Quienes me conocieron de adolescente saben que mi pasión era correr. Entrenaba dos horas diarias bajo el sol de la tarde de Reu y, cuando no estaba corriendo, soñaba con correr. Recuerdo que, en la puerta de mi cuarto, tenía una gran toalla con la figura de las piernas de un corredor. A donde fuera que iba, trataba de correr un poco y, aunque mi verdadera pasión y en lo que era competitivo siempre fue la velocidad, le entraba también a correr distancias largas por hobby.
Las decisiones que uno toma en la vida siempre tienen consecuencias, y una de las que yo tomé, todavía en la adolescencia, truncó esos sueños de competencia. A los 14 años, creía que ya tenía bien planificada mi vida y sabía lo que quería lograr. Sin embargo, a la vuelta de la esquina todo cambió y, cuando finalmente me dí cuenta de lo que sucedía, ya esos sueños de juventud habían quedado atrás.
No me quejo. Al final, fui yo quien tomé las decisiones, acertadas o erradas, maduras o inmaduras, pero fui yo, no le puedo echar la culpa a nadie más. Por supuesto que la vida te va dando jugadas que no esperas y, como decía Randy Pausch, uno no escoge las cartas que te da la vida, pero sí lo que hace con esa mano. En retrospectiva, si no hubiera pasado por todo lo que pasé, muy probablemente, no hubiera llegado a ser el libertario radical que ahora soy, ni al periodismo —que no estaba entre mis planes de la adolescencia, debo reconocer—, ni haría lo que ahora hago que tanto me llena de satisfacción.
Pero todavía estaba el sueño frustrado del atletismo. Se compensó un poco cuando a mi hija le empezó a gustar, sin que yo se lo inculcara. Comenzó a competir por parte del colegio y, en poco tiempo, llegó a lograr mucho, al grado que hasta compitió en un Campeonato Centroamericano en El Salvador. Pero así como llegó se fue, y ahora tiene otros intereses.
Correr se fue quedando en el olvido, hasta que llegó a mi vida Heidy. Ella es una persona realmente extraordinaria a quien, ahora, tengo el honor y gran gusto de considerar una de mis mejores amigas. Una de sus tantas cualidades es que le gusta correr y participar en competencias. De tanto insistir, logró motivarme a meterme a una carrera, en la que participamos con mi hija y, aunque no la terminamos —era irracional pensar que la podía terminar considerando que tenía más de 20 años de no correr y no había entrenado nada—, el solo hecho de estar en la competencia y sentir de nuevo la adrenalina de ese gusto por correr, me dejó picado.
Sin embargo, necesité un empujón más para recomenzar. Este vino de otra amiga, Michelle, quien me retó a correr para reencontrarme con ese patojo disciplinado y competitivo que se quedó en Reu, cuando dejé de correr.
Pues bien, hace un par de meses empecé a correr nuevamente, y la experiencia ha sido increíble. Como era de esperarse, ya uno está bastante oxidado, por lo que tuve que pasar por el médico para revisarme una inflamación en una rodilla y, luego, un período de reacondicionamiento, pero sigo emocionado. Hacía mucho tiempo que no me sentía así. La semana pasada, junto con Heidy, corrí y terminé mi primera carrera de 10 kilómetros en muchísimos años, y la verdad es que disfruté sobremanera la experiencia. Ya nos preparamos para otras dos carreras, en noviembre.
Con base en mi experiencia, le digo que si por algún motivo la vida lo llevó lejos de sus sueños de juventud, nunca es tarde para reiniciar. ¡Anímese!
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 23 de Octubre de 2,008.
1 comentario:
Fantástico Jorge! Nunca es tarde para volver a dónde y a lo que a uno le pertenece, como lo es la bendición de poder correr, usar nuestro propio cuerpo para avanzar. Yo he corrido toda mi vida y desde los 37 hice un Upgrade al maratón 42K. Así que adelante, con gusto me gustaría compartir contigo y con Heidi unos Kilómetros de agradable conversación.
Info de carreras?
www.maratonguate.com
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