Este año termina con varias partidas cercanas. Juan René Girón, el suegro de mi hermano; Irina Darlee, Chepe Zarco y Paco Bianchi. En el caso de los hombres, todos, coincidentemente, por problemas del corazón. Lo que me mueve a muchas reflexiones y me ha tenido con muchos sentimientos encontrados.
Con ninguno de ellos puedo decir que tuve una gran amistad, pero, ya sea por cuestiones de familia o trabajo, nuestras sendas se cruzaron en más de una ocasión.
A don Juan René lo conocí desde hace muchos años, cuando Éric apenas era el novio adolescente de su hija Sandra. Me impresionaba su carácter, su empuje, y que no tenía pelos en la lengua para decir las cosas, aunque siempre de una manera respetuosa y caballerosa.
A doña Irina la conocí poco, principalmente por sus columnas, aunque de vez en cuando nos encontrábamos en reuniones.
A Paco también fue poco lo que lo conocí, aunque sí estuvimos un par de veces peleando las mismas batallas. Lo recuerdo como una persona muy correcta y sensata.
A Chepe lo recuerdo muy bien. Lo conocí cuando apenas empezaba mi vida de columnista. En ese tiempo, él estaba como director de Prensa Libre. En varias ocasiones me insistió en que debería pasarme a escribir para este periódico, hasta que hace casi exactamente 15 años (como lo mencioné en una reciente columna) acepté su invitación. Nos veíamos poco, casi siempre por casualidad, pero en ese tiempo llegué a apreciar en él una de esas personas soñadoras, de las que salen a buscar sus sueños.
Con todo y sus muchos errores y desaciertos, Chepe fue una persona admirable. Decía lo que sentía, como lo sentía; no era hipócrita; reconocía abiertamente sus errores, y tenía un gran corazón, lo que lo llevó a ser el columnista más leído y controversial de su tiempo. Como un pequeño tributo a su memoria, quiero reproducir unos párrafos de su última columna, en donde él mismo describe su actitud ante la vida:
“Pero es que precisamente, como no quiero ni creo importante, ni tampoco posible, que la plata sea fundamental ni esté presente en este Diciembre, he decidido darle a mis hijos, a mi mujer y a mis amigos un regalo que, creo yo, vale más que todos los millones de dólares del mundo, porque este regalo no se puede pagar. Se trata de mí… (ejem…)”
“Yo, en primer lugar les obsequio a mis cinco hijos, a mi mujer y a mis amigos del corazón (por supuesto que si Dios me lo permite) un año más de vida al lado de ellos, dispuesto a amarlos, quererlos, besarlos, consentirlos, compartir, reír, llorar, educar, escuchar, comprender, corregir, experimentar y equivocarme”.
“Les obsequio la verdad de mí, de lo que soy, de cómo soy. Les regalo lo que creo cierto, mi fuerza, mi valentía, mi honor, mi dignidad, mi integridad (tan cuestionada por los puritanos y los fanáticos) les doy mi tiempo (a veces tan corto porque duermo mucho) les regalo mi sentido del humor que a veces es demasiado negro y tan lleno de maldiciones, les pongo a sus incondicionales deseos este hombre tan imperfecto pero tan lleno de amor que hoy decidió darse él nuevamente, otro año más. Y con eso creo que cualquier regalo de cualquier tienda de lujo o de no lujo es una babosada”.
Les deseo a todos mis lectores que pasen una muy feliz Navidad y que el 2009 les traiga muchas bendiciones.
P.S.: Por aquello de las dudas y los corazones, también les recomiendo que su principal propósito de año nuevo sea hacer ejercicio.
Artículo publicado en Prensa Libre el 18 de Diciembre de 2,008.
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