A nosotros nunca se nos quiso escuchar a este respecto pero el tiempo nos ha dado la razón.
Ante
el interés de varios senadores y congresistas estadounidenses por las acciones
de la CICIG, yo les propongo que si realmente desean fiscalizar el uso de los
recursos de los tributarios de su país y evitar los abusos de poder,
establezcan un sistema de supervisión al que los funcionarios de la institución
deban rendir cuentas y a donde los guatemaltecos que consideren que se han violado
sus derechos puedan abocarse.
Si bien es cierto
la acción de la CICIG ha sido un parteaguas en la persecución de algunos
corruptos que muy probablemente seguirían en su actuar de no ser por esa
participación, tampoco podemos obviar el hecho de que en ese actuar se han
cometido abusos. Lo cual era de esperar -y algunos pocos lo venimos advirtiendo
desde hace más de 15 años- ya que con la excusa de que los “cuerpos ilegales y
aparatos clandestinos de seguridad” eran muy poderosos, se puso a los
funcionarios de la Comisión por encima de la ley. Desde que fue planteada en su
versión inicial, yo he argumentado que esa inmunidad se iba a prestar para
abusos de poder.
La inmunidad a la
que me refiero está en el artículo 10, inciso (b) del Acuerdo para el
establecimiento de la CICIG, el que indica que todo el personal internacional
de la comisión disfrutará de “inmunidad de toda acción judicial con respecto a
palabras pronunciadas o escritas y a actos realizados por ellos en el
desempeño de su misión. Esta inmunidad
de toda acción judicial se seguirá concediendo después de que hayan dejado de
prestar servicios a la CICIG”. Esto sumado a otros privilegios e inmunidades
propias de “funcionarios de la ONU” y, en el caso del comisionado,
diplomáticas. En otras palabras, pueden hacer lo que sea sin tener que rendirle
cuentas a nadie, sin temor a ser acusados y mucho menos llevados a juicio y
para ajuste de penas, mantienen esa impunidad de por vida. Por si eso no fuera
suficiente, el acuerdo establece que la Comisión es “absolutamente
independiente” y que ni siquiera es un “órgano de las Naciones Unidas”.
Cualquiera que detente poder sin límites, tarde o temprano caerá en la tentación de abusar de ese poder.
Si algo hemos
aprendido de la historia -¿o tal vez no?- es que cualquier persona que detente poder
sin una estructura de control que verifique su actuar, tarde o temprano caerá
en la tentación de abusar de ese poder. Los padres fundadores de Estados Unidos
tenían esto tan claro que se cuidaron de establecer un régimen republicano con
un efectivo sistema de pesos y contrapesos para evitar que alguien llegase a
concentrar tal cantidad de poder que abusara de él en contra de los ciudadanos.
Es gracias a esos pesos y contrapesos que, indistintamente de si ha habido
buenos o malos funcionarios a lo largo de ya casi 250 años, el sistema se ha
sostenido y los ha llevado a ser la república que hoy son.
Ya que a nosotros
nunca se nos quiso escuchar a este respecto pero el tiempo nos ha dado la
razón, considero de vital importancia que ahora que este tema ha cobrado
relevancia en el Congreso estadounidense, aunque tarde, se establezca una
estructura de control y supervisión para evitar los posibles abusos de poder.
Así que les
solicito a los senadores y congresistas estadounidenses, en especial a quienes
se han expresado sobre este tema, como los Senadores Marco Rubio, Mike Lee y
Roger F. Wicker y el Congresista Christopher H. Smith, que propongan el
establecimiento de una comisión parlamentaria que supervise las actuaciones de
los funcionarios de la CICIG, a la que los ciudadanos guatemaltecos que
consideren que se haya violado sus derechos puedan presentar sus denuncias.
Como bien lo han dicho, ustedes tienen que velar porque los fondos de los
tributarios estadounidenses se utilicen de manera adecuada y esta sería la
mejor manera de hacerlo.
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