El lunes por la noche me informaron que un grupo de empresarios iría al otro día a Honduras, a una reunión con Roberto Micheletti, y me invitaron a acompañarlos como periodista. Era una invitación muy tentadora. Además de que le tengo un cariño muy especial a Honduras, por haber recibido con gran hospitalidad a mis padres durante 24 años, no hay duda que, para bien o para mal, el señor Micheletti ya escribió su nombre en la historia. Así que, sin tiempo para muchas reflexiones, acepté acompañarlos.
A las 7 horas estábamos ya en el aeropuerto; sin embargo, por alguna “inexplicable” razón, la persona encargada de recibir el pago del impuesto de salida se desapareció casi dos horas. ¿Sería una casualidad del destino o simplemente alguien quería “trocear” el viaje? No sé, lo cierto es que nos retrasaron dos horas.
Fueron varias las avionetas en las que viajó la comitiva a Honduras. Del aeropuerto nos llevaron en un bus a la Casa Presidencial. Allí nos trasladaron a un salón que entiendo es el del gabinete. A los pocos minutos, ingresó Micheletti.
Habló durante algunos minutos con la delegación. Explicó a grandes rasgos la situación actual, agradeció la visita y exhortó a los empresarios a invertir en Honduras. Explicó que respetan la propiedad privada, le dan la bienvenida a todos los que deseen invertir allá, ofreciéndoles seguridad jurídica. Así también indicó que las puertas están abiertas para todos los que quieran llegar a Honduras a ver cómo está la situación, por qué se destituyó a Zelaya, qué fue lo que se hizo y cómo se ha mantenido la institucionalidad. Informó también que el proceso eleccionario sigue en camino, que las elecciones se llevarán a cabo el 29 de noviembre, y el nuevo gobierno tomará posesión el 27 de enero del año entrante.
Luego estuvimos en una conferencia de prensa en la que participaron también representantes de la Fenagh, que es más o menos el equivalente de la Cámara del Agro de Guatemala. Había reporteros de muchos medios de comunicación de Honduras y algunos internacionales. Alguien me dijo que incluso estaban los de Telesur, pero no lo pude comprobar.
Después, almorzamos con un grupo de los miembros de la Fenagh, quienes nos ampliaron interioridades del gobierno de Mel Zelaya y su abierto desprecio por la institucionalidad, manifestado e incluso llegar a burlarse en los medios oficiales de las resoluciones de los tribunales.
Nos contaron del proceso paulatino de deterioro de la institucionalidad y acaparamiento de poder que se dio durante la administración de Zelaya, conforme iba dando sus pasos y la gente no se oponía a sus excesos. En pocas palabras, reconocieron que Zelaya pudo llegar a los excesos que llegó simplemente porque la gente lo veía violar la ley, y nadie se atrevía o se molestaba en oponerse. Todos tomaron la actitud de que, mientras no se meta con mi pedacito, no me importa lo que haga. Al final, todos tuvieron que llegar a la conclusión de que “ningún negocio vale la pérdida de la libertad”.
Como ya lo dije en algún momento, considero que Zelaya fue quien primero rompió la Constitución, y lo que pasó después fue una consecuencia directa de esas ilegalidades. A como veo la situación actual, este impasse en Honduras no se resolverá, hasta que se elija y tome posesión un nuevo gobierno. La pregunta que a nosotros nos compete es ¿pondremos nuestras barbas en remojo para que no nos pase lo que les pasó allá?
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 20 de agosto de 2,009.