El plástico es uno de los productos más malentendidos y, por tanto, vilipendiados.
Se
está popularizando en Guatemala la errada creencia de que el plástico es el
peor enemigo del medioambiente y que, por tanto, si se quiere ser “responsable”
se debe combatirlo. Esa falsa creencia ha llevado a algunos alcaldes incluso a
establecer absurdas prohibiciones inconstitucionales que no hacen más que
desviar la atención del verdadero problema.
Como
lamentablemente suele suceder en nuestro país –aunque no tenemos la
exclusividad- a muy pocos les preocupa profundizar en el análisis de los
problemas, se quedan en la superficie y como consecuencia lógica, a lo único
que le atinan es a “combatir” las consecuencias más superficiales –y
generalmente más intrascendentes- de los
problemas, sin profundizar en las causas que los originan y mucho menos buscar
soluciones que resuelvan esas causas.
El
plástico es uno de los productos más malentendidos y, por tanto, vilipendiados.
Muchos de los “enemigos” del plástico de seguro no saben que de no ser por
éste, muchas especies ya no existirían ya que los polímeros reemplazaron a
muchas “materias primas de origen animal” cuyo uso amenazó su sobrevivencia en
el siglo XIX y principios del siglo XX. Tampoco han de saber que una buena
parte del “estilo de vida” moderno que ha ayudado a sacar a millones de
personas de la pobreza, mejorar considerablemente la salud y la expectativa de
vida de la humanidad, así como muchos otros beneficios, se deben precisamente a
ese material sintético tan versátil y barato.
Es
precisamente por esa ubicuidad del plástico en casi todas las actividades
humanas que también es uno de los productos que se encuentran más a menudo en
la basura, la cual –cuando no es tratada adecuadamente- llega después a ríos,
lagos y el mar. Es de aquí donde ha surgido la idea de algunos, preocupados
genuinamente por el medioambiente, de limitar el uso del plástico para evitar
esos desechos. Aquí es donde entra el absurdo de tratar de corregir las
consecuencias y no las causas de los problemas. En este caso particular, el
problema no es el plástico, sino el mal o nulo tratamiento de la basura. Peor
aún, el desecho plástico no es la peor consecuencia medioambiental de los
desechos que generamos los humanos en nuestra vida diaria, sino la gran
cantidad de desechos orgánicos que van a parar a los ríos y lagos y que son los
principales responsables de la muerte lenta de los ríos y lagos guatemaltecos.
Si
realmente nos preocupa el efecto que los desechos de la “vida moderna” tienen
sobre el medioambiente, hay que entender bien cuáles son las causas y cómo se
puede minimizar sus efectos. El énfasis principal debe recaer sobre el
tratamiento de las aguas negras antes de que lleguen a los ríos. Mientras esto
no se resuelva, los desechos plásticos serán apenas la guinda del pastel.
En cuanto a la basura, el problema no es de qué está compuesta sino que no se trata adecuadamente.
En
cuanto a la basura –desechos sólidos- el problema no es de qué está compuesta,
sino que no se trata adecuadamente. Aquí el problema empieza desde el que tira
la basura en la calle hasta las municipalidades que no se han preocupado de
tratar adecuadamente la basura. Es un
hecho de la vida moderna que generamos bastantes desperdicios, de hecho,
mientras más se desarrolla una sociedad, más basura genera. Lo importante aquí
es que, si se deja actuar al mercado y no se imponen restricciones absurdas,
hasta la misma basura se puede convertir en un tesoro y no en una gran carga.
Como
sé que hay que profundizar en estos temas para entenderlos, en un próximo
artículo reflexionaré sobre el más útil pero a la vez más incomprendido de los
productos plásticos: el empaque en general y las bolsas en particular.
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