El tiempo, ese recurso que es el más escaso que tenemos y que con su paso nos va dejando huellas; no solo físicas sino también en nuestro ser interno, es inexorable; no se detiene, y todos tenemos la misma cantidad en cualquier momento dado. Siendo una constante así, ¿por qué tanto nos angustia a veces ese paso del tiempo? ¿Será porque nos recuerda lo fugaz de nuestro paso por este mundo?
Para tener una sensación más concreta de ese concepto tan abstracto, los humanos tendemos a encajonarlo en divisiones, épocas, temporadas. Y en esta ocasión no pude resistir tratar de hacer lo imposible: encerrar el tiempo en un espacio definido, el 15.
Hace 15 años empezó mi aventura como columnista de Prensa Libre. Ya tenía un par de años de escribir en otro medio, y en aquella ocasión José Eduardo Zarco, Chepe, que en ese momento era el director, me invitó a escribir en las páginas de opinión de este periódico, tan querido para mí. Quince años y casi mil columnas después, puedo decir que el tiempo no ha pasado en vano.
Desde que empecé mis Ideas, mucha agua ha pasado bajo el puente; han pasado cinco presidentes, multitud de funcionarios y diputados, muchísimos cambios en la legislación, para bien y para mal (aunque realmente la balanza se ha inclinado por mucho hacia el lado equivocado), supuestos amigos que al llegar a experimentar las mieles del poder se han convertido en enemigos y, como dicen los abogados, he podido ver y experimentar de cerca tanto las más sublimes como las más bajas pasiones de los seres humanos.
Esta labor tan gratificante me ha permitido también conocer a tantas personas, de tan variadas extracciones, que han enriquecido mi vida de muchas maneras. Ha sido también la constante a la par de todos los cambios que han ocurrido en mi vida laboral y “activista” durante ese tiempo, pasando por un noticiario de televisión por cable, la Cámara de la Libre Empresa y el Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES), entre otros, cambios que finalmente me llevaron a dedicarme de tiempo completo a la empresarialidad y a la radio.
Las experiencias alrededor de mis Ideas han sido tantas y tan variadas que no cabrían en muchas columnas. Recuerdo, por ejemplo, los intentos infructuosos que hicimos con Fernando Morales De La Cruz para organizar un club de columnistas. Las muchas ocasiones en que funcionarios públicos se han molestado por mis comentarios y no han escatimado esfuerzos para hacérmelo saber y ver cómo trocean mi labor. La famosa amenaza de muerte de la URNG, en la que a varios periodistas nos “daban dos días para dejar el país o atenerse a las consecuencias” (todavía la tengo por ahí guardada), de la cual yo me enteré hasta dos meses después.
Si algo he llegado a entender en todos estos años de auscultar tan de cerca la flora y fauna política guatemalteca, es que el problema no son las personas. He visto llegar al ejercicio del poder a gente de casi todos los ámbitos de la sociedad guatemalteca, algunos a todas luces interesados única y exclusivamente en “pasar a mejor vida” con los fondos de los tributarios, pero también he conocido a algunos que sinceramente creen que van a “hacer la diferencia”. En casi todos los casos, a pesar de los matices, el resultado ha sido el mismo: ninguno. Y es que el problema no son las personas; es el sistema. La única solución es un cambio en el sistema, por eso yo apoyo ProReforma, y lo invito a que usted también lo haga: www.proreforma.org.gt.
Artículo publicado en Prensa Libre el 4 de Diciembre de 2,008.
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