viernes, 29 de junio de 2018

Menos trámites, más inversión



La alternativa es que más compatriotas seguirán emigrando a buscar el sueño americano.



Hace un par de semanas finalmente realizaron un cambio en la tramitología chapina que puede tener un gran impacto en la salud de muchos guatemaltecos: facilitar el registro de medicinas que ya cuentan con la aprobación de agencias reguladoras de medicinas de otros países –que cumplen ciertos requisitos-. Este es un buen ejemplo de cómo se puede ir cambiando el sistema con pequeños cambios que parecen sencillos pero cuya trascendencia puede ser muy grande.

Desde hace muchos años he dicho que es absurdo que un país pequeño y con muchas necesidades se quiera dar el tupé de “verificar” que algún producto es “bueno” para la salud, cuando este producto ya ha pasado por ese proceso de verificación en otros países con más recursos. Por ejemplo, hay muchos medicamentos que han pasado todo el tortuoso procedimiento de aprobación de la FDA (Administración de Alimentos y Medicinas de Estados Unidos) –procedimiento que puede llevar muchos años y miles de millones de dólares cumplir- que cuando los querían comercializar en Guatemala tenían que pasar por todo un proceso para averiguar si era “bueno” para la salud de los guatemaltecos. ¡Por Dios!

Por inaudito que le parezca, ese procedimiento estaba vigente hasta hace unos días en nuestro país. Era un absurdo proceso burocrático cuyos resultados más palpables eran precisamente los que mencionó el Ministro de Salud cuando anunció el cambio: posibilidades de corrupción y precios más altos de las medicinas para los guatemaltecos.

¿Alguien en su sano juicio creerá que el proceso en Guatemala podría ser más exhaustivo y completo que el de la FDA?


Si ya una empresa se gastó muchos millones de dólares para cumplir con todos los requisitos de la FDA, ¿qué sentido tiene que aquí en Guatemala se desconozca dicho proceso y se le obligue a realizar todo un proceso nuevo para que los burócratas guatemaltecos “verifiquen” que la medicina hace lo que dice que hace? ¿Alguien en su sano juicio creerá que el proceso en Guatemala podría ser más exhaustivo y completo que el de la FDA? Y eso que la FDA no es santo de mi devoción y la considero responsable de retrasar –y en algunos casos matar- el desarrollo de nuevas medicinas, precisamente por lo tortuoso y caro que se ha vuelto el procedimiento de autorización.

Así que, felicito al Ministro de Salud por tomar esta decisión y de una vez hago un llamado al Congreso para que lo oficialice como ley, no vaya a ser que el siguiente Ministro que venga se le ocurra revertir este acuerdo gubernativo.

Este es un buen ejemplo de cómo se pueden reducir o eliminar muchos requisitos burocráticos sin sentido cuya única finalidad pareciera ser obstaculizar el desarrollo de los guatemaltecos. Son precisamente muchos de estos requisitos burocráticos absurdos los que se convierten en la excusa perfecta para la corrupción. Si realmente queremos combatir la corrupción hay que presionar a los gobernantes a eliminar todos aquellos trámites innecesarios. De esa manera, no sólo se reducirán las oportunidades de corrupción, también se promoverá una mayor actividad económica, especialmente ahora que tanto se necesita.

En la actual situación donde la mayoría de índices se está yendo a pique, una de las prioridades de todos debiera ser cómo logramos que venga más inversión a nuestro país. No nos engañemos, la situación no mejorará mientras no haya más inversión. Y no habrá más inversión si las señales que se envían en casi todos los frentes son de amenazas en contra de la inversión.

Lo que necesitamos en Guatemala es más inversión, más empleos, más empresas, más generación de riqueza. Esa es la única salida. La alternativa es que más compatriotas seguirán emigrando a buscar el sueño americano, Trump o no Trump, con muro o sin muro.

Artículo publicado originalmente en Prensa Libre el viernes 29 de junio de 2018.

viernes, 22 de junio de 2018

Mal allá y peor aquí


La gente se seguirá marchando porque la desesperación es canija.

