miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nunca funcionó












A todos nos alcanza la realidad, incluso a Fidel Castro.


La controversia sobre las declaraciones en las que Fidel Castro le dijo a Jeffrey Goldberg y a Julia E. Sweig que "el modelo cubano ya no nos funciona ni siquiera a nosotros", le ha dado la vuelta al mundo. Aunque Fidel luego ha tratado de explicar que le entendieron mal, lo cierto es que reconoció algo que casi todos, menos los socialistas más fundamentalistas siempre hemos sabido: ese sistema nunca funcionó.

Cuando suceden casos así, se suele comentar a raíz de testimonios de segunda mano y rápidamente se deriva el efecto de teléfono descompuesto. Para no caer en errores, fui a buscar la fuente original, el blog de Jeffrey Goldberg, "Goldblog", quien es periodista de la revista The Atlantic. Para tener aún mayores elementos, también escuché una conferencia de prensa telefónica que dieron este lunes Goldberg y Sweig, Directora de Estudios Latinoamericanos del Consejo sobre Relaciones Exteriores.

Según cuenta Goldberg, Fidel lo invitó a Cuba a raíz de un artículo que publicó sobre Irán e Israel. De lo que ha contado hasta la fecha en su blog (después publicará un artículo completo en la revista) la preocupación principal de Fidel era la posibilidad de una guerra nuclear a raíz de las tensiones entre Irán e Israel, y enviarle un mensaje a Ahmadineyad para que modere su antisemitismo. No sé que irá a decir Ahmadineyad, pero al que si le llegó este mensaje fue a Chavez, que ahora salió diciendo "respetamos y queremos" a los judíos. Por cierto, Fidel también manifestó estar arrepentido por su papel en la crisis de los misiles de 1963.

Fue durante un almuerzo en el que Goldberg le preguntó a Fidel: "¿Cree que el modelo cubano es algo que todavía vale la pena exportar?". A lo que Castro le respondió: "El modelo cubano ya no nos funciona ni siquiera a nosotros".

Luego de que esta afirmación del dictador cubano (exdictador, para algunos) le diera la vuelta al mundo, Castro intentó cambiar el sentido de sus declaraciones. El viernes pasado expresó que si bien es cierto, sí fue eso lo que dijo, "Lo real es que mi respuesta significaba exactamente lo contrario de lo que ambos periodistas norteamericanos interpretaron". Goldberg respondió ese mismo día en su blog: "lamento decirlo, pero la expresión 'el modelo cubano ya no nos funciona ni siquiera a nosotros' significa 'el modelo cubano ya no nos funciona ni siquiera a nosotros'". Incluso dijo que, como experimento, haría la prueba de darle el sentido contrario a lo que Fidel dijo, y lo puso así: "El modelo cubano funciona tan bien para nosotros que lo queremos exportar", lo que claramente no tiene ninguna relación con sus declaraciones. Pero lo que es más, tampoco lo tiene con las noticias recientes de que van a despedir a medio millón de "trabajadores del estado" porque simplemente el sistema ya es insostenible.

Es un triste epitafio para la vida de un dictador, esclavista y asesino, terminar reconociendo que aquellas cosas por las cuales les desgració la vida a muchos millones de personas, cubanos y no cubanos, eran una mentira. La realidad siempre nos alcanza y Fidel no podía ser la excepción. El "sistema cubano" nunca funcionó, ni podría funcionar, simplemente porque viola el derecho fundamental a la libertad que todas las personas tenemos. Lástima que hasta ahora lo reconozca Fidel. ¿Cuántas vidas se pudiesen haber salvado si él hubiera tenido los pantalones para reconocer su error hace 50 años y no ahora que es él quien enfrenta las puertas de la muerte?

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 16 de septiembre de 2,010.

Foto: Foto de Jeffrey Goldberg con Fidel Castro en el acuario de la Habana. Atrás de Goldberg está Celia Guevara, hija del Che. Foto publicada por Jeffrey Goldberg en su blog.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La lluvia, ¿culpable?













Un nuevo ejemplo de las consecuencias de la falta de responsabilidad en las deciciones públicas.


La crisis que estamos vivien-do actualmente en Guatemala no es responsabilidad de la lluvia. A ella, a lo sumo, se le puede acusar de ser la gota que rebalsó el vaso, con lo que se desencadenó una serie de tragedias. Quizá el cargo que se le pueda imputar sea el de cómplice, pero muy probablemente saldría libre bajo la figura de “colaborador eficaz”, ya que si seguimos las pistas que va dejando, encontraremos a los verdaderos responsables.

Lamentablemente para ella, todavía no han logrado escoger a quién se encargue de la defensoría pública para que le pueda brindar asesoría de cómo defenderse de las acusaciones que contra ella han interpuesto el presidente, el ministro de Comunicaciones y los contratistas del Estado. Todos ellos, y algunos más, la acusan de ser la culpable de los derrumbes, de los deslaves, de los puentes caídos y del deplorable estado en que se encuentra la mayoría de las carreteras del país.

