miércoles, 16 de junio de 2010

La salida

¿Será que ahora sí le darán la oportunidad a ProReforma?

No hay duda de que la noticia de la semana es la renuncia de Castresana a la dirección de la Cicig. Sean las que sean las verdaderas razones de su renuncia, creo que es importante recalcar el “¿y ahora qué?”. Creo que la principal enseñanza de este experimento es que regresamos al punto de la importancia de cambiar el sistema actual. ¿Será que por lo menos eso aprendimos?

En la maniquea sociedad guatemalteca, a quienes nos opusimos desde un principio a la Ciciacs y luego a la Cicig, se nos metió a todos en el saco de “cómplices” del crimen organizado, bajo el supuesto de que esa era la única razón por la cual uno podría oponerse a tan glorioso experimento de la burocracia internacional. Pues bien, yo me opuse a estas instituciones no por defender al crimen organizado, sino por principios, porque creo que no es ese el camino a seguir para encaminarnos a un estado de Derecho. Hasta la fecha lo sigo creyendo, y por lo visto, ahora ni Castresana está tan convencido de lo contrario.

En su discurso, Castresana dijo que ya no creía que podía hacer nada por Guatemala y se quejó de que no tuvo apoyo de los gobernantes en su labor. Y yo me pregunto: ¿Y qué esperaba, si supuestamente la razón de ser de la Cicig era combatir al crimen “dentro” del Gobierno? ¿O no era esa la excusa para instaurar la Cicig? Creer ingenuamente que ese dichoso “crimen organizado” se manifiesta solo en niveles bajos de la administración pública y que por lo tanto “los de arriba” son incólumes y un dechado de virtudes es absurdo, pero consistente con la visión que podría tener cualquier burócrata.

Es el mismo problema que tiene mucha gente cuando visualiza a los políticos como unos personajes oscuros y poco dignos de confianza, pero a la vez considera que “el Gobierno” es un ente inmaculado, bondadoso, magnánimo y todopoderoso, sin nunca hacer la conexión que tal “piadoso” gobierno es dirigido por los mismos políticos de los cuales desconfía.

Pues bien, a pesar de la oposición que algunos pudimos haber expresado, se realizó el experimento, se instauró la Cicig, lleva ya varios años funcionando, ha actuado con todo el poder, inmunidad y libertad que podría haber actuado, y al final el mismo director tira la toalla. ¿Será que lo que necesitamos es que venga alguien que tenga todavía más poder, más carácter, más agallas, más compromiso que Castresana? ¿O será que esa no es la vía a seguir?

Y como siempre nos dicen que entonces qué soluciones proponemos. Pues lo que proponemos es que en lugar de estar perdiendo el tiempo en experimentos destinados al fracaso, tengamos la valentía de probar una ruta distinta. Estoy convencido de que es posible cambiar el derrotero de Guatemala, pero para ello lo que se necesita es cambiar las instituciones, cambiar el sistema, y no solamente cambiar a los personajes que por el momento detentan el poder.

¿Cómo hacer ese cambio? Ya presentamos en el Congreso la propuesta de ProReforma, la cual los diputados muy convenientemente tienen engavetada. Como muchos que la menosprecian no la han ni leído y solo se han opuesto por prurito ideológico, les cuento que la propuesta, trabajada y muy bien pensada durante casi 10 años, presenta cambios en la Constitución, que atacan directamente algunos de los problemas con los que Castresana se encontró.

Yo estoy convencido de que este es el camino a seguir. Y usted, ¿se dará a sí mismo por lo menos la oportunidad de leer la propuesta?

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 10 de junio de 2,010.

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