Mientras no nos toque a nosotros, ¿no nos debe importar?
Quienes me siguen a través de las redes sociales saben que he estado muy interesado en seguir lo que está pasando en Irán, a raíz de los resultados de las elecciones que dieron como supuesto ganador a Ahmadineyad. Lo que no me esperaba es que a algunas personas ese interés llegase a hastiarles y hasta me pidieran que mejor cambiara de tema: “al fin de cuentas, ¿qué tanto nos puede interesar lo que les está pasando a los iraníes del otro lado del mundo?”, me dijeron.
Este comentario me llevó a una reflexión profunda sobre las razones que me motivan a seguir el desarrollo de los acontecimientos en Irán. En efecto, ¿qué tanto me puede importar lo que les suceda allá, cuando aquí cerca tenemos tantos y tan variados problemas y cada día siguen muriendo 17 personas en Guatemala, víctimas de la criminalidad?
Llegué a dos conclusiones:
1. Me gusta el estudio de la historia y estoy plenamente convencido de que lo que está sucediendo en Irán en estos días pasará, literalmente, a la historia. Por lo que no puedo dejar de aprovechar la oportunidad que ahora la tecnología nos permite al tener acceso directo y casi inmediato a quienes están “haciendo” la historia. Puede ser que durante mi vida no tenga otra oportunidad similar, así que hay que aprovecharla.
2. Creo que es mi responsabilidad apoyar a aquellas personas que están incluso arriesgando su vida por defender el derecho que tienen a expresarse libremente, sin censura ni represión de parte de los gobernantes.
Como no estoy en Irán y ni siquiera conozco el lenguaje, no tengo pruebas de que la elección en efecto haya sido fraudulenta, pero aunque no lo fuese, nada justifica que se le vede a las personas el derecho a expresar su opinión, ni mucho menos atacarlas de la manera sangrienta en que lo han hecho los gobernantes iraníes.
Nada justifica el que se quiera ocultar a los ojos del mundo lo que está pasando, a través de censura de la prensa, de limitar el acceso a las comunicaciones, de aterrorizar a la población y asesinar vilmente a personas desarmadas que manifiestan su descontento.
Simplemente, no me puedo quedar callado. Y aunque no puedo hacer mucho, por lo menos trato que más personas se enteren de lo que está sucediendo y que no pase desapercibido. No me puedo quedar de brazos cruzados ante este atentado a la libertad de expresión. No me puedo quedar callado a sabiendas de que, si ahora que es del otro lado del mundo no decimos nada, luego, cuando nos suceda a nosotros (porque nadie está libre en estos sistemas donde no se respetan los derechos de las personas, si no me cree, vea lo que está pasando en Venezuela), no tendremos la autoridad moral para pedir apoyo.
Siempre recuerdo el poema que se le atribuye a un pastor luterano en la Alemania nazi, Martin Niemöller:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los sindicalistas guardé silencio, porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los católicos no protesté, porque yo era protestante.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
¿Hará usted lo mismo?
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