La crisis en el sistema financiero mundial ha significado para muchos “el fin del neoliberalismo”. Lamentablemente, con lo mucho que yo mismo estaría feliz de que fuera el fin del neoliberalismo, la triste realidad es que lo más probable es que el “neoliberalismo” al que ellos se refieren seguirá campante y boyante en medio de la probable recesión que él mismo ocasionó.
¿Por qué digo esto? ¿Por qué quisiera que fuera el fin del “neoliberalismo”? Para entenderlo hay que comprender bien a qué se refiere la terminología que muchos usan. El término “neoliberal” fue acuñado por algunos enemigos del liberalismo, pero no se lo aplicaron a lo que dice el liberalismo, sino a lo que ellos creían que quería decir el liberalismo, sin percatarse (o, si les vamos a dar el beneficio de la duda maquiavélica, con todo el conocimiento de causa) de que a lo que ellos realmente se referían con el término es a lo que se conoce como “mercantilismo”. En lógica, esto se denomina la falacia del espantapájaros, que ya expliqué hace algún tiempo en otro artículo (lo puede ver en mi blog: jorgejacobs.com).
Y ¿qué es el mercantilismo? En pocas palabras, el aprovechamiento del poder discrecional que tienen los funcionarios públicos en beneficio de ellos mismos, sus amigos, sus financistas, los “contratistas del Estado”, los grupos de presión y, en general, de todos aquellos que se puedan beneficiar, ya sea de fondos públicos o de la protección y privilegios que le pueden dar los funcionarios a través de legislación, permisos, aranceles y toda una serie de instrumentos que se han ideado para sacarle raja al ejercicio del poder.
Un prerrequisito para la existencia del “mercantilismo” es que el Gobierno tenga el poder de intervenir en la economía, en las transacciones que realizan las personas. Y es allí donde podemos encontrar las raíces de la actual crisis financiera: en la intervención de los funcionarios públicos en la economía, tanto a través de regulaciones y de obligaciones impuestas, como a través de la manipulación de la masa monetaria, a través de las decisiones del banco central (en el caso de Estados Unidos, la Reserva Federal, la FED). La crisis no se debe al “libre mercado”, como algunos quieren inferir; se debe a la intervención de los gobernantes. Es un claro ejemplo de mercantilismo aplicado.
Así que, en efecto, la crisis es culpa del “neoliberalismo”, porque a lo que ellos llaman así es al “mercantilismo”, que es realmente el culpable.
Lamentablemente todas las soluciones que están proponiendo, y las que más probablemente ejecutarán, son más de lo mismo: más mercantilismo. Tal es el grado de despiste, que la mayor parte de personas ve en la FED al salvador que nos va a rescatar de la gran crisis mundial, sin siquiera percatarse de que la FED es uno de los principales responsables de que la crisis llegara a donde llegó. Con excepción de los verdaderos liberales, casi nadie cuestiona la responsabilidad de los funcionarios públicos en esta debacle, ni mucho menos la necesidad de cambiar de sistema y dejar el de banca central con reservas fraccionarias en la historia.
Así que, no se alegre. El neoliberalismo no ha muerto y no morirá en el futuro cercano. Seguirá vivito y coleando, para que los enemigos del liberalismo puedan mantener su espantapájaros en el cual descargar sus frustraciones.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 2 de octubre de 2,008.
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