Te han acusado de muchos crímenes que no has cometido.
Has sido acusado injustamente de ser el principal engendro de maldad a lo largo de toda tu historia. Desde que iniciaste como humilde semilla, concha o cualquier otra medio que los primitivos humanos encontraron para realizar intercambios un poco más sofisticados que el trueque, te convertiste en el símbolo y estandarte de las más bajas pasiones que pueden manifestarse en los seres humanos.
Te han atribuido la responsabilidad de engaños, odios, rencores, envidias, codicias, concupiscencias, ansias, ambiciones desmedidas, fraudes, traiciones, rompimientos de familias, amistades perdidas, amores rotos, venganzas, quiebras, suicidios, muertes, guerras, incluso de enfermedades, dignidades y hasta virginidades perdidas.
No importó que con el tiempo fueras mutando a diferentes formas, pasando por metales preciosos hasta llegar al actual papel y monedas, indistintamente de si eras respaldado por bancos privados o, como en los años más recientes de tu vida, controlado férreamente por esos monopolios gubernamentales denominados bancos centrales.
El amarte ha sido considerado la raíz de todos los males. Lamentablemente para ti, la mayoría de personas no entendió esta máxima y te atribuyó, por una transitividad mal entendida, que tú eras la raíz de todos los males, sin percatarse que al señalarte con un dedo acusador, como siempre, por lo menos tres les apuntaban de regreso a ellos. Son ellos, somos nosotros, los que actuamos, no tú. Somos nosotros, los humanos, quienes podemos llegar a enloquecer por ti, pero eso no es tu culpa.
Lo peor de todo es que aunque te atribuyen toda esa maldad, a la hora de la hora, con algunas raras excepciones, lo que los humanos anhelamos no es a ti, directamente, sino lo que podemos obtener a través de ti. No eres tú lo que amamos, son los juguetes que podemos obtener por tu medio, es el poder que nos das, es el sentimiento de superioridad que nos brindas, todo lo cual, nuevamente, no es tu responsabilidad.
No eres tú el culpable. No eres tú el ambicioso. No eres tú el ruin. No eres tú el envidioso. Todo eso lo somos nosotros. Pero tú eres inocente. Ni siquiera eres culpable de haberte desaparecido de Guatemala en este fin de año, eso lo son los funcionarios que creen que saben mejor que los demás lo que más les conviene a éstos, y que en momentos como estos demuestran la "inocencia" de creer que ésa es la mejor, si no la única, forma de tenerte.
En este día de los "santos inocentes" quise reconocer a uno de los inocentes que más ha sido vituperado falsamente a lo largo de toda la historia de la humanidad: el inocente dinero.
Publicado en Prensa Libre el 28 de diciembre de 2006.
1 comentario:
Jorge: Este es uno de los mejores artículos que he leído. Buenísimo.
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