A veces me pregunto si la intención de los expertos tecnócratas que se mantienen diseñando nuevos esquemas tributarios es recaudar ingresos mayores para el erario o simplemente justificar su puesto ante los “superiores”, para lo cual creen que, mientras más fastidien a los tributarios, mejor imagen tendrán ante sus jefes.
Esta pregunta me llega con recurrencia, especialmente cada vez que se publica una nueva propuesta que se cocina en el perol de los tecnócratas, como la que se presentó ayer en este mismo matutino.
A pesar de que no hay político ni tecnócrata en el mundo (bueno, esa podría ser una exageración y tal vez sí exista algún despistado) que no sepa que la mejor manera de lograr que crezca una economía es quitándole impuestos, difícilmente encontrará usted uno solo que lo acepte en público, mucho menos que esté dispuesto a actuar en consecuencia. Se dan algunas excepciones, lamentablemente solo cuando ya la cosa está tocando fondo, como por ejemplo lo que está sucediendo en la actualidad en Estados Unidos.
Pues bien, ahora nos salen con que quieren hacer una nueva baraja de cambios en la legislación con el supuesto propósito de obtener más ingresos. El problema es que simplemente proponen parches al sistema para exprimir más a los que ya pagan (que es lo más fácil), y no le entran de raíz al problema.
Lo que necesitamos, en especial, frente a un futuro tan incierto, es quitar los obstáculos para que haya más inversión en el país y que se generen más y mejores empleos (la generación de riqueza es la mejor cura contra la pobreza). Para ello, creo que debemos encaminarnos hacia una reducción y simplificación de los impuestos y no a complicarlos más y volver más caro su cumplimiento.
Yo sigo sosteniendo que lo que hay que hacer es eliminar el Impuesto sobre la Renta y concentrar los esfuerzos de la Superintendencia de Administración Tributaria en la recaudación del Impuesto al Valor Agregado y de las personas y empresas en producir más, y no en estar viendo cómo hace para cumplir y evadir. Ya hace un par de años hice una propuesta muy específica de cómo hacer ese cambio de sistema.
Si eso es pedir demasiado para sus sensibles e ideológicamente dogmáticos oídos, por lo menos que hagan un cambio en esa dirección. Por ejemplo, ¿por qué no cambiar la tasa del régimen del 5 al 2 por ciento, incluidas las personas en “dependencia”? Les aseguro que la mayoría, si es que no todas las empresas que están en el régimen optativo, se cambiarían corriendo y se olvidarían ya de mantener todo un departamento de contabilidad con el único propósito nada productivo de cumplir con los requisitos fiscales. Este solo cambio tendría adicionalmente la ventaja que reduciría considerablemente (aunque no lo elimina) el costo de pasarse a la formalidad.
¿Tan difícil será entender esto?
Artículo publicado en Prensa Libre el 31 de enero de 2,008.
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