El domingo tuve la grata oportunidad de visitar junto con un grupo de amigos el Chateau DeFay, en las faldas del volcán de Agua. Me impresionó lo que están haciendo allí, principalmente porque lo veo como un símbolo del triunfo de la voluntad de unos emprendedores contra lo imposible.
¿Por qué lo imposible? Porque “todo el mundo” decía que era imposible que en Guatemala se produjera vino. Una larga lista de razones apuntalaba esa supuesta imposibilidad. Pero no fueron obstáculo para que una pareja de emprendedores, Jacques y Angie DeFay, compraran hace nueve años una finca de café y la convirtieran en el primer viñedo comercial de Centroamérica. Nueve años y muchas pruebas después sale al mercado la primera cosecha comercial de vinos de Guatemala. ¿No es eso vencer a lo imposible?
Siempre he admirado a los emprendedores, a quienes ven la oportunidad donde otros no vemos más que un polvoriento camino por el que de otra manera nunca hubiéramos transitado. ¿Qué pudo pasar por la mente de los DeFay cuando vieron esta finca de café, en un país tropical, con ninguna tradición vitivinícola? ¿Se imaginaron que allí podrían sembrar uvas y producir vino?
Creo que la historia de los DeFay es un gran ejemplo para todos nosotros, particularmente en las actuales circunstancias en donde “casi todos” están apesadumbrados ante la aparente imposibilidad de remontar la crisis y salir adelante. En tiempos como los actuales es cuando más debemos buscar en nuestro interior a ese emprendedor, a ese buscador de aventuras que está dispuesto a arriesgarlo todo para lograr sus objetivos. No debemos quedarnos de brazos cruzados y esperar que venga alguien a “rescatarnos”. Todo lo contrario, debemos buscar las oportunidades en donde los demás solo ven crisis, y enfrentar los retos con mucho ánimo y optimismo.
Para terminar, quiero compartir con ustedes una pequeña parte de una entrevista que le hicieron hace unos días al escritor Arturo Pérez-Reverte, en la que expresa de manera muy vívida eso que motiva a los héroes, a los emprendedores.
“… ¿por qué van esos héroes a la guerra?”, le pregunta Jorge Fernández Díaz.
Pérez-Reverte contesta: “¿Pero por qué Jenofonte va a Persia? Va porque el hombre se mueve por dinero o por afán de aventuras. O por las dos cosas. Basta leer Moby Dick. Dinero, afán de aventuras, valor y ya está. Ya tienes al hombre que echa a andar, que toma una coraza, una espada o un arpón y va a cazar la ballena y se va a matar persas o troyanos. Esa es la historia de la Humanidad: ambición más aventura más valor. Claro, el que no tiene coraje se queda toda la vida labrando la tierra como esclavo del amo. Es el otro el que se arriesga y el que muere. Y cuando no muere, a lo mejor, a veces, consigue el premio, o no. Pero por lo menos se mueve. Siempre he simpatizado con los hombres que ponen un pie delante del otro y avanzan. Nunca me han gustado los moluscos quietos en la concha. Tengo más simpatía por el pez que corre la aventura con la piel desnuda. Siempre he querido mucho más al que se arriesga, al que conoce mundos, se mueve y al final muere, pero cuando ha vivido. El molusco, en cambio, pasa toda su vida encerrado hasta el final”.
Y la pregunta del millón: ¿qué es usted en esta perspectiva, pez o molusco?
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 19 de marzo de 2,009.
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