Esta semana los titulares se los han llevado las noticias sobre los niños sufriendo al ser separados de sus padres en la frontera de Estados Unidos. Parte el alma ver y escuchar a los niños llorar una separación que no entienden ni merecen. Es realmente lamentable que hayan parado siendo la carne de cañón de peleas políticas que tampoco comprenderán. Tristemente, son otras víctimas inocentes de los políticos de aquí y de allá.
Como liberal siempre he sostenido —y lo sigo haciendo— que no deberían haber restricciones para el libre tránsito de personas y de productos en ninguna parte. Las personas deberían tener el derecho de decidir en dónde quieren vivir y con quién quieren realizar transacciones. Lamentablemente a la gran mayoría de los políticos no les gustan estas ideas porque pierden el control de los que abusivamente consideran sus “súbditos”; pierden el poder.
A ello hay que sumar que el miserable sistema benefactor mercantilista que se propagó por el mundo a lo largo del último siglo, entre otros muchos males que trajo, también se ha convertido en la excusa perfecta para quienes se oponen a la inmigración: “no podemos dejar que vengan otras personas porque se van a beneficiar de servicios que nosotros estamos pagando con nuestros impuestos”. (Excusa que por cierto no se sostiene lógicamente porque si se dejara que cualquiera pudiera llegar legalmente, en cuanto empiecen a trabajar también pagarían impuestos).
Pero esta crisis de la separación de familias lamentablemente solo es la punta del iceberg. Mientras Trump estaba firmando la Orden Ejecutiva para evitar que separen a las familias de migrantes el miércoles, la ICE (US Immigration and Customs Enforcement) estaba realizando una redada en una planta procesadora de carne en Ohio para capturar a inmigrantes ilegales. De los casi 150 que capturaron, más de 100 eran guatemaltecos. Otras 100 familias que probablemente también sean separadas si ya tenían hijos allá.
Todo apunta a que cada vez será más difícil que inmigrantes indocumentados puedan llegar a Estados Unidos —con o sin muro— y también será cada vez más difícil para los que ya están allá mantenerse. En países como el nuestro, eso es una muy mala noticia, por la importancia tan grande que tienen para la economía de muchos guatemaltecos las remesas que sus familiares les envían desde allá.
Lo que nos lleva al verdadero quid del asunto: ¿por qué tantos guatemaltecos se han ido a vivir y trabajar a Estados Unidos? La razón es sencilla: porque aquí no encontraron las oportunidades para poder mantenerse ellos y sus familias. No es solo porque se “quieran” ir. Le garantizo que la mayoría preferirían vivir en su país, en su pueblo, si existieran las posibilidades para poder ganarse la vida dignamente, pero lamentablemente, no las hay.
Y ¿por qué no las hay? Porque la única manera comprobada a lo largo de la historia en la cual las personas de una sociedad pueden prosperar es a través de las inversiones que generan empleos. Solo a través de la inversión se puede generar riqueza y fuentes de trabajo productivas. Pero en Guatemala el sistema está optimizado para ponerle tropiezos a la inversión. No hay un verdadero estado de Derecho en donde la gente pueda tener certeza jurídica que le garantice que los resultados de sus inversiones no van a depender de la voluntad arbitraria —y muchas veces envidiosa— de un funcionario, burócrata o juez.
Y mientras no cambiemos el sistema, no habrá suficiente inversión. Lamentablemente, aun a pesar de los problemas que puedan tener en Estados Unidos, la gente se seguirá marchando porque la desesperación es canija. ¿Cuándo entenderemos?
Artículo publicado originalmente en Prensa Libre

viernes, 15 de junio de 2018

Una decisión con consecuencias


Tomaron la decisión que creyeron mejor para salvar a Guatemala de los megalómanos
La pasión y el desconocimiento del contexto pueden ser muy malas consejeras a la hora de ponderar los sucesos que analizamos. Un buen ejemplo actual es el caso de financiamiento electoral. En el calor de la animadversión hacia los politiqueros corruptos es fácil tirar la piedra y meter a todos en el mismo costal, pero las cosas distan mucho de ser tan simples.
Hoy pocos parecen recordarlo, pero la situación hace tres años era muy complicada. En medio de un proceso electoral atiborrado de dinero del narco y de la corrupción, se empezó a destapar la trama de abusos extremos de los patriotas. Para muchos que vivían en su burbuja fue la gran novedad; para los que llevamos muchos años dando la batalla de las ideas, fue apenas una confirmación de lo que sabíamos y hemos combatido por años.
No por nada llega uno a asquearse de todo lo que gira alrededor del poder. Son muchos años de ver cómo cambian las caras, las circunstancias, los corruptos, pero el sistema sigue igual. Los años de observar la catástrofe no han hecho más que confirmar mi convicción que el problema es el poder discrecional del que gozan los funcionarios y que la batalla debe encaminarse a limitar ese poder.
Esa misma experiencia lo lleva a uno a comprender que si ese poder —con pocos, nulos o inoperantes límites— puede corromper a las “buenas personas”, en manos de un megalómano puede convertirse en una tragedia de proporciones inimaginables —si no me cree, solo hay que ver a la miseria que veinte años de poder ilimitado han llevado a los venezolanos—.
Y es precisamente ese el contexto que vivíamos hace tres años. Un par de megalómanos que habían demostrado no tener ningún escrúpulo para aprovecharse del dinero de los tributarios y pisotear a quien osara oponérseles eran quienes más posibilidades tenían de llegar al Guacamolón. Esos que aún sin gozar todavía del poder ya se sentían reyes y reinas al grado de amenazar a diestra y siniestra de quebrar a quien no les diera dinero para su “campaña”.
Fue la época del “No te toca” y la del excómico convertido a político que empezó a surgir. Fue en ese contexto que se dio la reunión con potenciales financistas a quienes pidió apoyo para poner fiscales en las mesas que garantizaran que se respetara la decisión de la ciudadanía.
Si bien considero un error hacer los aportes fuera del partido —error del que ahora están pagando las consecuencias—, puedo entender la decisión de hacer algo para garantizar que los fiscales de los megalómanos tuvieran algún contrapeso en las mesas electorales y evitar la posibilidad de un fraude. Sin ese aporte, quien quita que los resultados hubiesen sido distintos y hoy viviéramos una realidad mucho peor que la actual —por inconcebible que parezca—, encaminándonos a una situación muy similar a la de Venezuela o Nicaragua.
Ahora la pasión y el resentimiento de muchos se cierne sobre ellos metiéndolos en un saco incluso peor que en el que se ha metido a los corruptos y criminales. Es la arrogancia que da la incapacidad de comprender las alternativas. Yo en cambio les reconozco que —en su circunstancia y contexto— tomaron la decisión que creyeron mejor para salvar a Guatemala de los megalómanos y han afrontado valientemente las consecuencias de su decisión, aún cuando no se compara ni de lejos con todas las iniquidades de los megalómanos que hasta la fecha permanecen impunes. Ello los hace acreedores de todo mi respeto. 
Ojalá que de todo esto aprendamos las lecciones: Hay que concentrarse en poner límites al poder y hay que defender abierta y públicamente aquellos principios que uno considera correctos.
Artículo publicado originalmente en Prensa Libre.

