jueves, 24 de junio de 2010

¿Evidencias?

Una vez más, nos quedamos con la sensación de que nos dijeron sólo lo que conviene a sus fines...

La reciente conferencia de prensa, como es usual en la Cicig, dejó más dudas que las que resolvió, siendo la principal: ¿por qué tanto énfasis en un caso que, en última instancia, no tiene que ver con el objetivo primordial por el cual fue creada y, por otro lado, qué pasó con todo lo que supuestamente sí debería estar haciendo?

Quienes vendieron la Cicig dijeron que era la única forma de combatir el crimen organizado enraizado en las “estructuras del poder público”. Si este es el propósito principal de la Cicig y es cierta la hipótesis que ellos mismos plantearon sobre el caso Rosenberg, no veo por qué han volcado tantos de sus recursos a seguir con este caso, a menos que la acusación de Rosenberg en su video sí sea cierta. Porque en la hipótesis de la Cicig, de lo que se acusa a los Valdés Paiz es de mandar a matar a un supuesto extorsionador —que resultó ser Rosenberg—, lo que es un crimen, pero difícilmente los eleva a la calidad de “crimen organizado”.

Entiendo que el propósito principal de la conferencia de prensa era exponer las “evidencias” en contra de Conrado Reyes que justificaban la solicitud de quitarlo del MP. Supuestamente la Cicig tenía pruebas de su vinculación con el crimen organizado y por eso pidió al presidente que no lo designara. Este martes, Colom mismo dijo que cuando escogió a Reyes la Cicig no tenía pruebas en su contra (elPeriódico, 22/06/10, p. 3).

Castresana dijo que a raíz de las investigaciones contra los Valdés habían descubierto una vinculación de Reyes. Y entonces se dedica a exponer conversaciones telefónicas entre allegados a los Valdés, que según él desenmascaran dicha vinculación.

Las conversaciones que presentó en la conferencia indican que probablemente sí existía la intención de realizar tráfico de influencias con Reyes para el caso Valdés. Pero sólo eso: la intención. No presenta, por ejemplo, una llamada en la que Reyes les haya dicho que iba a engavetar el caso, o algo por el estilo.

Luego hace una relación en la que indica que Diego Moreno es hermano de José Manuel Moreno, “quien fue gerente del aeropuerto” y quien supuestamente estaba relacionado con Carlos Quintanilla porque el encargado de seguridad aeroportuaria era Juan Roberto Garrido —que fue quien llegó al MP con Reyes—. Lo que Castresana no dijo fue que Garrido ya estaba en ese puesto cuando llegó Moreno, y que este, a los pocos días de tomar posesión, prescindió de sus servicios. ¿Por qué no lo dijo Castresana? Sólo se me ocurren dos posibilidades: a) no lo sabía, lo que es preocupante porque deja muy mal parada la supuesta “profesionalidad” de la Cicig y denotaría cómo Castresana hace acusaciones “contundentes” sin tener los pelos de la burra en la mano; y b) sí lo sabía, lo que es todavía más preocupante, ya que implicaría que mintió para amoldar las supuestas evidencias a favor de su hipótesis.

Luego hay otras inconsistencias —por no decir falsedades— en sus acusaciones, como por ejemplo que Reyes recontrató a una señora Barco, que supuestamente había sido despedida del MP por anomalías en un caso de narcotráfico. Esta señora declaró luego a Prensa Libre (16/6/10, p. 3) que nunca fue despedida y que además estuvo laborando en la unidad de escuchas telefónicas. Y eso durante la administración de Velásquez Zárate, el ungido de la Cicig. ¿Y entonces?

Nuevamente, me quedé sin espacio, pero siempre dejo la principal pregunta: ¿acaso nadie en la Cicig se ha percatado a dónde van a dar casi todos los cabos sueltos? ¿O en ese caso prefieren voltear a ver para otro lado?

Artículo publicado en Prensa Libre, el jueves 24 de junio de 2,010.

Libertad Coartada

El resultado, no sé si el objetivo, de las acciones de la Cicig es coartar la libertad de expresión.

Con las capturas de la semana pasada y la conferencia de prensa de este lunes, la Cicig inició una campaña para coartar la libertad de expresión de los guatemaltecos. A eso hay que añadirle el reconocimiento expreso de su fracaso en uno de sus supuestos principales objetivos, a saber, fortalecer la institucionalidad de la justicia en Guatemala, ya que lo que ha logrado es imponer la voluntad de sus funcionarios, a expensas de la poca institucionalidad que aún quedaba en nuestro país. Triste legado el que dejará el experimento de la burocracia internacional.

¿Por qué digo que es una campaña en contra de la libertad de expresión? Porque luego de las acusaciones sobre la “conspiración en la prensa contra la Cicig” que hizo el fiscal de esa entidad en la audiencia del miércoles y que los noticieros de los canales de televisión abierta se han encargado de repetir hasta la saciedad, incluso mostrando algunas columnas de opinión que se incluyeron en la acusación y que la jueza enseñó a los medios, ahora resulta que cualquiera que no está de acuerdo con la Cicig o no toma como palabra de Dios sus hipótesis, puede ser acusado de ser parte de esa “conspiración”.

