jueves, 15 de mayo de 2008

Amarillismo

Las adopciones en Guatemala se han vuelto todo un caso de estudio de cómo la exageración en los medios de comunicación puede afectar las vidas de muchas personas. En este caso particular, las vidas de miles de niños que ya no tendrán la oportunidad de una vida mejor.

No contentos con haber erradicado la institución de la adopción en Guatemala, ya que con la nueva legislación vigente prácticamente se acabaron (apenas ha habido una veintena en lo que va del año), todavía se ensañan, no solo los “activistas” sino también los funcionarios y muchos periodistas en tratar de evitar que los niños que ya estaban en el proceso de adopción con la legislación anterior finalmente lo sean.

El argumento es siempre el mismo: que se roban niños para darlos en adopción. Yo no puedo asegurar que esto no suceda en algunos casos, pero el problema es la generalización: entonces todos los niños dados en adopción son robados y todos los que se dedican a las adopciones son unos ladrones de niños. Y con esta generalización amarillista, se les vedó a muchos cientos, si no a miles de niños la oportunidad de aspirar a una mejor vida.

De entrada, más del 95 por ciento de estos niños se van para Estados Unidos, y para ello tienen que pasar por dos pruebas de ADN, una al inicio del proceso y otra al final, lo que da muy poco margen para poder meter “niños de contrabando en Estados Unidos”.

Y la otra pregunta clave aquí es: si tantos ladrones de niños existen y tantos niños han sido robados, ¿por qué hay tan poca gente, si es que alguna en la cárcel por ese delito, y por qué solo hay unas pocas madres haciendo huelga de hambre por sus niños robados? ¿No deberían estar llenas las cárceles con todos esos “abogados corruptos que venden niños como que fueran muñecas”? ¿No deberían estar en la Plaza Central unas dos mil madres angustiadas buscando recuperar a sus niños robados? Y eso si solo contamos a los niños que están ahorita terminando el trámite de adopción; si nos vamos a los años anteriores, no cabrían en la Plaza las madres llorando por sus hijos robados.

Un matutino publicó hace un par de días un titular indicando que “desbordan anomalías en trámites”, pero cuando uno revisa la nota resulta que no se encuentra el desborde por ningún lado. Un diputado azuza con el petate del muerto una supuesta lista de abogados “corruptos”, la pregunta es: si tiene esa información, ¿por qué no los denuncia ante las autoridades para que se los lleven presos? ¿Por qué primero toda la alharaca en contra de los abogados y luego no hay órdenes de captura ni procesos en los tribunales de justicia?

Desde el comienzo de esta cacería de brujas en contra de la noble institución de la adopción, el lenguaje amarillista, tergiversado y malintencionado ha sido el único argumento esgrimido de parte de los “defensores de la niñez”. Las pruebas, como dije anteriormente, no se ven por ninguna parte, y el supuesto “desborde” de anomalías brilla por su ausencia.

Lo que sí ha quedado claro, al final de todo, es que debido a este lenguaje amarillista por parte de algunos periodistas, y a la tergiversación de hechos aislados por parte de un pequeño grupúsculo de supuestos defensores de la niñez, que ni siquiera se pudo comprobar que fueran hechos reales, muchos niños hoy por hoy están pagando las consecuencias. Muchos de ellos se quedaron sin la oportunidad de una mejor calidad de vida que aquí en su país, y con el rechazo de sus propios padres, posiblemente los convierta en escoria de la sociedad.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 15 de mayo de 2,008.

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