Colom se subió al carro que le puso a su disposición Castresana: convertir a todos en potenciales conspiradores.
Los arrebatos de Colom contra la libertad de expresión son solo una forma de desviar la atención de los verdaderos problemas que enfrentamos. Es la misma táctica que han utilizado muchos gobernantes, él incluido, cada vez que tienen crisis: echarle la culpa a alguien más de las consecuencias de sus propios errores. Y hay que recalcar que es la misma estrategia que utilizó Carlos Castresana hace apenas unas semanas, convirtiendo a todos en potenciales conspiradores.
La libertad de expresión, que no es un derecho de “los periodistas”, como algunos quisieran hacer creer, sino que es uno de los derechos básicos de todos los humanos, siempre es temida y menospreciada por quienes temporalmente detentan el poder. Les disgusta porque no quisieran escuchar críticas a su gestión; quisieran que, al igual que su rosca aduladora, todas las personas se dieran cuenta del “sacrificio” que hacen por los demás y que los alabaran y les agradecieran cada paso que dan. Le temen a la libertad de expresión porque no quisieran que la gente se enterara de todos los desmanes que hacen, ellos y sus allegados, abusando del poder y, especialmente, de los recursos de los tributarios para beneficio propio.
No es de extrañar que todos los gobiernos autoritarios una de las primeras cosas que hacen es acallar a cualquiera que se atreva a hablar contra ellos. Eso ha pasado a lo largo de la historia, pero no tenemos que remontarnos mucho, ya que muy cerca tenemos el ejemplo actual de Cuba, que ha tenido presos políticos durante todo el más de medio siglo de la “revolución” y ahora también el régimen cada vez más autoritario de Chávez que se ha dedicado sistemáticamente a tratar de anular cualquier oposición, especialmente en los medios de comunicación. En ese sentido, Colom no está haciendo más que seguir el “manual chavista” para la toma permanente del poder.
Así que no nos debe extrañar la actitud de Colom. Recordemos que desde su discurso del primer año, aun antes del caso Musa-Rosenberg, Colom ya se quejaba de que había un “complot en los medios de comunicación para desestabilizarlo”.
Algunos ven con buenos ojos las declaraciones de Espada, pero también en ese caso debemos recordar que el vice, desde el 2008, ha solicitado que se vuelva a establecer el delito de “desacato”, en abierta afrenta a la libertad de expresión, sin contar el juicio penal que le sigue a la columnista Marta Yolanda Díaz-Durán por un artículo. Además, recordemos que Colom dijo hace apenas unas semanas que Espada no decide nada si él no se lo dice.
Y yo recalco que Carlos Castresana utilizó la misma estrategia de la “conspiración en medios de comunicación” para acallar a cualquiera que no esté de acuerdo con la forma en que la Cicig ha actuado. Así como todos tenemos el derecho a expresar nuestra opinión sobre la actuación de los funcionarios públicos sin temor a ser perseguidos o tildados de conspiradores, también tenemos el mismo derecho a expresar nuestro desacuerdo con algunas de las actuaciones de la Cicig sin el temor a ser tildados de “conspiradores” o que formamos parte del “crimen organizado”. Lástima que muchos que ahora se rasgan las vestiduras no sean lo suficientemente consistentes para también ver esa otra amenaza.
Una última consideración. Mi hipótesis es que el berrinche de Colom no es para consumo interno, sino que lo hizo para advertir a Dall'Anese que no se junte con los “malos y conspiradores”, sino con ellos, que son los “buenos”.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 8 de Julio de 2,010.
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