viernes, 25 de mayo de 2018

Las maravillosas bolsas plásticas


Las bolsas de plástico tienen una “huella de carbono” mucho menor que la de sus alternativas.


Las bolsas plásticas llevan la principal carga de “culpa” en las discusiones actuales sobre la contaminación por desechos sólidos, al grado que en muchos lugares se ha prohibido su uso. Sostengo que es un error típico de ver el árbol y perder de vista el bosque, y su supresión ocasiona más daños y costos no sólo a las personas sino también al ambiente. Y aunque parece ser un tema que desata más pasiones que la política y el futbol, espero contribuir con un grado de arena para regresar a la cordura.

El empaque plástico revolucionó el estilo de vida de la humanidad. Sus beneficios son incalculables pero a la vez pasan tan desapercibidos que son poco apreciados. ¿Sabía usted, por ejemplo, que gracias al empaque plástico se logró aumentar el “tiempo de vida” de muchos alimentos, con lo que se logró una reducción considerable en los que se echan a perder y, como consecuencia, precios más bajos de lo que podrían ser? Los beneficios para el ambiente de este solo factor son inmensos, pero imperceptibles para la mayoría.

La cosa no termina allí. Una de las principales ventajas de los empaques de plástico es su increíble capacidad de contener pesos mucho mayores al propio. Ello hace que sea el producto de empaque más liviano que existe. Una consecuencia directa es el ahorro de combustible y de emisiones de CO2 que se obtiene en el transporte de productos. El beneficio al ambiente frente a cualquier otra alternativa de empaque es incalculable.

Las bolsas de plástico son una maravilla de la ingeniería ya que pueden cargar más de mil veces su peso.


Y entonces llegamos a las bolsas de plástico. Estas son una maravilla de la ingeniería ya que pueden cargar más de mil veces su peso. Esa misma característica hace que se les transfieran también los beneficios que mencioné en el párrafo anterior.

El argumento en cuanto a su impacto sobre el ambiente se centra principalmente en dos factores; que son de “un solo uso”, y que no son degradables y por tanto estarán contaminando por cientos o miles de años. Se argumenta que es más amigable al ambiente que las personas utilicen alternativas, entre las que se citan bolsas de papel, de tela o de plástico “reutilizables”. Sin embargo, esta argumentación no toma en cuenta todos los factores necesarios para hacer un correcto análisis.

Para tener más claro el panorama, especialmente en cuanto a los efectos ambientales, lo adecuado es tomar en cuenta todo el “ciclo de vida” de los productos, es decir desde que son producidos hasta su “muerte”. En varios estudios el resultado ha sido que las bolsas de plástico tienen una “huella de carbono” mucho menor que la de sus alternativas, llegando al grado que algunas deberían de utilizarse más de 300 veces para compensar la “huella de carbono” de las bolsas de plástico que reemplazarían. Y esto considerando en el estudio que las bolsas de plástico que dan en las ventas al detalle sean en efecto de “un solo uso”, lo cual casi nunca es cierto ya que la mayor parte de personas las reutiliza para algún otra tarea como por ejemplo en los botes de basura de los baños o para recoger los excrementos de sus mascotas en la calle.

Cuando se prohíbe las bolsas en las ventas al detalle el efecto es todavía peor ya que los otros “usos” que la gente le da a las bolsas de todos modos se necesitan hacer, con lo que la gente para comprando bolsas “de basura” que en algunos casos son de un plástico más denso –es decir, con más “huella de carbono”- y al final, el efecto sobre el ambiente es todavía mayor al que se tenía antes.

Regresamos nuevamente a que el problema no está en el uso del plástico sino en cómo se desecha, que es donde está la clave para reducir su impacto final sobre el ambiente. Pero de eso, por razones de espacio, hablaré en otro artículo.

