jueves, 13 de abril de 2006

El dilema

Todos tenemos nuestros demonios a vencer.


Cada uno de nosotros tiene sus propios demonios que vencer. Esta época, para algunos de algarabía y para otros de recogimiento, creo que es propicia para proseguir en esa continua lucha que se arremolina en nuestro interior sobre el camino a seguir, qué hacer, en qué creer, en qué no creer.

Debo reconocer que, por lo menos para mí, la vorágine diaria tiende a apartar mi vista de lo importante, lo trascendente, lo eterno. Embebido en el trabajo, el tráfico, las preocupaciones por alcanzar metas, por cumplir plazos, en resumen, por sobrevivir, pasan frente a mi vista, sin realmente verlas, las horas, los días, las semanas, los meses y los años.

Es en estos momentos, en los que uno puede hacer un alto en el camino, cuando podemos reflexionar sobre otras cosas. Una de ellas, para mi en extremo importante, es el asedio de la cultura "neo-pagana" (como la llama el Doctor Armando de la Torre) que nos envuelve diariamente y que nos enfrenta día a día, con la necesidad de reafirmar nuestras creencias y convicciones cristianas (para quienes las tenemos) o simplemente dejarlas por un lado y desecharlas en un aura de racionalidad y sofisticación.

¿Fue Jesús realmente El Cristo? ¿Es su vida, sacrificio y posterior resurrección una mera ficción, una metáfora para captar la atención de los ignorantes, o el suceso más importante de la historia de la humanidad? ¿Es su mensaje todavía válido en el siglo XXI, en esta era de la información? ¿Podemos compatibilizar todo el conocimiento actual con aquella sencilla creencia en un Dios todopoderoso, que realizó el sacrificio más grande, con tal de redimir a la humanidad del pecado y de la muerte?

Yo estoy convencido que sí son compatibles la vida moderna y el mensaje ancestral del evangelio. Lo único que realmente ha cambiado de hace dos mil años para acá, es la tecnología. Las personas seguimos siendo las mismas, con las mismas pasiones, los mismos deseos, los mismos sueños, los mismos temores.

Más aún, a pesar de los grandes adelantos en los últimos dos siglos, los conflictos recurrentes a todo nivel, desde la familia hasta las naciones, nos reafirman en la creencia que, para resolver los verdaderos problemas del hombre, hay que buscar adentro y no afuera.

Es precisamente esa realidad que enfrentamos cada día, creo yo, el mejor acicate para voltear nuestra mirada a Dios, y encontrar en él la paz, la armonía y la vida.

¿Y la resurrección? Pues, como dijo Pablo, "y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe" (I Corintios 15:14). En efecto, el sacrificio y la resurrección de Jesucristo, es la piedra angular del cristianismo. Sin ella, simplemente éste no tiene razón de ser, y no pasa de ser una enseñanza moral más (con el agraviante de estar basada en una mentira). ¿Se puede aceptar racionalmente? No lo creo. Allí empieza la fe. Medítelo.

Publicado en Prensa Libre el 13 de abril de 2006.

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