viernes, 8 de junio de 2018

Los héroes existen, viven entre nosotros

Héroes que viven entre nosotros y que merecen todo nuestro reconocimiento.

En medio de la tragedia que cayó de manera fulminante sobre cientos de guatemaltecos y que nos embarga a todos de dolor, es esperanzador ver que ha aflorado lo mejor de muchos guatemaltecos. Con el paso de los días nos enteramos de las historias de muchos héroes anónimos que en el momento más importante, aun cuando las circunstancias les eran adversas, tomaron la decisión correcta. Es a esos héroes a quienes quiero honrar en este día. Su ejemplo arrastra y nos motiva. 
Héroes como Rubén Darío, quien regresaba de su trabajo en un ingenio cuando se enteró de la crisis y a pesar del peligro para su propia vida se apresuró hacia su hogar para salvar a su familia. Al principio las autoridades no lo querían dejar pasar y hasta su misma esposa le dijo por teléfono que ya no llegara, que ya estaban muriendo, pero él no aceptó ese destino y hasta convenció a unos policías y soldados de que todavía podían rescatar a su familia. Arriesgando su vida, en medio de una escena dantesca, viendo cómo otras personas se “derretían”, logró llegar hasta donde estaba refugiada su esposa, sus hijos y otros 34 familiares. En total, salvaron a 37 personas.
Héroes como Evelyn Ordóñez, gerente general de La Reunión, quien en el momento justo tuvo el coraje de tomar la decisión de evacuar el hotel, con todas las implicaciones que ello conlleva. Viéndolo con la ventaja de la retrospectiva es muy fácil decir que era la decisión correcta y la que debía tomar. Pero en ese momento no tenía una “alerta oficial” de evacuación, solo su intuición de que “el comportamiento del volcán no era el de costumbre” como nos comentó en nuestro programa de radio. Aún con la información incompleta, tomó la decisión correcta que salvó la vida de más de 300 personas.
Héroes como Juan Bajxac, José Castillo y Juan Galindo, bomberos y delegado de Conred que murieron intentando evacuar a personas para que no perecieran con la llegada de los flujos piroclásticos.
Pero también muchos otros héroes, la mayoría en el anonimato, que se han entregado en cuerpo y alma para tratar de encontrar a sobrevivientes. Bomberos, policías, soldados, rescatistas, todos ellos sabiendo que arriesgan sus vidas sin ninguna otra satisfacción que la de ayudar a otros y cumplir con lo que consideran su deber. Trabajando largas y agotadoras jornadas, en condiciones muy difíciles, a veces incluso sin el equipo adecuado, pero sin quejarse, satisfechos de estar haciendo lo correcto. Héroes como María Esperanza Álvarez, la bombera que mientras estaba en las labores de rescate se enteró de que había sido despedida, pero que aún así siguió con “honor y orgullo” por la satisfacción de estar donde más la necesitaban.
Héroes que se han arriesgado volando en circunstancias peligrosas para obtener información valiosa para las labores de rescate. Héroes que han dejado sus ocupaciones habituales para dedicarse a recolectar víveres, ropa, medicinas para los desplazados en los albergues. Héroes que han puesto sus empresas al servicio de la víctimas, ya sea como centros de acopio o proveyendo víveres, ropa, medicinas y productos sanitarios.
Pero también muchos héroes que han contribuido con sus pocos o muchos recursos para apoyar voluntariamente a quienes están en necesidad. Héroes como Julio José Benjamín Caal, el niño de 10 años que el lunes llegó a un centro de acopio a donar los 5 quetzales que había ganado ese día vendiendo dulces en el parque de San Pedro Carchá. En fin, héroes que viven entre nosotros y que merecen todo nuestro reconocimiento. ¡Muchas gracias a todos!

