A nadie debería extrañar el efecto que produce la legislación absurda.
Muchas personas critican el que en Guatemala los partidos políticos no sean más que “vehículos electorales” que quienes están interesados en pasar a “mejor vida” utilizan para poder echar mano a los fondos de los tributarios. Si bien es cierto, esta es la triste y cruda realidad, lo importante es buscar cuáles son las causas y combatirlas, y no los efectos. En este caso particular no hay mucho pierde, el sistema está diseñado, quien sabe si por ignorancia, casualidad o mala fe, para funcionar así. Si queremos que sea diferente, lo que hay que cambiar es el sistema.
Puede haber muchos detalles dentro de la legislación que fomenten los vehículos electorales, pero el principal es la prohibición para que los partidos políticos hagan cualquier clase de propaganda en épocas no electorales. En un mundo ideal, esta norma evitaría que los políticos estén todo el tiempo en campaña, que quienes ya se encuentran en el poder se puedan dedicar a “hacer su trabajo” y que los demás nos podamos dedicar a nuestros quehaceres tranquilamente.
Pero estamos muy lejos de vivir en un mundo ideal. Los políticos de todos modos están todo el tiempo en campaña, aunque bajo de agua para que no los regañen los del TSE. Los políticos que ejercen el poder utilizan el aparato estatal —y los fondos de los tributarios— para mantenerse en campaña durante cuatro años con la esperanza de lograr la reelección. Y los ciudadanos obtenemos lo peor de los dos mundos: políticos “en la llanura” que todo el tiempo están tratando de contrarrestar la propaganda de los que están en el poder, y para ajuste de penas, tenemos que pagar con nuestros tributos la factura de la propaganda de estos últimos.
Creo que esta prohibición es la principal responsable del efecto “vehículo electoral”. ¿Y qué otra cosa podemos esperar si los incentivos así están puestos? Ejemplos recientes son el partido Viva, que intentó hacer una campaña de afiliación de nuevos miembros, y el TSE los mandó callar; y Victoria, que el TSE de una vez canceló. ¿Qué les queda a los demás políticos? Pues hacer lo que pueden “bajo el radar del TSE” o quedarse de brazos cruzados tres años y el año electoral hacer cuanto puedan para ser el vehículo de turno.
Esta limitación tiene muchos efectos secundarios. Uno de estos, creo yo, es el que muchos que tienen aspiraciones políticas se metan a periodistas para darse a conocer mientras llegan las elecciones y saltarse así las trancas políticas. Complementariamente, cada cuatro años los políticos tratan de convencer a quienes se dedican al periodismo de que se unan a sus proyectos electorales con la idea, precisamente, de aprovecharse de esa exposición pública que ya han tenido. Con 18 años de trabajo periodístico e innumerables ofertas de ese tipo rechazadas, puedo dar fe.
No me extrañaría que la famosa limitación haya iniciado con algunos políticos en el ejercicio del poder, a quienes se les ocurrió que de esa forma anularían a la oposición mientras que ellos tendrían la oportunidad de utilizar la propaganda gubernamental para su provecho político durante cuatro años.
O quizá fue por simple ignorancia o haraganería de los diputados de turno de no pensar en todas las consecuencias de largo plazo que tienen sus decisiones.
Lo importante es que esa limitación está y, mientras no se elimine y se permita que los partidos políticos puedan dedicarse a “hacer política” libremente todo el tiempo, lo único que tendremos siempre serán “vehículos electorales” pasajeros.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 18 de marzo de 2,010.