¿La pregunta del millón?
En los inicios de un año electoral, la pregunta más usual que le inquieren a uno casi todas las personas con las que se encuentra es la misma (de seguro creen que porque uno se "mueve" en círculos más "informados" la bola de cristal le funciona mejor): ¿Quién cree que ganará las elecciones?
¿Será que gana Colom en la primera vuelta? ¿Será que Harold capturará el "voto evangélico"? ¿Podrá Giamattei sobreponerse a la historia y lograr por primera vez la reelección del partido oficial? ¿Logrará Pérez Molina mantener la distancia y enfrentar en segunda vuelta a Colom? ¿Podrá el Doctor Suger lograr la suficiente inercia para colarse en la segunda vuelta? Y así sucesivamente, la serie de preguntas que le hacen a uno y que de seguro rondan la cabeza de muchísimos guatemaltecos.
Ahora bien, si analizamos la pregunta y sus repreguntas, todas adolecen del mismo mal: están enfocadas en la silla presidencial.
Esa constante inquisición revela que no hemos logrado superar la etapa del caciquismo, en la que la gente espera que llegue "el hombre" o "la mujer" (para que vean que recién pasada la luna llena hasta yo puedo ser políticamente correcto) que van a ser lo suficientemente buenos, justos, honrados, probos, decentes, éticos, correctos, aparte de sabios, doctos, capaces, inteligentes, a la vez que de carácter y decididos, quienes le van a resolver todos sus problemas.
No hemos entendido, a pesar de la multiplicidad de decepciones a lo largo de los años, que nunca va a llegar el líder ideal. Nunca tendremos ese dirigente dechado de virtudes que a fuerza de su carácter y virtudes nos sacará del subdesarrollo y nos llevará triunfantes por la senda del progreso.
No hemos entendido, o no lo queremos hacer, que el problema no son los dirigentes, no son "el hombre" o "la mujer" que lleguen a los cargos de dirección pública. No. El problema no está en la persona que elegimos. El problema está en el sistema.
Y mientras no cambiemos el sistema, igual da quién llegue al poder. Los resultados, por supuesto, no serán iguales, pero tampoco serán tan distintos. Unos robarán más, otros robarán un poco menos. Unos tomarán algunas buenas decisiones, otros tomarán muchas malas decisiones. Unos trabajarán con toda la buena intención, otros simplemente llegarán a aprovecharse para su propio bolsillo. Pero al final, los resultados palpables serán bastante similares, y esperaremos otros 4 años para ver si ahora sí se aparece el buen líder que nos guiará hacia la utopía.
Entendámoslo de una vez. Mientras no se cambie el sistema, da igual quién gane. Seguiremos igual. Si queremos un cambio real que nos dirija en la senda del desarrollo, olvidémonos del caciquismo y enfoquémonos en donde se puede cambiar el sistema: en el Legislativo.
Publicado en Prensa Libre el 11 de enero de 2007
1 comentario:
Eeeeeeeeeeeeeeeeeh!! Que bueno que ya estás actualizando este espacio.
Saludos y felicitaciones
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