Los de la Cicig tienen todo el derecho de creer que sus hipótesis son la única posibilidad de interpretación de los hechos que presentan, pero de eso a imponérnoslo y dejar la amenaza velada que quienes saquemos conclusiones distintas, de seguro es porque tenemos agenda escondida y estamos confabulados con el crimen “organizado”, hay una gran diferencia: atenta contra la libertad de expresión.

Y no solo la de los periodistas, sino la de todos los guatemaltecos. A partir del lunes me he encontrado con varias personas que me han externado su temor, incluso, a hablar por teléfono, no digamos a expresar su opinión, especialmente en lo que tenga que ver con la Cicig, porque los podrían involucrar en alguna “conspiración”. No puedo asegurar que esa haya sido su intención, pero sí puedo garantizar que ese es el resultado.

Es lo mismo que pasó con la absurda acusación que hicieron el año pasado contra el twittero Jeanfer. Como era de esperarse, la acusación fue desestimada en los tribunales por improcedente, pero el mensaje ya estaba dado: quien se atreva a hablar en contra de un banco será perseguido inmisericordemente. Y el resultado fue también el esperado: a partir de ese momento ya casi nadie se atrevió siquiera a mencionar nada en contra de Banrural —que era el banco en cuestión en ese momento—, no fuera a ser que lo metieran preso.

Es exactamente lo mismo ahora. Me he encontrado a personas muy respetables, honorables y valientes, que ahora por “precaución” prefieren no hacer comentarios ni expresar sus opiniones, especialmente en los temas de “alto impacto”, no vaya a ser que puedan ser perseguidos.

Pues digan lo que digan y lo planteen como lo planteen, yo considero que cualquier amenaza de persecución contra alguien por expresar su opinión sobre el tema que sea, debe ser considerada una amenaza contra la libertad de expresión. Y el día que los guatemaltecos nos callemos y no digamos lo que opinamos, por temor a ser llevados a prisión, creo que muy poco nos diferencia de una dictatura totalitaria.

Ya no tengo espacio para dar mi opinión sobre la conferencia de prensa del lunes, así que lo haré la semana entrante, solo destaco que el común denominador detrás de muchas de las acusaciones y logros a que hizo referencia Castresana es alguien que no mencionó: Álvaro Colom.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 17 de junio de 2,010.

Foto de Jesús Alfonso, elPeriódico.

miércoles, 16 de junio de 2010

La salida

¿Será que ahora sí le darán la oportunidad a ProReforma?

No hay duda de que la noticia de la semana es la renuncia de Castresana a la dirección de la Cicig. Sean las que sean las verdaderas razones de su renuncia, creo que es importante recalcar el “¿y ahora qué?”. Creo que la principal enseñanza de este experimento es que regresamos al punto de la importancia de cambiar el sistema actual. ¿Será que por lo menos eso aprendimos?

En la maniquea sociedad guatemalteca, a quienes nos opusimos desde un principio a la Ciciacs y luego a la Cicig, se nos metió a todos en el saco de “cómplices” del crimen organizado, bajo el supuesto de que esa era la única razón por la cual uno podría oponerse a tan glorioso experimento de la burocracia internacional. Pues bien, yo me opuse a estas instituciones no por defender al crimen organizado, sino por principios, porque creo que no es ese el camino a seguir para encaminarnos a un estado de Derecho. Hasta la fecha lo sigo creyendo, y por lo visto, ahora ni Castresana está tan convencido de lo contrario.

En su discurso, Castresana dijo que ya no creía que podía hacer nada por Guatemala y se quejó de que no tuvo apoyo de los gobernantes en su labor. Y yo me pregunto: ¿Y qué esperaba, si supuestamente la razón de ser de la Cicig era combatir al crimen “dentro” del Gobierno? ¿O no era esa la excusa para instaurar la Cicig? Creer ingenuamente que ese dichoso “crimen organizado” se manifiesta solo en niveles bajos de la administración pública y que por lo tanto “los de arriba” son incólumes y un dechado de virtudes es absurdo, pero consistente con la visión que podría tener cualquier burócrata.

Es el mismo problema que tiene mucha gente cuando visualiza a los políticos como unos personajes oscuros y poco dignos de confianza, pero a la vez considera que “el Gobierno” es un ente inmaculado, bondadoso, magnánimo y todopoderoso, sin nunca hacer la conexión que tal “piadoso” gobierno es dirigido por los mismos políticos de los cuales desconfía.

Pues bien, a pesar de la oposición que algunos pudimos haber expresado, se realizó el experimento, se instauró la Cicig, lleva ya varios años funcionando, ha actuado con todo el poder, inmunidad y libertad que podría haber actuado, y al final el mismo director tira la toalla. ¿Será que lo que necesitamos es que venga alguien que tenga todavía más poder, más carácter, más agallas, más compromiso que Castresana? ¿O será que esa no es la vía a seguir?

