Quiero creer que al Presidente lo han engañado en su buena fe.
Durante varios días intenté comprender la lógica -si es que había
alguna- detrás de los cambios propuestos al Impuesto Sobre la Renta
(ISR), y debo confesar que no lo logré. Por más que lo intento no
entiendo por qué ahora quieren incentivar que la gente y las empresas se
regresen al problemático régimen optativo en lugar de pasarse al
régimen general. ¿Será que hay gato encerrado?
Debo empezar reafirmando
la postura que he sostenido durante ya muchos años en contra del ISR. No
cabe aquí la explicación pero los remito a un excelente artículo que
Manuel Ayau publicó aquí mismo en Prensa Libre hace algún tiempo.
Dicho esto, reconozco que si va a existir un ISR, el régimen
general actual es muchísimo mejor que el optativo. No solo es más fácil
de pagar sino también de fiscalizar y ni la iniciativa privada ni el
Gobierno desperdician valiosos y escasos recursos jugando al gato y al
ratón para tratar de establecer cuáles son los costos y las utilidades
“reales” de una empresa.
Por si esas ventajas no fueran suficientes, está la que para mí es
la más importante: la privacidad. Los funcionarios de la SAT no
debieran tener que estar metiendo las narices en cómo se utilizan los
fondos de las empresas, pero el régimen optativo los obliga a hacerlo
para determinar cuál es, según ellos, la verdadera utilidad de la
empresa. En el régimen general, no tienen esa necesidad, lo único que
debe preocuparles es que se facture todo lo que vende la empresa —y
ahora, con la Ley Anti-inversión II, tienen más formas de hacerlo—.
Por esas razones creo que va en el mejor interés de todos,
tributarios y gobernantes, fomentar el que más personas y empresas se
adhieran al régimen general. Y por eso es que no entiendo las reformas.
Actualmente, con la tasa del 31% del ISR optativo y del 5% del
general, el punto donde convergen ambos sistemas es en el 16.1% de
utilidades. Si le descontamos un 25% para tomar en consideración los
problemas y costos adicionales que se evita uno al estar en el régimen
general, este punto baja al 12.1% de utilidades. Eso significa que si mi
empresa tiene utilidades arriba del 12.1%, voy a pagar menos ISR en el
régimen general. Para poner esto en perspectiva, históricamente en
Estados Unidos las empresas han tenido un promedio del 6% de utilidad.
Es decir, esa tasa todavía está alta, pero se puede considerar para
evitar todos los problemas y discrecionalidad del otro régimen.
Ahora bien, con los cambios que pretenden subir la tasa del
régimen general un 40% (al 7%) y bajar al 25% el optativo, esta cifra
donde convergen los regímenes brinca hasta el 28%, y si le bajamos el
25% que mencioné antes queda en 21%, es decir casi el doble que en la
actualidad.
En pocas palabras, nadie en su sano juicio optaría por el
régimen general, a no ser que tenga utilidades extraordinarias. O lo que
es lo mismo, los incentivos están puestos para que todos nos pasemos al
régimen optativo. ¿Por qué? No lo entiendo. A menos que sea cierto lo
que dicen las “malas lenguas”, que es por puro prurito ideológico de
algunos funcionarios para quienes el régimen general no es un “verdadero
impuesto sobre la renta” y el otro sí.
¿Alguien le habrá explicado esto al presidente, o lo tienen engañado?
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 2 de febrero de 2,012.
1 comentario:
Sin ser Economista ni entender lo que entiende J:Jacobs, me pareció con fondo la propuesta, ej: en USA los Automóviles importados pueden ser de 10.8 años de antiguedad y acá se coloca de 7 años???, si esta de acuerdo el CACIF y otras similares, es porque hay algo. Que triste.
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