Probablemente sí, la lluvia sea en parte culpable de las tragedias recientes, pero no es responsable de ellas. La responsabilidad debería caer sobre muchas personas que durante largos años —que no sólo en la administración actual— han “mamado de la teta” de los tributarios, cobrando y pagando carreteras de a cien, pero entregando y recibiendo carreteras de, a lo sumo, cuarenta, mientras entre ellos se reparten el resto. Es la historia de nunca acabar. Los funcionarios que “piden” comisión para conceder trabajos a empresaurios que se han acostumbrado a ser “contratistas del Estado”. Y los empresaurios, que no empresarios, que se han acomodado a ese sistema corrupto con tal de poder seguir disfrutando de los buenos ingresos que obtienen en esas obras. De hecho, estos son todavía más responsables, porque los funcionarios generalmente lo más que duran son cuatro años, pero los empresaurios, con las salvedades de los funcionarios que se gradúan a “contratistas”, siguen siendo los mismos. Con cada nueva administración, lo que cambia es a quién le pagan la comisión y de cuánto es. En algunos gobiernos, los funcionarios se han vuelto muy “chuchos” y piden comisiones exageradas. Cuando esto ha sucedido, hasta los empresaurios se han quejado, pero cuando uno les dice que por qué no los denuncian, la respuesta siempre es la misma: “Si no nos dan más trabajo”.

Lo que los hace a todos cómplices y responsables, no sólo de la corrupción, sino de todas las tragedias y muertes que se dan como consecuencia de la deficiente infraestructura que se obtiene por tener que bajar la calidad para que “salgan las cuentas”.

No acuso a todos, porque sí he encontrado a algunos que realizan su trabajo a conciencia. De hecho, admiro mucho a alguien que, aún dedicándose a la construcción, me dijo una vez que él prefería, aunque no creciera mucho, trabajar sólo con empresas privadas, porque en los trabajos con el gobierno siempre había que caer con “mordidas”.

Así que no nos dejemos engañar. La lluvia fue sólo el detonador. Los responsables son los funcionarios públicos y quienes les han trabajado, repito, no sólo en esta administración, sino también en las anteriores. Todo esto no exime de responsabilidad a quienes, adicionalmente, se han encargado de desviar los recursos para otros fines.

¿Es la solución darles más dinero? Para nada. Con ese dinero va a suceder exactamente lo mismo. El culpable es el sistema benefactor mercantilista que tenemos y todos aquellos que se han aprovechado de ese sistema para su propio beneficio. Mientras no se cambie el sistema, los resultados no serán muy diferentes.

Publicado en Prensa Libre el jueves 9 de septiembre de 2,010.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Conspiración Libertópolis






Los que ven micos aparejados por cualquier lado... ¿será que están viendo el espejo?


Por estos días han circulado en el Internet un pasquín y una entrevista hecha a uno de los autores del pasquín, en la que elaboran toda una teoría de la conspiración sobre cómo, según ellos, se está fraguando un golpe de Estado contra Colom. Una buena parte de su ridícula teoría la tejen alrededor de Libertópolis, empresa de la que orgullosamente formo parte.

Como suele suceder en esas disparatadas teorías de la conspiración, nos atribuyen un poder extremo para influenciar lo que sucede en los medios de comunicación, al manejar, cual titiriteros, a muchos periodistas. A los autores de tal teoría les digo, no hay tales: solo existe en su fumada mente; pero muchas gracias por considerar que tenemos tal nivel de influencia.

Las teorías de la conspiración encajan muy bien en la mentalidad de aquellos que consideran que siempre debe haber alguien que esté controlando las cosas, quienes creen que sin esos controles los estúpidos seres humanos (el resto, no ellos) acabarían con la humanidad. Son casi siempre los mismos que propugnan porque el Gobierno tenga todo el control posible sobre la vida de las demás personas, ya que, según ellos, de otra manera el caos reinaría. Son los mismos que nunca pueden entender el orden espontáneo porque, aunque no lo reconocen abiertamente, desprecian al resto de las personas y consideran que no son capaces de actuar para su propio beneficio, sino que necesitan a alguien que siempre les esté guiando y les diga por dónde deben ir, qué deben comer, en qué pueden trabajar. Pero sobre todo, ellos mismos son conspiradores, les gusta manejar las cosas por detrás y no hacen más que juzgar por su propia condición, como el león.

Si entendemos la acción humana, no podemos darle el más mínimo crédito a las teorías conspiracionales, ya que la mayoría de ellas, incluida la del pasquín de marras, implican que los seres humanos son simples piezas, tontas y sin iniciativa, de un gigantesco juego de ajedrez, que solo hacen y dicen lo que el “titiritero” (el conspirador) los lleva a hacer y decir. Claro, quienes propugnan estas teorías, en efecto lo creen así, con lo que demuestran no solo su total desconocimiento de la acción humana, sino también su total desprecio por las demás personas.

Nosotros, por otra parte, siempre hemos defendido el derecho que tienen todas las personas, todos los individuos, a buscar su propia felicidad por los medios y caminos que mejor estimen convenientes, siempre y cuando no violen el mismo derecho que tienen todos los demás. Sería irónico y risible que, si fuéramos “conspiradores”, hiciéramos todo lo posible para que nuestras propias conspiraciones fracasaran, fomentando el libre albedrío de las demás personas.

Es precisamente por la estupidez que reflejan quienes elaboran tales teorías que no vale la pena prestarle atención a sus desvaríos. Ni vale la pena, siquiera, analizar la secuencia que siguen en su pensamiento para llegar a las conclusiones a que llegan, ya que si uno tiene aunque sea un poco de conocimiento sobre las circunstancias, rápido ve que se fuman las conclusiones a partir de hechos aislados cuyos detalles desconocen, sea por ignorancia o por mala fe, al igual que lo hacía, por cierto, Carlos Castresana con algunas de sus “verdades interinas”.

Así que, cuando le lleguen con las teorías de la conspiración, pídales que mejor le cuenten una de vaqueros. Y si quiere forjarse su propia opinión, escúchenos en la 100.9 FM, 560 AM y en www.libertopolis.com.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 2 de septiembre de 2,010.