Y como siempre nos dicen que entonces qué soluciones proponemos. Pues lo que proponemos es que en lugar de estar perdiendo el tiempo en experimentos destinados al fracaso, tengamos la valentía de probar una ruta distinta. Estoy convencido de que es posible cambiar el derrotero de Guatemala, pero para ello lo que se necesita es cambiar las instituciones, cambiar el sistema, y no solamente cambiar a los personajes que por el momento detentan el poder.

¿Cómo hacer ese cambio? Ya presentamos en el Congreso la propuesta de ProReforma, la cual los diputados muy convenientemente tienen engavetada. Como muchos que la menosprecian no la han ni leído y solo se han opuesto por prurito ideológico, les cuento que la propuesta, trabajada y muy bien pensada durante casi 10 años, presenta cambios en la Constitución, que atacan directamente algunos de los problemas con los que Castresana se encontró.

Yo estoy convencido de que este es el camino a seguir. Y usted, ¿se dará a sí mismo por lo menos la oportunidad de leer la propuesta?

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 10 de junio de 2,010.

jueves, 3 de junio de 2010

Natura desnuda

Los fenómenos naturales sacan nuevamente a relucir nuestras necesidades.

La catástrofe de la erupción del Pacaya, unida a la tormenta tropical Ágatha, con los muertos, los desaparecidos, los damnificados y los evacuados no hacen más que resaltar las muchas carencias y necesidades que todavía tenemos muchos de los guatemaltecos. Ahora toca emprender la reconstrucción, pero lo más importante es que aprendamos las lecciones que nos dejan estas crisis. La más importante, desde mi punto de vista, es la necesidad de desarrollarnos lo más pronto posible.

Ya existe mucha evidencia empírica e incluso estudios más elaborados sobre la diferencia al enfrentar una catástrofe natural entre quienes tienen un mejor nivel de vida y quienes apenas tienen para subsistir al día. Es incluso de sentido común: quien tiene mejores ingresos muy probablemente va a vivir en lugares y con construcciones más seguras, va a estar más informado y, en general, va a poder reaccionar mejor antes las eventualidades. Así también, en el caso de perder sus pertenencias, probablemente va a tener muchas más posibilidades de rehacerlas y quizá esa misma confianza le ayude en algún momento a no correr más riesgos de los necesarios por “salvar” sus pertenencias.

Yendo un poco más lejos, y tratando de mostrar mi punto con la evidencia alrededor del mundo, y no solamente con lo visto en nuestro país, analicemos los casos más recientes de terremotos en Chile y Haití. En la isla caribeña, el terremoto tuvo una magnitud de 7.5 grados en la escala de Richter y causó la muerte de aproximadamente 200 mil personas. Mes y medio después de esta tragedia, Chile sufría también los estragos de un terremoto, pero este fue de 8.8 grados en la misma escala. La lógica en este caso debería ser la de un mayor número de muertos, tal vez de 300 mil; pero no es así, el número de víctimas no superó los 600, incluyendo a los desaparecidos. La razón, aparte de todos los tecnicismos geológicos, muy probablemente la encontramos en el índice de desarrollo económico: Chile, posición 40; Haití, 146.

Ahondar en el tema con el ejemplo de Japón, constantemente sacudido por sismos, solo ayudaría a reforzar mi teoría. Y escogí los terremotos, puesto que son eventos que se desarrollan en segundos y no dan margen a mucha reacción. Lo que se evidencia claramente es que el desarrollo económico es fundamental para afrontar con mejores y más recursos cualquier tipo de emergencia, ya sea esta un terremoto, inundación, deslave, etcétera.

En el caso de Guatemala queda nuevamente demostrada la alta vulnerabilidad de “los más pobres”, precisamente por eso, porque son pobres y con recursos literalmente nulos para poder afrontar una crisis como la que nos ha tocado vivir. Hoy, al igual que tras los pasos de Mitch y Stan, seguimos en la misma devastación y con poco avance de parte de las instituciones gubernamentales en la atención de los damnificados, especialmente porque, como quieren saludar con sombrero ajeno hasta en desgracias como las actuales, ni hacen ni dejan hacer.

A este paso, cuando realmente nos golpee un huracán (Dios no lo quiera) o nos azote un terremoto, los efectos serán tremendamente devastadores, y muchos de ellos estarán directamente relacionados con la pobreza y el subdesarrollo en que vivimos.

La mejor propuesta contra calamidades para Guatemala es el desarrollo económico. Necesitamos que los gobernantes entiendan que lo que hay que hacer es fomentar la inversión y no desincentivarla. No esperemos a que nos lleve el río.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 3 de junio de 2,010.

Foto: El lodo que cubrió Ciudad Vieja, cortesía de Estuardo Zapeta