Honor a quien honor merece.
Con motivo de su octogésimo cumpleaños, varios de mis colegas columnistas han celebrado a ese gran cubano con un inmenso corazón que tanto ha hecho y luchado por el bienestar de los guatemaltecos, el Doctor Armando De La Torre. A pesar de nunca haber recibido clases formales con él, lo considero uno de mis principales mentores, junto con el Dr. Manuel Ayau, por lo que en esta columna me quiero unir a ese tributo tan merecido.
Nuestra primera interacción (la cual él probablemente no recuerda) no fue muy agraciada, al grado que le llegué a tomar un poco de animadversión. En ese tiempo, hace una docena de años, yo trabajaba en la producción de un noticiario televisivo, dentro del cual transmitíamos las opiniones de varios columnistas. El Doctor era uno de ellos, y a mí me tocaba grabar sus participaciones. El proceso, con todo y lo tecnológicamente avanzado para su tiempo, no era tan rápido y directo como el Dr. hubiera querido, lo que en un par de ocasiones lo exasperó y ocasionó más de algún acalorado reclamo.
Unos años más tarde, como Director del CEES, me tocó organizar un seminario sobre ética dirigido por el Doctor. Debido a la experiencia previa, debo confesar que tenía muchas aprehensiones con la organización del seminario, sin embargo, fue allí donde empecé a conocer al verdadero Armando De La Torre: todo un caballero, defensor apasionado de lo que considera correcto, gentil, amable y genuinamente interesado por los demás, aunque siempre con sus arranques.
Conforme lo he ido conociendo, he entendido que esos arranques apasionados, a veces casi llegando a coléricos, son precisamente una parte muy importante de su personalidad. En el seminario, por ejemplo, Luis Enrique Pérez, compiló y luego nos compartió una lista de los temas que pueden "sacar de sus casillas" al Doctor. Recuerdo que la lista era encabezada por Fidel Castro (quien sabe, quizá dentro de poco tengamos que actualizar la lista), mientras que el segundo tema de la lista era la legalización de las drogas (de la que el Doctor es un férreo opositor).
Lejos estaba de imaginarme que unos pocos años después, el Doctor invitaría a Marta Yolanda Díaz-Durán, y ella a su vez a mí, a participar en un programa de opinión en radio, en lo que sería el inicio de nuestra aventura por el fascinante mundo de los programas radiales. Durante 5 años, tuvimos la oportunidad de compartir micrófonos con el Doctor casi todas las tardes. Todos los conocimientos, la sabiduría y la comprensión a que tuve acceso durante ese período son simplemente invaluables.
Con el pasar de los años he llegado a admirar de todo corazón al Doctor. Entre sus muchas cualidades, la que más admiro es su "juventud eterna", que es un gran reto para los que no hemos llegado a vivir, todavía, tanta juventud. Desde esta columna, Doctor, le deseo que tenga todavía muchísimos más años de juventud.
Publicado en Prensa Libre el 3 de agosto de 2006.
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