viernes, 27 de abril de 2018

¿Cómo romper el mecanismo?


Todavía falta mucho por recorrer para entender las causas de la corrupción y por consiguiente para combatirla.


Mi artículo de la semana pasada generó bastantes comentarios que me llevan a considerar que si bien es cierto ya hay mejor entendimiento del “mecanismo”, todavía falta mucho por recorrer para entender las causas de la corrupción y por consiguiente para combatirla. Entender esas causas es de trascendental importancia -especialmente en el actual contexto guatemalteco- si queremos romper el mecanismo y encaminarnos en la senda correcta.

Lo que estamos presenciando actualmente en Guatemala es una persecución en contra de algunos corruptos, lo cual es necesario hacer y, si se hace correctamente y no simplemente como pantalla para una lucha de poder, contribuirá a elevar el nivel de “riesgo” para todos aquellos que quieran aprovecharse del poder para enriquecerse ilegítimamente. Pero esto, por definición, solo es una medida paliativa que combate los efectos, pero que no va orientada a la eliminación de las causas que la originan.

Hay que entender que la corrupción y muchas otras injusticias se originan en el abuso del poder. Esto se ha entendido desde hace milenios y la historia humana gira alrededor del intento de algunos –pocos, lamentablemente- por limitar los abusos de quienes detentan el poder. Debo aclarar que aunque la mayoría resienten el abuso de poder, en muchos casos, lo que realmente resienten es que sean “otros” los que detentan el poder y gustosamente abusarían del mismo en caso de ser ellos quienes lo detentaran. Como bien lo planteara Frederic Bastiat hace casi dos siglos, “el estado es esa ficción por medio de la cual todos quieren vivir a expensas de los demás”.

Pero la lucha de esos pocos a lo largo de los siglos ha permitido que se vayan encontrando formas para limitar el poder. Ninguna es perfecta y siempre habrá gente interesada en aprovecharse, por ello es importante, para verdaderamente luchar contra la corrupción reducir el poder arbitrario de los funcionarios, cambiar el sistema, cambiar los procedimientos, en general, reducir la injerencia del gobierno en la vida de los ciudadanos. No hay otra salida.

Se deben reducir las atribuciones del gobierno a sólo aquellas esenciales para garantizar la vida, la libertad y la propiedad de las personas.


Se deben reducir las atribuciones del gobierno a sólo aquellas esenciales para garantizar la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Todo lo demás que se le pida al gobierno que haga, no solo no lo hará bien sino que además se convertirá en nuevas oportunidades para que los pícaros se aprovechen de los ciudadanos. Es irónico que muchos dicen estar en contra de la corrupción, pero al mismo tiempo buscan que “el gobierno” les resuelva todos sus problemas. Si no se entiende la contradicción inherente que hay en esta forma de pensar, nunca se podrá combatir “el mecanismo”.

Este creo que es uno de los principales obstáculos para combatir la corrupción: que mucha gente no entiende que mientras más funciones le den al gobierno, más posibilidades habrá de que se incremente la corrupción. Por tanto, considero que esta es la batalla más importante a pelear si queremos realmente combatir la corrupción. Lograr que la gente entienda la relación de causalidad que existe entre la cantidad de cosas que el gobierno hace y la cantidad de corrupción que hay.

Y digo que es uno de los principales obstáculos porque mientras la gente no entienda esto, será imposible hacer los cambios necesarios para empezar a resolver el problema. Como lo puse en el artículo de la semana pasada, esos cambios deben ir encaminados a limitar el poder discrecional de los funcionarios, pero no se va a poder hacer mientras la gente lo que pide es que se les dé más poder. ¿Por qué será tan difícil entender esto?

viernes, 20 de abril de 2018

La falla en el mecanismo


A Ruffo le faltó llegar a las causas que originan ese círculo vicioso.


Netflix acaba de lanzar una nueva serie denominada “El mecanismo” sobre la “Operación Lava Jato” por medio de la cual se descubrió la corrupción en Petrobras en Brasil y que fue el inicio de la caída de Odebrecht y de Lula. En la serie se hace un buen acercamiento al “mecanismo” de la corrupción, pero lamentablemente, se queda corto porque no logran entender el origen.   

El investigador, Claudio Ruffo, elabora un esquema circular al que denomina “el mecanismo de la corrupción”. Ruffo describe el ciclo, en donde los directores de Petrobras realizan contratos sobrevalorados con las constructoras, las que canalizan parte de los fondos robados a través de los “operadores” -lavadores de dinero- hacia los políticos. El círculo se cierra nuevamente cuando los políticos nombran a los directores de Petrobras y así, el ciclo se repite al infinito. El momento de iluminación de Ruffo llegó cuando descubrió la corrupción en la reparación del desagüe de su casa. Allí se percató que el ciclo era exactamente el mismo.

Su primera reacción fue de desasosiego al creer que era imposible luchar contra ese mecanismo, aunque después se recupera y continúa la investigación. Lamentablemente, Ruffo no logra profundizar en cuáles son las causas que originan ese círculo vicioso y se queda en lo que conoce: perseguir a los corruptos. Más triste aún es que Ruffo no está sólo: la mayoría de gente, aún si llega a visualizar el “mecanismo” no logra entender la verdadera causa.

Los prejuicios ideológicos de Ruffo –o más bien de los guionistas- lo llevan a concluir con una falacia “non sequitur” –no se sigue- de que “los ricos se vuelven más ricos y los pobres se vuelven más pobres”. En todo caso, la conclusión que se colige aquí es que el dinero se lo roban los corruptos –políticos, burócratas, contratistas, lavadores- a los ciudadanos honestos –sean pobres o ricos -.

Si no estamos dispuestos a cambiar el sistema el “mecanismo” de la corrupción seguirá vivito y coleando.


A Ruffo le faltó llegar a las causas que originan ese círculo vicioso. El origen de la corrupción es que los funcionarios tienen el poder de tomar decisiones arbitrarias sobre los fondos de los tributarios y que también tienen el poder arbitrario para obstaculizar las actividades de las personas. Es porque un funcionario tiene en sus manos la decisión de cómo se van a gastar los fondos de los tributarios que existe la posibilidad de entrar en contubernio con los “contratistas” para robar fondos sobrevalorando las compras. Y es por eso mismo que a los pícaros les interesa financiar a los políticos corruptos porque esperan que cuando estén en el poder, las compras sobrevaloradas se las hagan a ellos.

El que los funcionarios puedan obstaculizar arbitrariamente las actividades también es fuente de corrupción porque pueden presionar a las personas retrasando procesos, autorizaciones, pagos, etc., para extorsionarlas a cambio de “aligerar” el proceso.

Perseguir a los corruptos eleva el “riesgo” de la corrupción, pero para reducirla considerablemente, se debe cambiar el sistema para evitar al máximo esa discrecionalidad de los funcionarios públicos. Como regla general, mientras más enfocado esté el gobierno en sus funciones básicas y en menos actividades esté involucrado, habrá menos posibilidades de corrupción. En el caso de las autorizaciones y trámites, se deben eliminar todos aquellos superficiales e innecesarios. Con los que quede, se debe implementar al máximo posible las autorizaciones automáticas con plazos vencidos –y que estos plazos sean lo más corto posibles-. 

Si no estamos dispuestos a cambiar el sistema, solamente cambiaremos cada cierto tiempo de corruptos pero el “mecanismo” de la corrupción seguirá vivito y coleando.