jueves, 17 de febrero de 2011

Medio crimen organizado


Para reducir el crimen organizado a la mitad, sólo falta una decisión.

La semana pasada, la organización Global Financial Integrity (Integridad Financiera Global) publicó un documento denominado “Transnational Crime in the developing world” (“El crimen transnacional en el mundo en vías de desarrollo”) que resume un estudio realizado a lo largo de dos años para tratar de dimensionar el crimen organizado en el mundo. Aunque los autores del estudio no tienen ese alcance, creo que este es un argumento más, y uno muy concluyente, de la solución para reducir el crimen organizado a la mitad de un solo plumazo: legalizar las drogas.

Según el estudio, el crimen organizado tiene ingresos a nivel mundial alrededor de los US$650 millardos anuales. Para ponerlos en perspectiva, las ventas de la empresa más grande del mundo, Wal-mart, fueron de US$419 millardos el año pasado, es decir, el crimen organizado es un negocio 55% más grande que el de la empresa formal más grande. Y para que se dé una idea mayor, la segunda empresa más grande del mundo, la petrolera Shell, tuvo ventas anuales de US$368 millardos el año pasado. O sea que el crimen organizado es casi el doble que la petrolera más grande del mundo.

Ahora bien, lo interesante del estudio es la división que hace de los ingresos por tipo de crimen. Investigaron 12 ramas del crimen organizado, pero las principales son dos: el narcotráfico, con ingresos estimados de US$320 millardos al año (49%), y las falsificaciones, con ingresos estimados de US$250 millardos (38%). Las otras 10 ramas apenas representan US$80 millardos (13%) de los ingresos del crimen organizado. El mismo estudio dice que, por la misma naturaleza del crimen organizado, las cifras no son exactas, pero lo cierto es que nos da una buena idea de las dimensiones del mismo y su división.

Si lo que se desea es reducir el crimen organizado, no existe, a mi manera de ver, ninguna otra opción que de un solo golpe pueda reducir a la mitad los ingresos, y por ende los incentivos para el crimen, que la legalización de las drogas. Simplemente no existe otra opción. Mientras sigan empecinados en la fallida “guerra contra las drogas”, lo único que van a lograr es incrementar los ingresos de quienes se dediquen a esa lucrativa área del crimen organizado.

El argumento de que no se puede hacer porque sería “claudicar ante el mal” no se sostiene ante la evidencia que va más allá de los números. Primero, los costos no tanto monetarios como en violencia, vidas y corrupción en la mayoría de países en “vías de desarrollo” son inmensamente más grandes y malignos que cualquier efecto que el consumo de las drogas pueda tener. Segundo, los resultados del “experimento” portugués luego de varios años de que se legalizó el consumo de drogas han sido muchísimo mejores que los vaticinados por quienes consideran que legalizar las drogas sería la hecatombe mundial. Tercero, varias décadas de experiencia ya deberían haber convencido hasta al más escéptico de que la prohibición de las drogas no reduce su consumo.

Por tanto, me parece inexcusable la oposición de muchos a la legalización de las drogas. De los políticos del mundo unidos lo entiendo porque, como se ha ido descubriendo poco a poco, muchos de ellos participan de esas jugosas “utilidades”. Pero del resto de la gente, sus “buenas intenciones” son insostenibles y, en alguna medida, responsables de tanta desgracia que nos ha traído la fracasada guerra contra las drogas. ¿Tan difícil es entenderlo?

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 17 de febrero de 2,011.

Foto: Revista Wired.

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