Notas:
1. Tabla que indica la cantidad de veces que debe reutilizarse una bolsa de distintos materiales para tener compensar la mayor carga que tiene sobre el ambiente que las bolsas de plástico de los supermercados. Tomada del reporte Life Cycle Assessment of grocery carrier bags, de la Oficina de Protección Ambiental, del Ministerio de Ambiente y Alimentos de Dinamarca, publicado en Febrero de 2018, P. 17.
https://www2.mst.dk/Udgiv/publications/2018/02/978-87-93614-73-4.pdf 

viernes, 18 de mayo de 2018

El problema no es el plástico


El plástico es uno de los productos más malentendidos y, por tanto, vilipendiados.


Se está popularizando en Guatemala la errada creencia de que el plástico es el peor enemigo del medioambiente y que, por tanto, si se quiere ser “responsable” se debe combatirlo. Esa falsa creencia ha llevado a algunos alcaldes incluso a establecer absurdas prohibiciones inconstitucionales que no hacen más que desviar la atención del verdadero problema.

Como lamentablemente suele suceder en nuestro país –aunque no tenemos la exclusividad- a muy pocos les preocupa profundizar en el análisis de los problemas, se quedan en la superficie y como consecuencia lógica, a lo único que le atinan es a “combatir” las consecuencias más superficiales –y generalmente más intrascendentes-  de los problemas, sin profundizar en las causas que los originan y mucho menos buscar soluciones que resuelvan esas causas.

El plástico es uno de los productos más malentendidos y, por tanto, vilipendiados. Muchos de los “enemigos” del plástico de seguro no saben que de no ser por éste, muchas especies ya no existirían ya que los polímeros reemplazaron a muchas “materias primas de origen animal” cuyo uso amenazó su sobrevivencia en el siglo XIX y principios del siglo XX. Tampoco han de saber que una buena parte del “estilo de vida” moderno que ha ayudado a sacar a millones de personas de la pobreza, mejorar considerablemente la salud y la expectativa de vida de la humanidad, así como muchos otros beneficios, se deben precisamente a ese material sintético tan versátil y barato.

Es precisamente por esa ubicuidad del plástico en casi todas las actividades humanas que también es uno de los productos que se encuentran más a menudo en la basura, la cual –cuando no es tratada adecuadamente- llega después a ríos, lagos y el mar. Es de aquí donde ha surgido la idea de algunos, preocupados genuinamente por el medioambiente, de limitar el uso del plástico para evitar esos desechos. Aquí es donde entra el absurdo de tratar de corregir las consecuencias y no las causas de los problemas. En este caso particular, el problema no es el plástico, sino el mal o nulo tratamiento de la basura. Peor aún, el desecho plástico no es la peor consecuencia medioambiental de los desechos que generamos los humanos en nuestra vida diaria, sino la gran cantidad de desechos orgánicos que van a parar a los ríos y lagos y que son los principales responsables de la muerte lenta de los ríos y lagos guatemaltecos.

Si realmente nos preocupa el efecto que los desechos de la “vida moderna” tienen sobre el medioambiente, hay que entender bien cuáles son las causas y cómo se puede minimizar sus efectos. El énfasis principal debe recaer sobre el tratamiento de las aguas negras antes de que lleguen a los ríos. Mientras esto no se resuelva, los desechos plásticos serán apenas la guinda del pastel.

En cuanto a la basura, el problema no es de qué está compuesta sino que no se trata adecuadamente.


En cuanto a la basura –desechos sólidos- el problema no es de qué está compuesta, sino que no se trata adecuadamente. Aquí el problema empieza desde el que tira la basura en la calle hasta las municipalidades que no se han preocupado de tratar adecuadamente la basura.  Es un hecho de la vida moderna que generamos bastantes desperdicios, de hecho, mientras más se desarrolla una sociedad, más basura genera. Lo importante aquí es que, si se deja actuar al mercado y no se imponen restricciones absurdas, hasta la misma basura se puede convertir en un tesoro y no en una gran carga.

