miércoles, 23 de febrero de 2011

"Ya no más"


Ningún gobierno, por malo que sea, se sostiene sin el apoyo de la población.

Los cambios que se están dando en el norte de África y en el Oriente Próximo, constituyen uno de esos puntos de inflexión en la historia de la humanidad de los cuales tenemos la suerte de presenciar de cerca, gracias a la tecnología de las comunicaciones. Pero lo más importante es que aprendamos las lecciones detrás de esos cambios. Para mí, la lección más relevante que podemos aprender de estos sucesos la explicó un filósofo francés del siglo 16, Étienne (Esteban) de La Boétie, en un artículo que publicó cuando apenas tenía 18 años: “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”.

La lección es sencilla: ningún gobierno, por malo que sea, se sostiene sin el apoyo de la población; por consiguiente, lo único que se necesita para que un dictador caiga es que la gente diga: “ya no más”. De La Boétie lo explicó muy bien hace casi 500 años, sin embargo, como que siempre se necesita la experiencia cercana para interiorizar una lección tan de sentido común como ésta.

Y la mejor prueba de la veracidad de lo explicado por De La Boétie, la tenemos desarrollándose en vivo frente a nuestros ojos. Hosni Mubarak gobernó con mano férrea Egipto por casi 30 años; comandaba uno de los ejércitos más grandes del mundo y aún así, sólo se necesitaron 18 días de manifestaciones de un buen grupo de la población para que su gobierno perdiera todo sustento y se desmoronara. Zine El Abidine Ben Ali se mantuvo en el poder en Túnez casi 24 años pero tampoco aguantó ni siquiera un mes de manifestaciones antes de salir huyendo. El siguiente en la fila, Muamar al Gadafi, dictador de Libia, a pesar de la sangrienta represión, probablemente no dure muchos días u horas más.

Es tan impresionante el Discurso de De La Boétie, que quisiera transcribirlo todo, pero no alcanza el espacio, así que le doy una probadita para que se interese en leerlo completo.

“No quisiera sino averiguar cómo es posible que tantos hombres, tantas villas, tantas ciudades, tantas naciones algunas veces sufran bajo un sólo tirano que no tiene más poder que el que ellos mismos le dan; que puede dañarlos sólo hasta donde ellos lo aguanten; que no podría hacerles mal alguno a menos que ellos prefieran tolerarlo a contradecirlo. Sin duda, ¡una situación sorprendente! Sin embargo, es tan común que uno debe llorar más y sorprenderse menos, ante el espectáculo de ver a un millón de hombres servir miserablemente, con sus cuellos bajo el yugo, no obligados por una multitud mayor que ellos, sino que simplemente, al parecer, encantados y hechizados por el nombre de un solo hombre, cuyo poder no tienen por qué temer, ya que es la persona que evidentemente no pueden admirar, debido al trato inhumano y salvaje que les da.

“Obviamente no hay necesidad de luchar para vencer a este único tirano, ya que se le derrota automáticamente si el país se rehusa a consentir su propia esclavitud: no es necesario quitarle algo, sino simplemente no darle nada; no hay necesidad de que el país haga un esfuerzo para hacer algo por sí mismo a condición de que no haga nada contra sí mismo. Por lo tanto, son los mismos habitantes quienes permiten, o más bien logran, su propia sujeción, ya que al dejar de someterse pondrían fin a su servidumbre. Un pueblo se esclaviza, corta su propia garganta, cuando, teniendo la oportunidad de escoger entre ser vasallos y ser hombres libres, abandona sus libertades y se pone el yugo, da su consentimiento para su propia miseria, o, más bien, al parecer, la acoge”.

Si quiere leer el discurso completo, búsquelo en www.jorgejacobs.com.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 24 de Febrero de 2,011.

El discurso lo pueden encontrar aquí:

Versión en Inglés.

Versión en Español.

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