Hace algunas semanas, con unos compañeros y amigos, estábamos pensando nombres para un nuevo programa radial sobre el arte de la empresarialidad, así que me puse a investigar un poco en el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española (DRAE), y lo que encontré me dejó perplejo: los prejuicios ideológicos han permeado hasta esta obra académica. El bajo concepto que presenta acerca del empresario deja mucho que desear, aunque probablemente refleja un prejuicio extendido en la región.
La primera definición del DRAE acerca del empresario dice: “Persona que por concesión o por contrata ejecuta una obra o explota un servicio público”. Las siguientes definiciones no mejoran mucho el concepto: “Persona que abre al público y explota un espectáculo o diversión”, “patrono (persona que emplea obreros)”, y “titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa”.
Las primeras dos definiciones no solo expresan un concepto erróneo y limitado del empresario, sino que además le ponen el mote de “explotador”. Si va uno luego a buscar “explotar”, en el mismo DRAE, se encuentra estas dos definiciones: “Sacar utilidad de un negocio o industria en provecho propio” y “utilizar en provecho propio, por lo general de un modo abusivo, las cualidades o sentimientos de una persona, de un suceso o de una circunstancia cualquiera”. Si bien es cierto, se podría decir que la que se aplica al empresario es la primera, le garantizo que en la mente de la mayoría visualizan más la segunda.
No me extraña que esas definiciones y los prejuicios que conllevan, aunados al sistema mercantilista que ha predominado en nuestra región desde la Conquista (éste sí se refleja perfectamente en la primera definición) sean parcialmente responsables del subdesarrollo predominante. Una de las principales razones del bajo concepto del empresario en la región es que muchos de quienes han pasado por “empresarios” no son más que rentistas y mercantilistas que se han aprovechado de sus “conexiones” para mamar de la teta del “Estado”, o aprovecharse de los consumidores amparados en algún privilegio concedido por los gobernantes. Pero esos no son los verdaderos empresarios.
Si queremos alejarnos de la pobreza, necesariamente tenemos que pasar por reivindicar el concepto de empresario. No nos engañemos, la única forma de salir de la pobreza es a través de la inversión de capital, y para que exista capital para invertir y proyectos en qué invertirlo se necesitan empresarios. Indistintamente de los prejuicios antiempresariales que muchos puedan tener, lo cierto es que el motor de la economía es el empresario. Sin empresarios, no habría productos que consumir ni fuentes de trabajo para los empleados. Sin empresarios no habría progreso.
¿Quién es el empresario? Es aquel que está dispuesto a tomar riesgos con tal de lograr sus fines, a emprender, a crear algo de la nada, a perseguir sus sueños. Y no depende de la cantidad de dinero que tiene. Igual de empresario puede ser quien tiene su puesto en el mercado que quien ha creado empresas que se han expandido a nivel global. Para salir de la pobreza, necesitamos crear riqueza, y esa es la especialidad del empresario.
P.S.: si quiere afinar sus conocimientos en el arte de la empresarialidad, le invito a escuchar el nuevo programa radial +Negocios, que conduzco junto con María Dolores Arias, hoy jueves, de 19 a 20 horas, por la 100.9 FM, y www.radiopolis.info.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 3 de abril de 2,008.
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