El castillo de naipes de la CICIG se sigue desmoronando.
Era el caso emblemático. El que ponían como su principal logro. El que supuestamente justificaba todos los gastos en que se había incurrido. En pocas palabras, era el caso que podían utilizar para justificar su existencia. Sin embargo, el caso que aparentaba ser el más seguro, el de Portillo, se les cayó. Como si eso no fuera suficiente, al otro día se les cayó también el de Giammattei. Un par de cartas más que se caen del castillo de la Cicig.
En ambos casos las juezas argumentaron que las pruebas presentadas por el Ministerio Público (MP) y la Cicig no eran concluyentes. En el caso de Giammattei, la jueza ni siquiera dejó que pasara a juicio oral y hasta reclamó que el MP cometió varios errores que la Cicig debió corregir, pero no lo hizo. Y eso que supuestamente estos eran dos de sus principales acusaciones. No lo digo yo, sino ellos mismos. Basta recordar cómo Carlos Castresana se ufanaba de la captura de Portillo.
Estas resoluciones todavía deben pasar un largo recorrido para quedar en firme; sin embargo, desde ya se pintan como un nuevo fracaso para la Cicig. Por supuesto que la salida fácil es acusar de corruptas a las juezas y declararse el David de la justicia peleando contra el Goliat de la corrupción, pero no todo es tan sencillo como parece.
Con todo y que yo mismo considero, y así lo he dicho, que este es apenas uno de los muchísimos casos de corrupción que de seguro se dieron durante la administración Portillo —al igual que en todas las demás administraciones, hago la salvedad— y el único del cual lograron conseguir algunas pruebas, es lamentable que el Ministerio Público y la Cicig ni siquiera esto que tenían en bandeja de plata, que era más fácil de probar que otros casos de corrupción, lograron blindar su acusación de tal manera que las juezas, correctas o no, no encontraran la forma de salirse por la tangente y absolver a los responsables. El mismo Portillo no argumentó su inocencia sino que no lograron probar su culpabilidad.
La argumentación de las juezas en el caso del ex presidente trae a luz nuevamente el problema, que también he criticado mucho, de las acusaciones basadas en los “colaboradores eficaces”, ya que estos tienen todos los incentivos del mundo para ajustar su acusación de la manera en que ellos mismos salgan mejor librados, y los demás, con toda la carga de la acusación. No olvidemos que varias dudosas sentencias impulsadas por la Cicig han estado basadas precisamente en ese tipo de declaración.
En resumen, no descarto la posibilidad de que haya corrupción, presiones, amenazas y coacciones de por medio; sin embargo, lo cierto es que las deficientes acusaciones del MP y la Cicig permitieron que las juezas dejaran libres a personas que deberían pagar por sus delitos.
En el caso Portillo, el único consuelo que queda es que quizá—porque ya hasta eso pongo en tela de duda— sea extraditado a Estados Unidos, y allí la situación se le complica, ya que para quitarse la acusación de lavado de dinero tendría él mismo que comprobar lo que aquí no se le ha podido probar: de dónde salieron los US$70 millones. Lo que sí le puedo garantizar es que no fue de su sueldo como presidente.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 12 de mayo de 2,011.Foto: CNN/EFE
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