El problema, señor presidente, es precisamente el tráfico de influencias…
Ahora que empezamos a conocer dudosas transacciones en la
administración del PP, es importante que los funcionarios —si realmente
están interesados en la transparencia— entiendan cuál es el fondo del
asunto y que el problema es, precisamente, el tráfico de influencias.
En
algunos casos, como el de un diputado oficialista, el del secretario
privado de la Vicepresidencia y el del subsecretario de la SAAS, los
funcionarios habían estado vinculados a las empresas, siendo incluso sus
representantes. Previendo la cercanía de llegar al poder, “cumplieron con el formalismo” —según las mismas palabras del
presidente— de desvincularse legalmente de ellas, aunque siguen
“vinculadas” a sus familiares o amigos. Y apenas llegaron al poder, lo
aprovecharon para que las empresas —ahora supuestamente de sus
familiares o amigos— se vieran favorecidas con contratos millonarios.
En una entrevista al presidente, publicada el martes en un
matutino, cuando se le dice que amigos o familiares de los funcionarios
continúan al frente de esas empresas, responde:
“Correcto, pero de ellos hay una desvinculación legal, eso fue lo
que reportaron. Lo que hicieron fue cumplir un formalismo. ¿Qué es lo
que tendríamos que cuidar ahora? ¿Qué es lo que tendría que cuidar la
Secretaría de Transparencia? ¿Qué tendría que cuidar la misma
Contraloría General? ¿Qué tendría que cuidar la Fiscalía contra la
Corrupción? Lo que se tiene que cuidar es que no vaya a haber tráfico de
influencias”.
El mismo presidente reconoce que esta “desvinculación” legal no es
más que un formalismo para acceder al poder. Lo que parece no colegir
es que la falsedad de ese “formalismo” es la que prepara el escenario
para el tráfico de influencias.
Hablando con unas personas hace unos días, me hacían énfasis que
en la legislación no existe una prohibición expresa para contratar
empresas de familiares y amigos, y que, por tanto, se puede hacer. —No
estoy de acuerdo en ese positivismo jurídico, pero eso es tema de otra
discusión—. Pues aunque no se cometa un “delito” —y pareciera ser que
esa es la postura del presidente—, sí considero que existen muchos
conflictos de interés que abonan a la corrupción.
Y es precisamente por estos conflictos de interés que se ha
buscado mecanismos que intenten minimizarlos, como, por ejemplo, las
restricciones de la Ley de Compras y Contrataciones para que se hagan
procesos abiertos en los cuales cualquiera pueda participar y sea más
difícil que los funcionarios discrecionalmente decidan cómo gastarse los
fondos de los tributarios.
Lamentablemente en el actual gobierno, al igual que en los
anteriores, le han jugado la vuelta a estas restricciones a través de
las compras directas y las compras por excepción, al grado que, según
una investigación de la bancada de Encuentro por Guatemala, más del 90%
de las compras en esta administración se han hecho a la sombra de esos
procedimientos.
¿Quieren que les creamos que su “discurso de la transparencia no
es del diente al labio”? Demuéstrenlo haciendo correctamente las cosas, y
no saltándose las trancas.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 17 de mayo de 2,012.
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