Como sé que hay que profundizar en estos temas para entenderlos, en un próximo artículo reflexionaré sobre el más útil pero a la vez más incomprendido de los productos plásticos: el empaque en general y las bolsas en particular.

viernes, 11 de mayo de 2018

Se necesitan contrapesos


A nosotros nunca se nos quiso escuchar a este respecto pero el tiempo nos ha dado la razón.


Ante el interés de varios senadores y congresistas estadounidenses por las acciones de la CICIG, yo les propongo que si realmente desean fiscalizar el uso de los recursos de los tributarios de su país y evitar los abusos de poder, establezcan un sistema de supervisión al que los funcionarios de la institución deban rendir cuentas y a donde los guatemaltecos que consideren que se han violado sus derechos puedan abocarse.

Si bien es cierto la acción de la CICIG ha sido un parteaguas en la persecución de algunos corruptos que muy probablemente seguirían en su actuar de no ser por esa participación, tampoco podemos obviar el hecho de que en ese actuar se han cometido abusos. Lo cual era de esperar -y algunos pocos lo venimos advirtiendo desde hace más de 15 años- ya que con la excusa de que los “cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad” eran muy poderosos, se puso a los funcionarios de la Comisión por encima de la ley. Desde que fue planteada en su versión inicial, yo he argumentado que esa inmunidad se iba a prestar para abusos de poder.

La inmunidad a la que me refiero está en el artículo 10, inciso (b) del Acuerdo para el establecimiento de la CICIG, el que indica que todo el personal internacional de la comisión disfrutará de “inmunidad de toda acción judicial con respecto a palabras pronunciadas o escritas y a actos realizados por ellos en el desempeño  de su misión. Esta inmunidad de toda acción judicial se seguirá concediendo después de que hayan dejado de prestar servicios a la CICIG”. Esto sumado a otros privilegios e inmunidades propias de “funcionarios de la ONU” y, en el caso del comisionado, diplomáticas. En otras palabras, pueden hacer lo que sea sin tener que rendirle cuentas a nadie, sin temor a ser acusados y mucho menos llevados a juicio y para ajuste de penas, mantienen esa impunidad de por vida. Por si eso no fuera suficiente, el acuerdo establece que la Comisión es “absolutamente independiente” y que ni siquiera es un “órgano de las Naciones Unidas”.

Cualquiera que detente poder sin límites, tarde o temprano caerá en la tentación de abusar de ese poder.


Si algo hemos aprendido de la historia -¿o tal vez no?- es que cualquier persona que detente poder sin una estructura de control que verifique su actuar, tarde o temprano caerá en la tentación de abusar de ese poder. Los padres fundadores de Estados Unidos tenían esto tan claro que se cuidaron de establecer un régimen republicano con un efectivo sistema de pesos y contrapesos para evitar que alguien llegase a concentrar tal cantidad de poder que abusara de él en contra de los ciudadanos. Es gracias a esos pesos y contrapesos que, indistintamente de si ha habido buenos o malos funcionarios a lo largo de ya casi 250 años, el sistema se ha sostenido y los ha llevado a ser la república que hoy son.

Ya que a nosotros nunca se nos quiso escuchar a este respecto pero el tiempo nos ha dado la razón, considero de vital importancia que ahora que este tema ha cobrado relevancia en el Congreso estadounidense, aunque tarde, se establezca una estructura de control y supervisión para evitar los posibles abusos de poder.

Así que les solicito a los senadores y congresistas estadounidenses, en especial a quienes se han expresado sobre este tema, como los Senadores Marco Rubio, Mike Lee y Roger F. Wicker y el Congresista Christopher H. Smith, que propongan el establecimiento de una comisión parlamentaria que supervise las actuaciones de los funcionarios de la CICIG, a la que los ciudadanos guatemaltecos que consideren que se haya violado sus derechos puedan presentar sus denuncias. Como bien lo han dicho, ustedes tienen que velar porque los fondos de los tributarios estadounidenses se utilicen de manera adecuada y esta sería la mejor manera de hacerlo.

viernes, 4 de mayo de 2018

Los Bitkov, la CICIG y el abuso del poder


Si algunos creen que se justifican los abusos con tal de lograr un “buen fin”, yo no.


