jueves, 1 de junio de 2006

El calvario de las licencias

Comprarla o sufrirla, he allí el dilema.


En días recientes se mencionó que obtener una licencia para portar armas de fuego era mucho más sencillo que aplicar para una licencia de conducir. El problema no está en lo sencillo de conseguir la licencia para portar armas sino en el calvario para obtener la primera licencia de conducir.

Yo ya tengo mis añitos de tener licencia, pero la experiencia de varias personas cercanas me ha llamado poderosamente la atención. Si usted toma en este momento su teléfono y pregunta en cualquier escuela de automovilismo se sorprenderá al enterarse que no se están extendiendo exámenes para primeras licencias tan fácilmente. Si desea aplicar a la primera licencia de conducir, debe por lo menos esperar un mes para “ver si todavía alcanza turno” para examinarse.

La misma respuesta obtendrá cuando llame a cualquier centro examinador del Departamento Tránsito en donde según parece, hay que hacer “cola” desde las cinco de la mañana para tratar de ganarle un lugar a los tramitadores que luego venderán el dichoso certificado por no menos de mil quetzales. Y si a usted bien le va, es probable que la persona que lo examine no le haga “la camita”, haciéndole perder la prueba, su dinero, su tiempo y tenga que volver nuevamente a la fila; claro, uno o dos meses después de su examen.

Pero puede ahorrarse la incertidumbre y el escaso tiempo que no tiene, si localiza algún lugar en donde vendan certificados “comprados” o "chafas", como suelen llamarlos en la calle, y por una módica suma puede aprobar su examen teórico-práctico, tal vez no con 100 puntos como podría esperarse por la suma que pagó, pero irá directamente a cualquier agencia donde imprimen la licencia y, después de brindar la mejor de sus sonrisas, podrá salir a los 30 minutos con su primera licencia de conducir. Claro, será una licencia “comprada”, pero no se preocupe porque una vez pasado el trámite, no hay forma de saber cuál se sacó en buena lid y cuál se "compró".

¿Y para aprender a estacionarse?, pues en el camino mire cómo aprende. Total, en los centros comerciales no hay que retroceder. ¿Y para saber dónde debe parar y dónde lleva la vía? También andando se aprende, si es que en el camino no lo choca un autobús urbano u otro conductor con licencia parecida a la que acaba de obtener.

Llegamos entonces al dilema existencial de la primera licencia: ¿comprarla o sufrirla? ¿Arriesgarse o sucumbir ante la corrupción aún no extirpada en el Departamento de Tránsito? ¿Se recuerdan que hace unos meses algo salió a luz y se dijo que se compondría la cosa?. Mal pensado que es uno: no me extrañaría que la dificultad para sacar la primera licencia sea un valladar artificial para empujar a los pobres incautos (o simplemente desesperados) a caer en el viejo jueguito de la corrupción. Júzguelo usted mismo.

Publicado en Prensa Libre el 1 de junio de 2006.

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