La supuesta maldición china —aunque a mi me parece más una bendición— “ojalá vivas en tiempos interesantes” no podía ser más atingente con la época que nos ha tocado vivir: estamos presenciando el inicio de la segunda caída del socialismo, en un lapso apenas mayor de 20 años, ahora en su versión de “estado benefactor”, “estado de bienestar”, “welfare state”, “social democracia” o como mejor deseen llamarlo.
La actual crisis europea es apenas el primer paso en ese proceso de desmoronamiento del sistema. El problema es que el gasto de los gobiernos de muchos países europeos ha excedido a sus ingresos durante ya mucho tiempo, lo que los ha llevado a endeudarse a niveles astronómicos. Y la causa detrás de ese gasto es, precisamente, esa utopía de querer que el gobierno le “resuelva” la vida a las personas; que les de salud, educación, vivienda, transporte y servicios básicos gratuitos o subsidiados y que adicionalmente les pague por no trabajar.
Lo que nunca les gusta reconocer es que “alguien” tiene que trabajar, crear, producir la riqueza que luego ellos se encargan, muy ineficientemente por cierto, de “redistribuir”. Y ese “alguien” son los tributarios, que cada vez se ven más abrumados con la carga impositiva que deben sufragar para pagar todos esos servicios supuestamente gratuitos.
Pero ni la pesada carga fiscal que le imponen a la fuerza a los tributarios es suficiente para pagar la utopía. Ningún ingreso fiscal es suficiente para los políticos que siempre encontrarán una forma de despilfarrar el dinero de otros, en el mejor de los casos, y de robárselo, en el peor. La mayoría de gobiernos europeos ha vivido por lo menos la última década, y en algunos casos, varias, mucho más allá de sus ingresos, lo que los ha llevado en algunos casos a tener déficits fiscales de más del 10 por ciento del Producto Interno Bruto.
Por supuesto que los políticos y burócratas siempre lo van a negar y van a echarle la culpa de sus desmanes a alguien más. Por ejemplo, este mismo lunes, Prensa Libre publicó una nota en la que el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, se lamentaba de que Europa está en su peor crisis desde 1914. Dice Trichet que la crisis empezó con la caída del banco estadounidense Lehman Brothers y hasta llegó al extremo de sostener que “los mercados ya no funcionan”. Puras mentiras.
La crisis viene de mucho atrás. Para no ir más lejos, el tratado constitutivo del euro establecía que los países no deberían tener déficits fiscales mayores al 3 por ciento de su PIB, y resulta que en la década que lleva el euro, el promedio del déficit fiscal de todos los países que forman la zona euro ha sido del 6 por ciento. Algunos gobernantes, como los griegos, han llegado incluso al grado de utilizar mecanismos financieros para ocultar esos déficits.
Para lo que ya no funcionan los mercados es precisamente para ocultar los desmanes de los gobernantes y los burócratas. Lo que sí probablemente es cierto es que de no haberse dado la crisis financiera, que tampoco empezó con la caída de Lehman Brothers, el sistema de welfare state podría haber continuado ocultando sus pecados por algunos años más. Esta crisis lo único que hizo es evidenciar que el rey se paseaba desnudo.
¿Y el “Socialismo del siglo XXI”? Ese también ya está echando agua, y muy pronto veremos la tercera caída del socialismo. ¿Serán suficientes? No lo creo, porque siempre habrá quienes quieren vivir a expensas de los demás, pero espero que algo aprendamos.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 20 de mayo de 2,010.
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