Por aquellos azares del destino, fui uno de los últimos en entrevistarlo.
La muerte de Facundo Cabral nos tomó a todos por sorpresa. Ya conocíamos su delicado estado de salud y él mismo confesaba que le quedaba poco, pero eso es muy distinto a lo que pasó. Estoy convencido de que fue víctima de haber estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. Eso lo hermanó por la eternidad con los millones de guatemaltecos que día a día nos jugamos la vida en esta ruleta rusa llamada Guatemala. Casi todos aquí podemos estar en el momento y lugares equivocados, en cualquier minuto.
De eso tendremos mucho tiempo para comentar. Hoy prefiero transcribir algunas de las últimas palabras de Facundo, a quien, por azares del destino, tuve la fortuna de entrevistar cuatro días antes de su “mudanza”, como el llamaba a la muerte:
“Hay una amistad desde hace muchos años con Guatemala… y he tenido la suerte de una muy buena relación; hemos compartido, he podido compartir con ustedes el mundo caminado, he aprendido tanto aquí de su cultura, de su arte, por eso cada vez que vengo es un placer”.
“Uno es un contador de historias, las canciones aparecen entre historia e historia, entre viaje y viaje, pero creo que lo mío es un testimonio de vida, contar las experiencias que uno ha tenido en el mundo, compartirlas… me ha pasado en todo el mundo, la gente que te viene a escuchar, la gran mayoría, viene por lo que uno cuenta más que por lo que uno canta”.
“El arte es como el amor: vas a tomar un café sin pensar en nadie y te encontrás a la mujer de tu vida en la mesa de al lado… uno nunca sabe y ese no saber hace que la vida sea excitante, porque acá el que decide el juego es Dios…
“Tener la cabeza abierta. El mundo te abre la cabeza, uno es más amplio desde el momento que conoce más gente… Yo le agradezco tanto al mundo porque es tanta la diferencia entre el Cabral que estaba en su pueblo al que tiene ahora 74 años. Yo se lo debo al mundo, también, aprender a amar, por ejemplo, lo más importante que nos puede suceder y que depende de nosotros, que es la libertad. Porque si el hombre no es libre, la vida no es vida… la razón más importante de la vida es el amor”.
“Bueno, aquí, desde que empecé a curiosear el Popol Vuh y los libros de Chilam Balam, aprendí, por ejemplo, que nacer es un dolor que la vida compensa, por muy dolorosa que sea tu iniciación. Indudablemente, las cosas para gozar en la vida son mayoría; hay más en el haber que en el deber, y esa ha sido una de las cosas que aprendí”.
“La libertad es una herencia de mi familia. Mi familia tenía un respeto absoluto y cuidaba mucho a la libertad, principalmente mi madre. Cuando yo salí de mi pueblo, niño todavía, mi madre me dijo cuando subí al tren: ‘este es el segundo y último regalo que puedo hacerte, el primero, darte la vida, el segundo, la libertad de vivirla’. Yo nací con esa barca, yo a veces, cuando he tenido que elegir, incluso hasta entre el amor y la libertad, elegí la libertad, porque el amor, por bello que sea, siempre te hace ceder terreno y no por eso disfrutas toda tu libertad; sin embargo, en la libertad, hasta uno está más cerca de encontrar el amor. Creo que no hay vida sin libertad. Jesús dice: ‘Nadie puede ser esclavo y menos de dos señores’. Es indigno no ser el dueño de su propia vida y es indigno permitir que otro dirija tu vida. Y no es saludable querer dirigir la vida de otro. Yo puedo compartir con otro, no dirigirlo, y no ser dirigido, y ese es el hombre, el hombre esencial, el otro no sé cómo se llama”. Descansa en paz, Facundo.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 14 de julio de 2,011.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario