La gran carrera de las vacunas contra el COVID-19 se calentó esta semana con el anuncio de Vladimir Putin de la autorización de la Sputnik V -¿de Vladimir o de vaktsina? -. Considero que estamos ante uno de los esfuerzos científicos más impresionantes de toda la historia. Cientos de equipos de científicos, universidades, empresas y gobiernos enfocados en encontrar la vacuna que pueda librar a la humanidad de la amenaza del SARS-Cov-2. Ni siquiera los mejores guionistas de Hollywood podrían haber ideado tan colosal esfuerzo.
Pero esta es la vida real, no una serie de Netflix. Cientos de miles de personas han muerto como consecuencia del coronavirus. Y aunque la letalidad de la enfermedad está descendiendo a nivel global, todavía hay muchas personas que podrían salvarse con una vacuna eficaz. De allí la importancia de esta gran carrera. Y es una carrera que no sería ni remotamente posible de no ser por los esfuerzos de otros cientos de miles de científicos y empresarios visionarios que durante las últimas décadas han avanzado la tecnología hasta el punto en que nos encontramos actualmente.
Para quienes tenemos algún interés por la ciencia y la tecnología, es realmente impresionante ver cómo van avanzando los diferentes proyectos en el camino hacia la autorización. Hasta el miércoles se conocían por lo menos 176 proyectos de vacunas. Hay más de 135 en estudios preclínicos. Veinte están en la fase 1, donde se prueba su seguridad y la dosis óptima. Hay 11 en la fase 2, donde se hacen pruebas más amplias de seguridad. Ocho vacunas ya están en la fase 3, donde se hacen pruebas a gran escala para probar su eficacia. Y, con la de Putin, ya hay dos “aprobadas”. La otra fue “aprobada” por el ejército chino. Ambos se saltearon la fase 3 de las pruebas.
Considero que el anuncio de Putin es más mediático que otra cosa, para “fugarse” del resto de desarrolladores de vacunas. Como Putin puede hacer lo que quiera -constitucionalmente- en Rusia, la declaró “autorizada”, sin pasar por un proceso científico de autorización. En ambos casos, la vacuna de Putin y la de Xi, “dicen” que van a continuar las pruebas de la fase 3.
Pero fuera de los cantos de sirena de los políticos, el esfuerzo científico y empresarial es gigantesco. Al ser tantos los equipos que están buscando una solución, han tomado caminos distintos para llegar a la meta. Entre ellos se pueden contar varios tipos de vacunas. Están las vacunas genéticas, que utilizan uno o más de los propios genes del virus para provocar una respuesta inmune. La vacuna de la empresa Moderna entra en esta categoría. Luego están las vacunas de vectores virales, que utilizan un virus para introducir genes del coronavirus en las células y provocar una respuesta inmunitaria. La vacuna de AstraZéneca y la Universidad de Oxford entra en esta categoría, así como la de Putin y la del ejército chino.
Están también las vacunas a base de proteínas, que utilizan una proteína o un fragmento de proteína del coronavirus para provocar la respuesta inmune. Entre estas la más famosa es la de la empresa Novavax, que entra en la fase 3 en Octubre. Luego están las vacunas de “virus completo”, que utilizan un versión debilitada o inactiva del coronavirus para generar la respuesta inmune. En esta categoría entran varias que están desarrollando en China e India, 3 de las cuales ya están en fase 3. Por último, están las vacunas reutilizadas, que ya están en uso para otras enfermedades pero que también podrían proteger contra el Covid-19. Aquí la más famosa es la BCG -desarrollada hace más de 100 años contra la tuberculosis- que ahora ya está en un ensayo de fase 3 para comprobar su efectividad contra el COVID-19.
Vivimos en tiempos interesantes.
Artículo publicado originalmente en Prensa Libre, el viernes 14 de agosto de 2020.
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