He dicho públicamente (en el pro- grama radial Todo a pulmón) que no considero conveniente ni necesario dar el así llamado “beneficio de la duda” a la administración de Álvaro Colom. Las críticas a mi postura (en la que no estoy solo) no se han dejado esperar y han sido de los más variados calibres, desde las amables sugerencias a repensar mi postura, hasta los amargos reclamos da más de alguno de los que todavía está esperando el hueso anhelado.
Ante la oposición natural del statu quo por lo que aparentemente es el rompimiento de una larga tradición, expongo las razones de mi postura.
Primero, ¿qué es eso del “beneficio de la duda”? Es una costumbre casi vuelta ley de que cada vez que llega un nuevo gobernante se le debe dejar estar tranquilo en lo que se asienta en el puesto y que, durante ese período, no se le debe criticar, cuestionar, argumentar, preguntar, inquirir sobre sus actuaciones al frente del erario. Presumo, aunque lo desconozco, que esta costumbre surge de la ancestral “cortesía”.
¿Quiere decir eso que soy descortés? Probablemente, pero prefiero ser descortés a las autoridades que infiel a mis principios.
Y ¿por qué no les doy el “beneficio de la duda” a las nuevas autoridades? Sencillo. Porque ellos ya dijeron lo que van a hacer y yo creo que están equivocados. Pasaron ya suficiente tiempo e indicaron claramente cuál es su visión de lo que quieren hacer en el Gobierno: básicamente, uno más grande que, según ellos, logrará esa utopía de la redistribución de la riqueza. Sinceramente, creo que van por el camino equivocado, y no puedo prestarme a apoyarlos en llevar al despeñadero a Guatemala.
Lo ridículo del asunto es que he dicho que podría, quizás, darles el beneficio de la duda a los funcionarios, de que van con buenas (aunque equivocadas) intenciones y no con la idea de pasar a mejor vida (a robar, pues), gracias a los impuestos de los tributarios. Y resulta que las mismas personas que me critican por no darle el “beneficio de la duda” a la administración, me dicen que no sea baboso, que eso es algo que definitivamente no debería esperar.
Entonces, ¿en qué quedamos? Resulta que no creen que los funcionarios sean honrados, pero a la vez mantienen la hipócrita postura de voltear la cara y hacerse los locos de lo que hagan (o no hagan) durante los primeros meses. ¿No cree usted que hay una perversión en esta forma de pensar? ¿O será que lo que muchos piensan es que hay que darles ese “beneficio” a estos, no sea que mañana sean ellos los afortunados y también les agradaría que los demás voltearan la cara y se hiciera los locos?
Yo prefiero ser honesto conmigo y con mis principios, y decirles de una vez que están equivocados. Tanto lo están que hasta los mismos supuestos “defensores” de la “socialdemocracia” ya están adelantando las excusas para justificar el nuevo fracaso.
Artículo publicado en Prensa Libre el 17 de enero de 2008.
1 comentario:
Jacobs estoy de acuerdo con su frase "la duda del beneficio".
Otra frase que me gusta es una tipo biblica que dice "hasta no ver no creer".
Hojala que este año se puedan palpar las ideas, que se puedan convertir en realidad. Me refiero a las ideas atinadas que nos conduscan a transformaciones observables en el manejo de la ley y justicia, educacion, transporte, medio ambiente, deporte, recreacion y filosofia de la vida.
Que queremos? A donde vamos?
Que dios lo bendiga con lo que necesita a usted y su familia. Siempre recordemos los 2 primeros mandamientos que son los mismos para catalicos, evangelicos, santos de los ultimos dias, protestantes, testigos de Jeova y otros creyentes.
Gerson
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