jueves, 25 de enero de 2007

¿Qué hacer ahora?

Hacia una nueva realidad.

Los problemas en un par de bancos, varias financieras, y sus repercusiones en la psiquis de los guatemaltecos podrían tener serias consecuencias en nuestro futuro, si es que ahora no tomamos las decisiones correctas. Si no aprendemos la lección, nunca saldremos de ese círculo vicioso que nos mantendrá de crisis en crisis.

Soy consciente que la situación es difícil. Las personas están preocupadas, algunas han sacado su dinero de los bancos, no saben qué hacer con sus ahorros, no saben en quién confiar. Por otro lado, entiendo que también los banqueros -que, dicho sea de paso, no todos son pícaros estafadores como algunos los quieren generalizar, sino por el contrario, en su mayoría son empresarios correctos y muy trabajadores- también están preocupados.

No nos debe extrañar que, entonces, por todas partes surjan ideas, cada una más descabellada que la siguiente, de cómo frenar el problema.

Lamentablemente, la mayoría de las soluciones propuestas no hacen más que profundizar el problema. Por un lado, el Superintendente anda viendo cómo hace para que le den más dinero para capitalizar el FOPA "urgentemente". Por otro lado, los banqueros, también preocupados de que su negocio no se vaya al traste, han voluntariado los recursos de sus cuentahabientes para "capitalizar" al FOPA.

Los que sí llegaron a un extremo de populismo son los "nacionalistas" de la nueva UCN, quienes propusieron la utópica idea que el gobierno debe respaldar el 100% de los depósitos de los guatemaltecos. Cómo se ve que no han entendido para nada el problema. ¡Si la verdadera raíz
del problema son los incentivos perversos que el FOPA promueve!

Más sensata, por ejemplo, es la idea que ha abanderado, entre otros, el columnista César García, quien propone que en lugar del FOPA, los bancos deberían contratar un seguro privado que respalde los depósitos de los contribuyentes, lo que va a obligar a los banqueros a ser más precavidos, ya que le apuesto que las aseguradoras se encargarían de contarles las costillas a los bancos y establecerían primas más o menos acordes al nivel de riesgo real que representa cada banco. De hecho, considero que los bancos pueden tomar esta vía, indistintamente del sistema actual; claro, tiene un costo, pero es mucho más caro caer presa de la incertidumbre.

Y si me preguntan a mí, me decantaría por soluciones todavía más radicales. En lugar de irnos hacia más regulación, me iría hacia menos regulación. En lugar de darle poderes casi omnipotentes a algún burócrata (que casi siempre tiene conflictos de interés con quienes
supuestamente debe "supervisar") me iría por un sistema más libre, donde cada quien asuma la responsabilidad de sus decisiones y no dependa confiado en una falsa seguridad ofrecida por los políticos.

Publicado en Prensa Libre el 25 de enero de 2007.


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