Ya está probado hasta la saciedad que el sistema político que actualmente tenemos no funciona. La prueba más palpable la encontramos en nuestro diario vivir: no hay seguridad, no hay justicia, no hay “desarrollo”.
Le pueden atribuir las causas que sean. Unos dicen que es por falta de recursos, pero no importa de qué tamaño sea el presupuesto de malgasto de los gobernantes, ni que todos los años crezca considerablemente, la situación sigue de mal en peor. Lo cierto es que todos los gobernantes utilizan la “falta de fondos” como excusa conveniente para los escasos o nulos avances durante su administración, pero lo interesante es que para la corrupción siempre alcanzan los fondos. Irónico, ¿no lo cree?
Otros lo atribuyen a las personas. Dicen que el problema es que no ha llegado la persona “ideal” a la Presidencia. Creen que cuando llegue “esa” persona, la situación se compondrá. Que por el momento tenemos que aguantar a la partida de mediocres que con cada elección llegan a ocupar los altos cargos públicos, pero que si tenemos la suficiente paciencia, algún día vendrá el redentor de los políticos, aquella persona que nos demostrará que si se tiene la honradez, la capacidad y la entrega suficientes, se puede cambiar el rumbo del barco, y nos llevará a una Guatemala de ensueño. Pero ésta no es más que la esperanza de los ilusos. No importa quién llegue a la Presidencia. No importa quiénes lleguen al Congreso. Las pocas diferencias palpables son que unos son más o menos corruptos que los otros, más o menos abusivos que los anteriores, más o menos descarados que los precedentes, pero el resto de ciudadanos nunca ve que su situación de vida mejore.
Estoy convencido de que el problema no son los recursos ni las personas. Estoy plenamente convencido que el problema es el sistema que tenemos actualmente. Y, por lo mismo, estoy convencido de que mientras no cambiemos el sistema, podrán los políticos tener cientos de miles de millones de quetzales a su disposición, podrán llegar las “mejores” personas al ejercicio del poder, pero la situación no cambiará. La única manera de cambiar el rumbo del barco es por medio de un verdadero cambio en el sistema.
Por eso es que desde hace unos años apoyo la propuesta de ProReforma. Este proyecto propone hacer un cambio parcial de la Constitución, sin meterse en la parte “pétrea” de la misma, por lo que es una modificación que solo necesita ser aprobada por las dos terceras partes del Congreso, y luego por la ciudadanía, en una Consulta Popular, sin tener que convocar a una Asamblea Nacional Constituyente ni nada por el estilo.
Los cambios que plantea son pocos y sencillos, pero que pueden llegar a tener una trascendencia increíble en el futuro de todos los guatemaltecos. Su premisa básica es el respeto a los derechos individuales de todos los habitantes de Guatemala y que sea del interés general el que estos derechos individuales se respeten. Proteger la vida, la propiedad y los contratos. Establecer un régimen de verdadero estado de Derecho, en donde las personas vivan por derecho y no por permiso de los gobernantes. La promesa es que un estado de Derecho tiende a reducir la pobreza y la violencia.
A mi manera de ver las cosas, la única solución es un cambio en el sistema, por eso creo que la propuesta de ProReforma es vital para el futuro de nuestro país. Lo invito a que usted mismo revise la propuesta y las premisas que la impulsan en: www.proreforma.org.gt.
Artículo publicado en Prensa Libre el 11 de Diciembre de 2,008.
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