La incongruencia de los estatistas es proverbial.
Las acciones de muchos estatistas son incongruentes con lo que
dicen defender. Hablan maravillas sobre la acción del Gobierno y lo
defienden a capa y espada, pero a la hora de la hora, resulta que ni
ellos mismos confían en esa acción. Con sus hechos contradicen lo que
sus palabras aconsejan. Así que es mejor fijarse en lo que hacen en
lugar de escuchar lo que dicen.
Al final, la mayoría simplemente
confirma lo que Frederic Bastiat dijo hace más de 150 años: “El Estado
es esa ficción por medio de la cual todos quieren vivir a expensas de
los demás”. Esta es la descripción que mejor se adapta, no tanto a lo que dicen los estatistas como a lo que hacen.
Encontramos esas incongruencias por todas partes. Hace un par de
días, por ejemplo, un matutino nos informaba que entre varias
instituciones gubernamentales se gastan más de 50 millones de quetzales
anuales en seguros privados de vida y gastos médicos para sus empleados.
Esta noticia confirma las incongruencias a las que me refiero.
Resulta que la institución con el seguro más “oneroso” (según la
nota) es la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT). ¿En
dónde queda entonces el discurso de que el Gobierno necesita más fondos
—los que esta institución recauda— para mejorar los servicios que
presta? Si fueran congruentes con lo que dicen, ¿no creen ustedes que
estos millones de quetzales que tanto les cuesta recaudar se debieran
invertir en mejorar los servicios de salud que presta el Gobierno para
de esa manera atender mejor, no solo a los empleados de la SAT, sino a
todos los guatemaltecos?
Según la misma nota, los dos seguros más grandes son para los
trabajadores de las empresas portuarias. En la misma nota se dice que la
cobertura que tienen estos empleados se debe “al poder y la presión que
ejercen sus sindicatos”. De seguro son de los mismos sindicalistas que
ni bien se menciona algo sobre una “reforma previsional” pegan el grito
en el cielo, se rasgan las vestiduras y hacen paros de labores para
oponerse a la “privatización” del Seguro Social y de los servicios de
salud gubernamentales. Pero, eso sí, cuando de su pellejo se trata, no
les importa que se gasten los fondos de los tributarios para que ellos
puedan gozar de un seguro privado de vida y gastos médicos.
¿No le
parece no solo incongruente sino además hipócrita esa actitud?
Y así podemos encontrar muchos ejemplos de incongruencia, en temas
similares, en empleados públicos y funcionarios de todos los niveles. Y
eso que no estamos hablando de la corrupción abierta, sino de esta otra
forma —que también considero que es corrupción— de utilizar
“legalmente” los fondos de los tributarios.
La incongruencia de los estatistas se repite aquí y en todas
partes del mundo. Hace poco también vi una nota que informaba que el 25%
de los maestros en escuelas públicas en dos estados de los Estados
Unidos envía a sus hijos a estudiar a colegios privados —estadística que
no me extrañaría fuese similar en Guatemala—.
Al final, los hechos comprueban que muchos que hablan maravillas
del Gobierno, a la hora de la hora lo único que les interesa es ver cómo
hacen para aprovecharse de los tributarios y vivir muy bien a sus
expensas. ¿Por qué no me extraña?
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 13 de septiembre de 2,012.
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