual, pero eso no es cierto. De hecho, lo contrario se acerca más a la realidad. Una sobrerregulación, además bastante enmarañada en el sector financiero, aunada a la expansión crediticia promovida por la Fed estuvieron en el centro de la crisis. Hacia donde debemos encaminarnos es a un sistema más abierto que permita mayor competencia y que devuelva la responsabilidad de los resultados de las acciones a quienes las toman. La respuesta de muchos gobiernos a la crisis ha sido peor que la enfermedad, ya que lo que han hecho es quitarles a muchas personas la carga de la responsabilidad sobre las decisiones que tomaron, fomentando todavía más la irresponsabilidad. Ojalá que nuestros funcionarios recapaciten y no sigan el mismo camino.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 29 de enero de 2009.