jueves, 9 de septiembre de 2010

La lluvia, ¿culpable?













Un nuevo ejemplo de las consecuencias de la falta de responsabilidad en las deciciones públicas.


La crisis que estamos vivien-do actualmente en Guatemala no es responsabilidad de la lluvia. A ella, a lo sumo, se le puede acusar de ser la gota que rebalsó el vaso, con lo que se desencadenó una serie de tragedias. Quizá el cargo que se le pueda imputar sea el de cómplice, pero muy probablemente saldría libre bajo la figura de “colaborador eficaz”, ya que si seguimos las pistas que va dejando, encontraremos a los verdaderos responsables.

Lamentablemente para ella, todavía no han logrado escoger a quién se encargue de la defensoría pública para que le pueda brindar asesoría de cómo defenderse de las acusaciones que contra ella han interpuesto el presidente, el ministro de Comunicaciones y los contratistas del Estado. Todos ellos, y algunos más, la acusan de ser la culpable de los derrumbes, de los deslaves, de los puentes caídos y del deplorable estado en que se encuentra la mayoría de las carreteras del país.

Probablemente sí, la lluvia sea en parte culpable de las tragedias recientes, pero no es responsable de ellas. La responsabilidad debería caer sobre muchas personas que durante largos años —que no sólo en la administración actual— han “mamado de la teta” de los tributarios, cobrando y pagando carreteras de a cien, pero entregando y recibiendo carreteras de, a lo sumo, cuarenta, mientras entre ellos se reparten el resto. Es la historia de nunca acabar. Los funcionarios que “piden” comisión para conceder trabajos a empresaurios que se han acostumbrado a ser “contratistas del Estado”. Y los empresaurios, que no empresarios, que se han acomodado a ese sistema corrupto con tal de poder seguir disfrutando de los buenos ingresos que obtienen en esas obras. De hecho, estos son todavía más responsables, porque los funcionarios generalmente lo más que duran son cuatro años, pero los empresaurios, con las salvedades de los funcionarios que se gradúan a “contratistas”, siguen siendo los mismos. Con cada nueva administración, lo que cambia es a quién le pagan la comisión y de cuánto es. En algunos gobiernos, los funcionarios se han vuelto muy “chuchos” y piden comisiones exageradas. Cuando esto ha sucedido, hasta los empresaurios se han quejado, pero cuando uno les dice que por qué no los denuncian, la respuesta siempre es la misma: “Si no nos dan más trabajo”.

Lo que los hace a todos cómplices y responsables, no sólo de la corrupción, sino de todas las tragedias y muertes que se dan como consecuencia de la deficiente infraestructura que se obtiene por tener que bajar la calidad para que “salgan las cuentas”.

No acuso a todos, porque sí he encontrado a algunos que realizan su trabajo a conciencia. De hecho, admiro mucho a alguien que, aún dedicándose a la construcción, me dijo una vez que él prefería, aunque no creciera mucho, trabajar sólo con empresas privadas, porque en los trabajos con el gobierno siempre había que caer con “mordidas”.

Así que no nos dejemos engañar. La lluvia fue sólo el detonador. Los responsables son los funcionarios públicos y quienes les han trabajado, repito, no sólo en esta administración, sino también en las anteriores. Todo esto no exime de responsabilidad a quienes, adicionalmente, se han encargado de desviar los recursos para otros fines.

¿Es la solución darles más dinero? Para nada. Con ese dinero va a suceder exactamente lo mismo. El culpable es el sistema benefactor mercantilista que tenemos y todos aquellos que se han aprovechado de ese sistema para su propio beneficio. Mientras no se cambie el sistema, los resultados no serán muy diferentes.

Publicado en Prensa Libre el jueves 9 de septiembre de 2,010.

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