viernes, 1 de junio de 2018

La basura de unos es el tesoro de otros


El reciclaje ya se da en Guatemala de manera voluntaria porque es económicamente viable.


En los artículos anteriores he hablado sobre la importancia del plástico y cómo su uso en empaques y bolsas es la alternativa actual que menor efecto tiene sobre el ambiente. Pero todavía queda el tema de los desechos. ¿Cómo evitar que los beneficios del plástico se vean enturbiados por su ubicuidad en los desechos? Afortunadamente, las soluciones ya están entre nosotros.

Las dos soluciones básicas para erradicar el “problema” del plástico en los desechos sólidos son el reciclaje y la incineración. Yo soy partidario de que se debe reciclar todo lo que se pueda. La tecnología ha avanzado y ahora hay procedimientos que pueden convertir el plástico reciclado hasta en materiales de construcción que reemplacen al acero -más resistentes y duraderos-.

La mejor forma de lograr la mayor cantidad de reciclaje es a través del mercado y no a través de limitaciones o regulaciones. De hecho, así es como ya funciona en Guatemala. Aquí todavía no existe la “cultura” de separar los desechos para reciclaje, sin embargo, en los bienes cuyo reciclaje tiene un valor económico, ya se hace. El proceso inicia en los camiones de recolección de basura, donde separan los productos que pueden vender a las recicladoras -vidrio, aluminio y envases plásticos-. Si algo se les pasa, los “guajeros” lo recogen y lo venden a las recicladoras. Probablemente no sea el mejor proceso de reciclado, pero ya se da y no como una imposición de algún político o burócrata sino como un proceso totalmente voluntario dado que esa “basura” de unos, se ha convertido en un “tesoro” para otros, es decir, es económicamente viable.

La clave es que las personas utilicen los canales adecuados para deshacerse de sus desechos –en este caso, que paguen el servicio de recolección de basura-. La mayoría del plástico que llega a los ríos, por lo menos en la capital, es porque no es canalizado a través de este sistema, es decir, proviene de personas que no pagan el servicio y la desechan de manera informal –la tiran en la calle y/o en los tragantes. ¡Esa irresponsabilidad es la que hay que castigar!

Para el año 2050 más del 90% del plástico que se produzca se reciclará o se incinerará.


En cuanto a la incineración del plástico -y de la basura en general- es una tendencia en varios países desarrollados y que poco a poco se hará en los demás países. Inicialmente se ha quemado la basura para generar electricidad. Con los avances en la tecnología, ya se empiezan a promover plantas en las que se aproveche el 100% de la basura. Con procesos automatizados se separan primero todos los productos reciclables, luego los desechos orgánicos que puedan utilizarse para hacer fertilizante y lo que sobra se quema para producir energía eléctrica. Hasta las cenizas  resultantes se pueden aprovechar para materiales de construcción. Aquí mismo en Guatemala, en la planta de Cementos Progreso de Sanarate se incineran anualmente once mil toneladas de llantas y basura, con lo que se aprovechan adecuadamente sin contaminar el ambiente y sin necesidad de “rellenos sanitarios”.

En el panorama global, la tendencia es que cada vez se recicla y se incinera más plástico. Si siguen las actuales tendencias, para el año 2050 más del 90% del plástico que se produzca se reciclará o se incinerará. Y yo creo que, con los avances tecnológicos, va a ser todavía más rápido.


Lo que me regresa a las prohibiciones al uso del plástico. Es insensato que en lugar de ocuparse en resolver el problema del tratamiento de los desechos, los políticos se decanten por prohibiciones absurdas al uso de bolsas y otros productos plásticos que a quien más afectan es a los más pobres y al mismo ambiente. ¡Esto no se debe permitir!

Si quiere conocer más sobre este tema, lo invito a buscar en mi blog (jorgejacobs.com) más información.

Artículo publicado originalmente en Prensa Libre:  http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/la-basura-de-unos-es-el-tesoro-de-otros 

Notas:
1. Gráfica tomada de los materiales suplementales del artículo: "Production, use, and fate of all plastics ever made", publicado en la revista Science Advances del 19 de Julio de 2017.  http://advances.sciencemag.org/content/3/7/e1700782.full