El caso de los rusos Bitkov abre nuevamente la puerta para el que debería ser el punto principal de la discusión alrededor de la CICIG y su operación en Guatemala: ¿Cómo se puede evitar que el amplio poder que detenta se preste para abusos? La solución se debió buscar hace 15 años y no hasta ahora, pero a los pocos que lo hemos venido recalcando desde esa época se nos ha menospreciado tachándonos de “reaccionarios”, “antisistema” y una serie de epítetos, propios de quienes quieren desviar la discusión para no enfrentar la realidad. Bueno, ahora que no somos solo unos pocos parias que desconfiamos del poder los que argumentamos esto, sino que ya se han subido al argumento hasta congresistas gringos, ¿seguirán muchos tratando de tapar el sol con un dedo?

El caso de los rusos Bitkov se internacionalizó recientemente gracias a varios artículos sobre el caso publicados por Mary O’Grady en el diario estadounidense Wall Street Journal. Los artículos de Mary causaron revuelo y fueron seguidos por otros artículos en importantes medios como The Economist y National Review. Una consecuencia de este renovado interés por el caso fue que se convocara a una audiencia en la Comisión sobre Seguridad y Cooperación en Europa, más conocida como la Comisión Helsinki, conformada por miembros del Congreso y del Ejecutivo de Estados Unidos.

Lo que más me llamó la atención de la audiencia fue lo incomprensible que es para personas que han vivido bajo un régimen republicano que le da tanta importancia al sistema de pesos y contrapesos –checks and balances- que una institución gubernamental pueda tener tanto poder sin ninguna estructura de control que evite, en alguna medida, el que se pueda abusar de ese poder.

Todas las organizaciones, aún aquellas creadas con la mejor de las intenciones, deben de tener una supervisión apropiada”


Quien mejor estableció ese punto fue Bill Browder –autor del libro Red Notice e impulsor de la “Ley Magnitsky”- cuando en una de sus intervenciones finales expresó: “El concepto de la CICIG es bueno. El tema no es la organización sino si se ha abusado de esa organización. Deberíamos establecer pesos, contrapesos y revisiones para asegurarnos que esos abusos no sucedan”. Lo dijo también el Congresista Chris Smith, quien presidió la audiencia: “Ha habido poca vigilancia del Congreso sobre la CICIG –es claro que es tiempo de que eso cambie-.” El que se voló la barda a este respecto fue el Senador Michael Lee, quien indicó por escrito: “La CICIG es una bestia difícil de manejar. Todas las organizaciones, aún aquellas creadas con la mejor de las intenciones, deben de tener una supervisión apropiada y contar con mecanismos de rendición de cuentas”.  Y por aquello de que alguien salga con que es un tema “ideológico”, es el mismo tema que también preocupó a la Congresista Jackson Lee en la audiencia.

Es un buen paso que el Congreso de Estados Unidos quiera establecer un mecanismo de control para evitar los abusos que se puedan cometer por parte de la CICIG. Lamentablemente, es  “muy poco, muy tarde”, ya que el meollo del asunto, que les da un poder casi absoluto, está imbuido en la misma concepción de la institución: la impunidad de por vida que gozan sus funcionarios en su actuar como parte de la organización.

Es el tipo de impunidad que permite que un funcionario pueda ser acusado por un testigo en su lecho de muerte de haberle pagado para mentir acusando falsamente a inocentes y que el funcionario, aparte de ruborizarse ante las cámaras, no pagara ninguna consecuencia y adicionalmente siguiera trabajando como uno de los principales funcionarios de la organización por mucho tiempo –no sé si todavía-. Y así como ese, muchos más. Y si algunos creen que se justifican los abusos con tal de lograr un “buen fin”, yo no.