viernes, 11 de noviembre de 2011

¿2 vueltas, 2 presidentes?

Es una falacia argumentar que ahora tenemos un presidente de la capital y uno del interior.

Concluida la segunda vuelta creo importante reflexionar sobre los análisis que algunos medios y políticos han hecho de los resultados. En particular me interesa el concepto de la segunda vuelta y el de las “dos Guatemalas”, la de la capital y la del interior.

Desde el 22 de septiembre, 45 días antes de la segunda vuelta, yo publiqué en este espacio mi previsión de cómo quedarían los resultados, haciendo proyecciones con base en los números de la primera vuelta. Dije que el resultado quedaría:“el PP más o menos en 55 por ciento, y Líder en 45 por ciento”. Los resultados finales me dieron la razón, quedando apenas a 1.26 puntos porcentuales de diferencia, lo que por un lado representa una previsión casi exacta del resultado, y por el otro reafirma mi argumento de que deberíamos eliminar el sistema de dos rondas y mejor utilizar el sistema de rondas simultáneas propuesto por el CEES. De esta manera nos ahorraríamos los costos de la segunda vuelta, pero más importante, los costos futuros de las negociaciones entre ambas vueltas que, como demostré con mi previsión, no cambian mucho la inclinación de los votantes.

El otro tema es que “tenemos un presidente de la capital y uno del interior”. Eso es una falacia que no soporta el mínimo análisis. Esta percepción se alimenta de ver los resultados pintados en un mapa y como en 12 departamentos —los más grandes en área— obtuvo más votos el candidato perdedor y solo en 10 el candidato ganador, entonces el mapa se ve más rojo que naranja y, por ende, creen algunos que si fuera por los votantes del interior, Baldizón sería el presidente.

Este análisis es completamente erróneo. Primero, esta es una elección nacional, no departamental, por lo que lo que cuenta es el resultado en todo el país y no el de cada departamento en particular. Si en Guatemala se eligiera a los gobernadores podríamos quizá inferir que Baldizón podría ser gobernador en cualquiera de esos 12 departamentos, y Pérez en los otros 10, pero nada más.

Luego, en todos los departamentos obtuvieron votos ambos candidatos, en algunos la diferencia es más marcada y en otros más cercana, pero hay muchos ciudadanos en todos los departamentos que votaron por Baldizón y muchos que votaron por Pérez.

Pero lo más importante son los números. Si quitamos los datos del departamento de Guatemala veremos que el resultado es igual, Pérez gana el primer lugar y Baldizón queda en segundo, aunque con menos diferencia, ya que la diferencia en este departamento sí es grande. Los números sin el departamento de Guatemala son: PP 51.65% y Líder 48.35%. Si quiere llevar el argumento al extremo, y quitamos solo los datos del Distrito Central —municipio de Guatemala—: PP 50.76% y Líder 49.24%.

Si fuera válido el análisis, que no lo es, ¿quién sería el presidente “del interior”? Otto Pérez.

Ahora bien, lo que sí es importante y deben tomar muy en cuenta los del PP es que la diferencia no es tanta como de seguro ellos quisieran —¿recuerdan lo de que ganaba en primera vuelta?— y que no tienen un cheque en blanco para gobernar a su sabor y antojo.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 11 de noviembre de 2,011.

Infografía: Siglo21

Promesas democráticas

De nada sirven las promesas, si lo que hay que cambiar es el sistema.

Promesas van, promesas vienen, y el domingo se detienen, pero lo más seguro es que, indistintamente de quién gane la segunda vuelta, los guatemaltecos seguiremos en las mismas condiciones. Esto es así porque el principal problema no son los candidatos a ocupar la Presidencia del Ejecutivo, sino el sistema bajo el cual vivimos, que prácticamente les permite hacer lo que se les da la gana, una vez electos. Es el problema de quedarnos en la democracia y no llegar a la República.

Como ya nos debería haber quedado muy claro, las promesas de los políticos generalmente se quedan en solo eso: promesas. El que mejor lo describió fue Alfonso Portillo, quien, ya en el ejercicio del poder, declaró claramente que los políticos son “vendedores de sueños”. En pocas palabras, van a ofrecer todo aquello que crean que es un anhelo de los votantes, con tal de convencerlos de que les premien con su voto, pero una vez electos, “si te vi no te conozco”.

De ahí que, ante la falta de planes concretos, de gabinetes desconocidos, de muchos, variados y contradictorios ofrecimientos, ¿qué puede uno creer que van a hacer?

No se necesita, por ejemplo, hacer un gran estudio cuali y cuantitativo para saber que en Guatemala la preocupación principal de la mayoría es la inseguridad. Cualquiera que haya vivido más de dos semanas en nuestro país lo sabe, probablemente por experiencia propia. Así que no nos debe extrañar que uno de los principales ofrecimientos sea el de la seguridad. Lo que nunca explican es cómo y con qué recursos lo van a hacer. El mejor (o peor) ejemplo de esto lo tenemos en los actuales gobernantes que ofrecieron “seguridad con inteligencia” y las dos han brillado por su ausencia. Y por si no fuera suficiente, ya electos tuvieron el descaro de decir que si queríamos seguridad que pagáramos más impuestos porque los que ya pagábamos los iban a destinar a sus “proyectos sociales”.

Tampoco se necesitan los estudios para saber que la siguiente preocupación es la billetera. Y aquí también han ofrecido el oro y el moro, con tal de convencernos de entregarles nuestro voto. No es de extrañar que también caen en tantas contradicciones. Al final no importa si a uno le parece algún ofrecimiento de uno de los candidatos o un par de los del otro, ya que, para principiar, con los demás ofrecimientos neutralizan cualquier beneficio que aquellos pudieran producir, y al final uno nunca puede estar seguro de que vayan a cumplir con lo que ofrecen o simplemente nos están “vendiendo sueños”.

Por eso es que en lo que debemos enfocarnos es en encaminarnos hacia una verdadera república, en la que a los gobernantes se les limite el poder y no puedan pasar por sobre los derechos de nadie. Para que no tengamos que desear que llegue el “menos peor” y rogarle a Dios que su administración no sea “tan mala”, sino que estemos seguros de que, aunque el primer mandadero —mandatario, le dicen algunos— sea el peor que pudiéramos tener, las instituciones limitarán el daño que este pueda hacernos.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 3 de Noviembre de 2,011.