Tengo mi vida en perspectiva, vivo cada día como si fuese el último.
Hace tiempo sabía que estaba enferma, pero no había hecho lo posible por visitarla. Los días pasaron y me llegaron noticias que su salud empeoraba. Fue en ese momento cuando se afincó en mí la necesidad imperiosa de verla, de decirle que la quería, que recordaba las épocas de nuestra infancia, de las reuniones familiares, con mucha felicidad, que a pesar de la separación que el tiempo y las actividades habían interpuesto, seguía siendo mi prima querida.
Hace poco nos reunimos a desayunar con mis hermanos y lo hicimos cerca de su casa, con el propósito de ir luego a verla; sin embargo, el tiempo, otra vez el tiempo, se nos adelantó y una vez más se quedó frustrada mi intención de verla.
Ese mismo viernes, pensé que no podía pasar más tiempo sin que la fuera a ver e hice el firme propósito de ir el sábado con mi familia. Finalmente ese día, a pesar de los contratiempos, llegamos a la casa de sus papás. Nos recibió Gladys, su mamá. Nos contó que esa mañana había empeorado. Ya necesitaba oxígeno.
Finalmente pude estar con ella. La enfermedad había dejado sus huellas, ya no hablaba, pero al verme me reconoció y sonrió. Le tomé la mano y me la sostuvo durante todo el tiempo que estuve con ella. Le dije lo que tenía que decirle. Y ella sonrió. No me dijo nada, pero su mirada y su sonrisa fueron suficiente muestra de su comprensión.
Dos días después murió. En el velorio, las pocas palabras que intercambiamos con Gladys fueron conmovedoras: "Fuiste la última persona con la que se sonrió", me dijo.
Suzy fue una persona excepcional. Siempre feliz, siempre riendo, siempre con una actitud muy positiva hacia la vida. Muy creyente, muy entregada al servicio a los demás y a cuidar a sus cuatro hijos.
Carlos, su esposo, me contó cómo Suzy enfrentó el proceso con mucha confianza en Dios, convencida que tanto si se lograba recuperar como si no, eso sería lo mejor. De las muchas batallas, de las alegrías, de las tristezas, pero en medio de todo, su fe y su creencia en Dios nunca flaquearon; antes bien, fue ejemplo para muchos que estaban a su alrededor y que no pasaban por lo que ella pasó.
Gery, su hermana, me contó que ella les decía: "Yo estoy mejor que ustedes, tengo mi vida en perspectiva, vivo cada día como si fuese el último". Y esa, en efecto, es la perspectiva correcta. Si supiéramos que hoy es nuestro último día en la Tierra, ¿cuál sería nuestra escala de valores?
La película francesa "Mi mejor amigo" inicia en un funeral haciendo la reflección sobre la cantidad de personas que asistió y el protagonista se pregunta: "Cuándo yo muera, ¿llegará alguien a mi funeral?". A juzgar por la cantidad de personas que llegaron a la funeraria a dar su último adiós, Suzy hizo muchos y muy queridos amigos en su corto periplo por esta vida.
Hace unas semanas, puse en mi blog una frase de Harriet Beecher Stowe que me impactó mucho: "Las lágrimas más amargas derramadas sobre las tumbas son por palabras que no se dijeron y por acciones que no se realizaron". Es cierto. Así que lo invito a que no pierda más el tiempo, que sólo tenemos hoy, el ahora, el presente, para decirle a esa persona que tenemos en mente lo mucho que la queremos y lo que hemos disfrutado su compañía en este finito presente que a cada instante nos acerca más a la eternidad.
Descanse en paz, Suzanne Paola Jacobs Andrade de Díaz.
Nota: Susy murió el 22 de diciembre de 2,008. Este artículo será publicado en Prensa Libre en enero de 2,009.
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