martes, 12 de agosto de 2008

De regreso al trote

Quienes me conocieron de adolescente saben que mi pasión era correr. Entrenaba 2 horas diarias bajo el sol de la tarde de Reu, y cuando no estaba corriendo, soñaba con correr. Recuerdo que en la puerta de mi cuarto tenía una gran toalla con la figura de las piernas de un corredor. A donde fuera que iba, siempre trataba de correr un poco, y aunque mi verdadera pasión y en lo que era competitivo siempre fue la velocidad, pues le entraba también a correr más largo por hobby.

Las decisiones que uno va tomando en la vida siempre tienen consecuencias y una de las que yo tomé, todavía en la adolescencia, truncó esos sueños de competencia. A los 14 años yo creía que ya tenía bien planificada mi vida, y sabía lo que quería lograr. Sin embargo, a la vuelta de la esquina todo cambió y cuando finalmente me dí cuenta de lo que sucedía, ya esos sueños de juventud habían quedado atrás. No me quejo. Al final, fui yo quien tomé las decisiones, acertadas o erradas, maduras o inmaduras, pero fui yo, no le puedo echar la culpa a nadie más. Por supuesto que la vida te va dando jugadas que no esperas y, como decía Randy Pausch, uno no escoje las cartas que te da la vida, pero sí lo que hace con esa mano. En retrospectiva, si no hubiera pasado por todo lo que pasé, muy probablemente no hubiera llegado a ser el libertario radical que ahora soy, ni al periodismo (que no estaba entre mis planes de la adolescencia, debo reconocer) ni haría lo que hago ahora que tanto me llena de satisfacción.

Pero todavía estaba el sueño frustrado del atletismo. Se compensó un poco cuando a mi hija le empezó a gustar, sin que yo se lo inculcara. Empezó a competir de parte del colegio y en poco tiempo llegó a lograr mucho, al grado que hasta compitió en un campeonato centroamericano en El Salvador. Pero así como llegó se fue y ahora tiene otros intereses...

Correr se fue quedando en el olvido, hasta que llegó a mi vida Heidy. Ella es una persona realmente extraordinaria a quien ahora tengo el honor y gran gusto de considerar una de mis mejores amigas. Una de sus tantas cualidades es que le gusta correr y participar en competencias. A pesar de que las circunstancias no nos han permitido participar en ninguna carrera juntos, logró motivarme a meterme a una carrera. En ella participamos con mi hija, y aunque no la terminamos (era irracional pensar que la podía terminar considerando que tenía más de 20 años de no correr y no había entrenado nada) el sólo hecho de estar en la competencia y sentir nuevamente la adrenalida de ese gusto por correr, me dejó picado.

Sin embargo, todavía necesité un empujón más para iniciar. Este vino de otra amiga, Michelle, quien me retó a correr para reencontrarme con ese patojo disciplinado y competitivo que se quedó en Reu cuando dejé de correr.

Pues bien, acabo de iniciar a correr nuevamente. Apenas llevo cuatro días de estar saliendo a correr por las mañanas, pero la experiencia ha sido increíble. La verdad es que para tanto tiempo de vida sedentaria, hasta yo mismo me sorprendí de la memoria que mi cuerpo parece tener sobre el correr. De hecho, corri mucho más rápido de lo que yo mismo esperaba, aunque no me quiero exceder, ya que quiero esta vez habituarme nuevamente para permanecer en el largo plazo. Como era de esperarse, ya uno está bastante oxidado, por lo que ahora ando todo adolorido, pero es parte del proceso habitual. Hoy, aparte del dolor normal me dolió un poco la rodilla y una ampolla que ayer me deshice, lo que me hizo correr un poco más lento. Pero sigo emocionado. Hacía mucho tiempo que no me sentía así. Les mantendré informado de cómo sigue mi nueva aventura de reencuentro con el pasado. Gracias mil, Heidy y Michelle.

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